Por Margarita Gómez Carrasco
La producción artística del maestro Louke Chen está colmada de silencios que hablan. Caprichosas líneas se apoderan del espacio en forma de caligrafías y, de acuerdo con la variación de la mirada, pueden convertirse en curvilíneas figuras o explosivos paisajes de colores. El maestro Chen realizó performances y exposiciones en Alemania, Noruega, España, Grecia, Japón, Canadá y Taiwán. Desde hace varios años, está radicado en Alemania, aunque nuestro encuentro se produjo en Taipéi, capital de Taiwán, donde me concedió una entrevista.
¿Conoce la Argentina?
Sí, estuve en junio por la Patagonia y Buenos Aires. Argentina me parece muy interesante y cosmopolita. El tango tiene una expresión pura.
¿Cómo llega a articular la música con sus pinturas de caligrafía?
Hace cuatro años me invitaron de una institución alemana para realizar una exhibición acompañado por músicos. Lo primero que hicimos fue reunirnos en mi estudio, allí ellos vieron mis pinturas y, a partir de eso, escribieron la música. El día de la exhibición, la performance se transformó en un show artístico. Los músicos interpretaban sus canciones instrumentales y yo pintaba sobre grandes lienzos. Hice cuatro obras aquel día, le regalé una a cada músico. Otra vez, en mi paso por Grecia, un chelista empezó a tocar y yo improvisé y salió una gran obra.
¿Qué tipo de material utiliza para las performance?
Acrílico y, a veces, con cera y aceite de diferentes colores.
¿Cuál es el tamaño de las obras?
Los tamaños son diferentes, pueden ser de uno, dos y tres metros, depende del espacio y del lugar. También trabajo con muchos actores que vuelan con arneses, y yo hago lo mismo, pero con la pintura de grandes dimensiones.
¿Por qué caligrafía?
Porque es una tradición china. De esa forma, articulo lo tradicional con lo contemporáneo. Puedo imaginarme una obra y con un pincel muy especial hacerla con diferentes colores, también empleo mucho blanco y negro. Todas las pinturas chinas son muy aburridas, pero la caligrafía es muy emocionante.
Maestro, ¿cuándo decidió que su camino sería el arte?
Cuando estaba en la secundaria, solo quería pintar, siempre, desde niño, me gustaba pintar. Después de la academia de arte, empecé a trabajar como diseñador de interiores. Me di cuenta de que era muy difícil sobrevivir como pintor, entonces, pensé que debía cambiar. Me fui a Alemania y estudie diseño industrial, después, terminé la universidad e hice un máster, pero luego pensé que solo tenía una vida, por eso, debía intentar hacer lo que me gustaba. Tenía que decidir entre ser diseñador industrial o pintor, porque ambas requieren de mucha concentración. Me decidí por la pintura y, cuando me fui a vivir a Alemania, mi cabeza cambió. Allá el arte contemporáneo es muy fuerte.
¿Cuál fue su referente?
Miró. Cuando era chico, tenía muchos artistas surrealistas que me gustaban, también seguía a los impresionistas. Pero cuando fui a Alemania, cambie mucho, ahora me gusta lo contemporáneo.
¿Cómo fue su proceso hasta llegar a la caligrafía?
Al principio, hacía muchos cuerpos humanos, más que nada de la mujer, después, lo combinaba con la naturaleza, como el agua, la piedra. Luego, empecé a cambiar, y dejó de importarme el cuerpo, pasé por el realismo y la abstracción hasta llegar a la performance, experimentando con música y caligrafía. Antes, pensaba que la obra debía estar completa, ahora, me doy cuenta que no es necesario, por eso me gusta que las personas completen mis obras con la mirada y, como me gusta el Tai Chi, que es movimiento, entonces, lo plasmo en mi obra.
Las obras de Chen se encuentran en galerías de Alemania y Zurich; el maestro tiene planeado para este año, viajar por el mundo realizando sus performances en las que vuela sujetado por arneses mientra pinta, como una exótica ave oriental.