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15 octubre, 2012

Abrahan Gak, especialista en educación, profesor honorario de la UBA y exrector de la Escuela Superior de Comercio «Carlos Pellegrini», afirma que la educación media actual debería dejar de regirse por paradigmas que son del siglo XIX, y tomar la comprensión, la contención, la solidaridad y el afecto como sus ejes.

 

Por Gustavo Borda

 

A finales de 2002, fue hecha pública la reforma del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires, que comenzaría a regir a partir del inicio del ciclo lectivo del año siguiente. La medida, idéntica casi en su totalidad a la que ya regía en la ciudad de Buenos Aires desde 1999, con la ley 223, además de hacer énfasis en la implementación de programas orientados a reforzar el vínculo de los adolescentes con la lectura y la escritura, y mejorar su relación con el mundo del trabajo, planteó el fin de las amonestaciones y la aparición en escena de los denominados «acuerdos de convivencia». Algo que, para muchos, aún hoy, a más de una década de ese momento, sigue siendo polémico.

Para los funcionarios provinciales de aquel entonces, el cambio apuntaba a fortalecer el respeto por la autoridad y los compañeros, y la reparación del daño —algo que el anterior sistema no contemplaba—; para sus detractores, en cambio, la decisión no hacía más que resentir la figura de la autoridad y permitir los desbordes disciplinarios.

Edgardo De Vincenzi, rector de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), presidente del grupo Vanguardia Educativa (Vaneduc) y de la Asociación de Entidades Educativas Privadas de la República Argentina(Adeepra), una de las que nuclea a los colegios privados del país, llegó a reclamar en su momento volver al sistema anterior porque, a su juicio, el nuevo sistema ponía en riesgo la educación argentina, con su mensaje a los chicos de que, hiciesen lo que hiciesen, no habría sanción alguna.

«El que comete faltas graves de disciplina debe saber que tendrá una sanción. De otro modo, se cultiva e incentiva la violencia y la falta de límites, y se destruye la formación de los futuros ciudadanos», decía De Vincenzi hace una década, al mismo tiempo que aseguraba que estaban a la vista, para quienes los quisieran ver, «los ejemplos de países que no han abordado a tiempo esta problemática y enfrentan masacres de alumnos; de no debatir este tema y tomar decisiones concretas, la violencia irá creciendo y podría llegar a situaciones irreparables».

Hace unos días, el debate sobre el tema volvió abrirse. En principio, cuando la mismísima presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, manifestó su opinión sobre las 24 amonestaciones con que sancionaran a una adolescente sanjuanina de 16 años por hablar de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura militar, en medio de un acto escolar. Luego, también, cuando alumnos del «Carlos Pellegrini» tomaron el edificio de la institución durante varios días, para reclamar por la instalación de un buffet que estuviese bajo el control de la comunidad educativa.

«La palabra es respeto, pero no respeto al adulto, que es lo que, en general, el adulto pide, que los chicos sean respetuosos, que se paren cuando el profesor entra; yo hablo de respeto al alumno», dice Abrahan Gak, especialista en educación y economía, profesor honorario de la UBA, exrector de la Escuela Superior de Comercio «Carlos Pellegrini», integrante del Grupo Fénix, asesor de la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires, y cofundador del Movimiento Judío por los Derechos, quien, hace algunas semanas, fuera invitado especialmente a participar de TEDx Buenos Aires para dar su visión sobre la actualidad de la educación media actual y su proyecto de reforma.

«Me invitaron, no conocía muy bien de qué se trataba, solo había leído algo sobre la experiencia que había tenido Adrián Paenza en TED Estados Unidos; yo generalmente voy a todos lados; si uno tiene una idea y desea que la gente la tome, debe ir a todos lados para difundirla», dice Gak, quien piensa que la escuela debería actuar diferenciadamente según su circunscripción, su lugar y las característica de su entorno.

«Yo soy un crítico de la estructura actual de la escuela secundaria, estoy profundamente convencido de que debe cambiar sus paradigmas, porque son del siglo XIX, una época en que la escuela media direccionaba los estudios secundarios —que eran para pocos, no hay que olvidarse de esto— o para el lado del trabajo o para el de los estudios superiores; esta cuestión hoy ya no existe», dice el especialista.

Abraham Gak fue rector del «Carlos Pellegrini» entre 1993 y 2007, año en que, a pesar de su voluntad de continuar en el cargo, fue reemplazado por Juan Carlos Veigas, quien, al llegar hasta la puerta para asumir, fue recibido con una toma del colegio por parte de los alumnos, en oposición a su designación y a los mecanismos que llevaron a ella.

En aquel momento, el hoy defensor del pueblo de Morón, Abrahan Gak, en una carta publicada por el diario Página/12, expresó su deseo de que, tras su alejamiento, permanecieran la reorganización de contenidos y la adecuación a las nuevas demandas de la sociedad actual que, durante su gestión al frente del colegio, había introducido. En 2007, su reemplazante intentó hacer caso omiso de esta sugerencia, pero una nueva toma de la institución, esta vez la más importante en la historia del «Carlos Pellegrini», en oposición a sus intenciones, se lo impediría.

«Yo propongo un cambio que se sintetiza básicamente en la palabra respeto, pero no respeto al adulto, que en general es lo que el adulto pide; mi planteo se basa en el respeto al alumno, un alumno que viene con conocimientos diferenciados, y que no es una cabeza hueca y tampoco está dispuesto a crecer a imagen y semejanza de los adultos. Yo planteo una nueva escuela basada en cuatro ejes: comprensión, contención, solidaridad y participación», dice Gak.

Durante el período en que fue rector del Pellegrini, y en desacuerdo con la prohibición de las «vueltas olímpicas», y la sanción a quienes participasen o las promoviesen, que se aplicaban en el Nacional Buenos Aires —el otro colegio dependiente de la UBA—, medidas que, a su juicio, no hacían otra cosa que alentarlas, en diálogo con los alumnos como método, Gak logró que dos de los tres turnos desistieran de realizar esa secular celebración con que se festejaba año a año el egreso del colegio, pero solía dejar numerosos destrozos en la institución, y algún que otro herido.

«Deberíamos intentar comprender más a los adolescentes, en su forma de pensar, en su lenguaje, en el significado que tienen para ellos las palabras, en sus particularidades; cuando hablo de la contención como uno de los ejes de una nueva escuela, hablo del reconocimiento de la problemática individual de cada chico, de entender que es una edad donde el mundo está en blanco y negro para ellos, y sus problemáticas van en esa línea. Estar cerca de ellos para mí es fundamental. Otro aspecto de la contención es el tema de los límites, el adolescente pide límites, pero esos límites tienen que ser consensuados, la escuela tiene que elaborar los mecanismos por los cuales se genere su propia ley de funcionamiento, para que esta sea reconocida por los chicos como válida, donde la sanción no sea el objetivo, sino la convivencia; por lo tanto, las reglas son para los alumnos, pero también para los adultos. Algo que debería, sí, estar prohibido son las sanciones colectivas, les guste a algunos o no; otra cosa que no se puede pedir es que un alumno denuncie a otro, no se puede usar más ese método de “si no me dicen quién fue, los sanciono a todos”, esas cosas autoritarias habría que desterrarlas para siempre», dice Gak, distinguido ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires el año pasado.

La reforma de la escuela secundaria se apoyo en el texto de la Ley de Educación Nº 9.890 y apuntaba a estructurar un nuevo paradigma de enseñanza, cuyo norte estaba puesto en bajar los altos índices de fracaso.

Sin lugar a dudas, la llamada «nueva escuela» (para algunos, no tan nueva) introdujo cambios en la forma de resolución de conflictos, y el modo de sancionar o no las indisciplinas de los estudiantes de secundaria. Cambios que obviaban el método de las amonestaciones, por considerarlo una herramienta que muchas veces era expulsiva.

«El viejo paradigma es un paradigma expulsor, el chico que no llega a tener el conocimiento que todos deben tener queda afuera del sistema, y la escuela no hace nada para recuperarlo, ni siquiera pensar que, por otros medios, y con otros conocimientos, se puede llegar a un nivel de desarrollo intelectual, personal, de cada chico diferente. Yo tengo la sensación de que la escuela actual no sabe actuar diferenciadamente según sus circunscripciones, sus lugares y las características de su mundo. Una nueva escuela tiene que estar unida a la comunidad; la escuela debería ser un centro de irradiación cultural y de encuentro para todos, por eso yo propongo una escuela abierta de lunes a lunes, que a la noche esté abierta para los padres, pero no para que la vayan a pintar, porque eso es responsabilidad del Estado, sino para que, si no terminaron el secundario, lo puedan hacer, si no saben leer, se les enseñe, para que los hijos entiendan que los padres también quieren aprender, y que eso es muy positivo para todos».

El espíritu de los cambios registrados en la escuela se apoya en la necesidad de orientar las prácticas pedagógicas hacia la resolución de conflictos en el marco de una convivencia pacífica, y en contar con herramientas y estrategias alternativas de resolución de conflictos que redunden en una mejor convivencia escolar.

«La solidaridad es otro tema que debería ser eje de la educación media; el chico no nace solidario, el ser humano no nace solidario, al contrario, nace egoísta, persigue la búsqueda de su intereses, reclama para sí; pero, si uno transmite y sigue desarrollando el concepto de solidaridad, esa persona crece con la idea de que el bien de los demás es su propio bien, que no es el “sálvese quien pueda”, ni esa concepción neoliberal de que uno vale según lo que tiene», dice Gak.

El último aspecto en el que hace hincapié el proyecto de reforma de la educación media que tiene el exrector del «Carlos Pellegrini» es el afecto.

«Cuando hay afecto, y es un afecto real, no un afecto hipócrita que se refleja en el desinterés, uno logra que, cuando toma una medida, aunque sea contraria a los intereses de los alumnos, ellos terminen aceptándola, porque saben que se tomó pensando en ellos, y no en un bien personal. Si uno logra esto, tiene una puerta de entrada en la comunicación, en el diálogo, en la interacción, que es fundamental, ya que se refleja en el reconocimiento y la participación de los chicos en las acciones de la escuela. Cuando uno discute un plan de estudio, ese plan de estudio no puede ser discutido y elaborado sin escuchar la opinión de los alumnos, ellos tienen que participar, el centro de estudiantes es una escuela fundamental, ahí surgen el reconocimiento y la necesidad del dialogo, la no violencia en la escuela. Si no entendemos esto, es muy difícil que podamos trabajar».

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