En un mundo globalizado, el arte ha dejado sus raíces occidentales y se ha convertido en un espacio de convergencia cultural. En la escena actual, se instala de una manera vertiginosa el arte contemporáneo asiático, no solo con el aporte de destacados artistas, sino además con un mercado cada vez más fuerte. ¿Será entonces que la capital del arte, que alguna vez fue París y luego Nueva York, hoy estamos a las puertas de verla instalarse en el continente asiático?
Por: Raúl Fernando Zuleta
En términos culturales, el arte ha sido un invento de Occidente, cuyas premisas iniciadas en la antigua Grecia fueron posteriormente acentuadas en el Renacimiento europeo, dando origen al concepto de arte como tal. (Es importante aclarar que, si bien a través de la historia de la humanidad y en diversas culturas existió una creación estética, esta no se dio en el contexto de lo que entendemos hoy por arte). En este sentido, Oriente viene de una tradición visual distante del concepto de arte occidental; sin embargo, esta noción se fue introduciendo poco a poco en dicha cultura. Ya para el siglo XIX, esta relación cultural fue dada, en primera instancia, gracias a la amplia difusión de estampas orientales, entre las cuales aparece la tan emblemática obra «La gran ola de Kanagawa», de Katsushika Hokusai (1830-1833), que se ha convertido en la imagen icónica de Oriente dentro del campo visual de Occidente, y al mismo tiempo abrió el interés de Oriente por Occidente. ¿Es entonces la obra de Hokusai una premonición de la gran ola del arte contemporáneo asiático sobre el mundo occidental?
A partir de la mitad del siglo XX, se dio un diálogo diferente, pues fue Oriente, en este caso los artistas japoneses, quienes se interesaron por las dinámicas del arte occidental. De esta relación surgió el grupo Gutai, encabezado por dos de sus más importantes exponentes: Shozo Shimamoto y Shirage Kasuo; y además vale señalar la figura del surcoreano Nam June, quien fue el precursor de los nuevos lenguajes audiovisuales en el arte. A partir de entonces, comienza una incorporación de artistas orientales en el campo del arte occidental, como también una adaptación y una apropiación del concepto y los formalismos del arte en el mundo oriental. Pero los finales del siglo XX y los albores del nuevo milenio, gracias a la apertura de lo que implica el arte contemporáneo en sí mismo, son el ámbito en que aparece el boom del arte asiático (cabe señalar que por Asia se identifican tres regiones: Asia oriental, Sudeste asiático y Asia meridional). Ante ello, ¿qué podemos pensar de este fenómeno?, ¿se trata de un fenómeno comercial o artístico?, ¿es realmente el arte contemporáneo asiático de un nivel tan alto como para justificar los precios exorbitantes de sus obras? Estas y otras preguntas salen a luz; de ahí la necesidad de revisar, a manera introductoria, este fenómeno desde diferentes perspectivas.
En el caso del mercado del arte, podemos señalar dos relaciones entre Oriente y Occidente. Lo que en un primer momento fue el interés de coleccionistas y magnates asiáticos por la adquisición de obras de importantes artistas del arte moderno es ahora un juego inverso, donde coleccionistas occidentales están interesados especialmente por el arte asiático contemporáneo. Sin embargo, este reciente fenómeno está insertado dentro de la burbuja comercial del arte contemporáneo, que en la última década ha dado mucho de qué hablar, por las exorbitantes cifras con que se mueve, además de las especulaciones internas propiciadas por los mismos coleccionistas, galeristas y artistas, que han hecho de este mercado una situación incontrolable. Pues bien, como coletazo de tal fenómeno global, se inserta el boom comercial del arte asiático; y, si bien no se sabe a ciencia cierta quién generó tal apertura, hoy el interés comercial está volcado casi exclusivamente e este tipo de obras. En este nuevo mercado, aparecen tanto artistas consagrados como emergentes, cuyas obras a principios de la década de los 90 tenían precios bajos, pero hoy alcanzan cifras descomunales; tanto, que sus precios en subastas ya alcanzan niveles semejantes a obras de artistas tan emblemáticos como Damien Hirts y Jeff Koons.
[showtime]
¿Qué cosas se esconden detrás de este fenómeno comercial? La especulación, sin duda alguna: muchos artistas emergentes han sido catapultados casi de forma inmediata al mercado del arte donde, a través de subastas y ferias, el precio de sus obras se ha elevado de manera acelerada, alcanzando unas cotizaciones irrisorias. Por un lado, este fenómeno se ha vuelto un círculo vicioso, pues ha generado que el coleccionista perciba una inversión segura, ya que este boom cultural apenas está empezando y, con un ascenso cada vez más evidente de China como potencia económica mundial, se hace casi predecible que adquirir estas obras es una apuesta segura; y, mientras más coleccionistas se interesan en dicho mercado, tal oferta genera inmediatamente un incremento en los valores de estas obras. Y así lo está viendo el mundo occidental, por lo cual no solo ha incorporado el arte asiático en sus subastas, sino que ahora las galerías están estableciendo sucursales en Asia. Por otra parte, este mercado ya cuenta, además, con el naciente coleccionista oriental, cuyo nuevo poder económico le ha permitido comprar obras a sus conciudadanos; de ahí que tal fenómeno comercial seguramente durará muchos años.
Al ser consciente Asia de su nuevo perfil protagónico en la esfera internacional del arte, ha emprendido la incorporación de otros componentes propios de este ámbito; en este caso, son las estrategias culturales y comerciales inherentes a eventos artísticos como las bienales y las ferias de arte, las cuales también forman parte de esta gran ola oriental. En la última década, se ha dado el surgimiento de importantes bienales, como las de Beijing, Shanghai, Singapur, Gwangiu, Busan, Tapei, Bangladesh, o las trienales de Yokohama y Fukuoka; que, si bien son nacientes la mayoría, su posicionamiento en el tiempo hará que algunas sean imprescindibles dentro del calendario mundial. Igualmente, se está dando un crecimiento de las ferias de arte; entre ellas, se destacan las de Seúl, Beijing, Shanghai.
También se están incluyendo ámbitos académicos, nuevos curadores y comisarios asiáticos; además, la apertura de galerías de procedencia occidental y galerías asiáticas, al igual que un notable incremento en el número de museos y espacios para exhibiciones temporales. Toda esta serie de dispositivos culturales, publicitarios, comerciales y de infraestructura está sentando unas bases con todos los componentes necesarios para previsualizar que, efectivamente, el mundo del arte está a las puertas de establecer su centro de operaciones en Asia.
Pero ¿realmente en qué consiste el arte contemporáneo asiático? Lo paradójico del caso, y más aun del arte mismo, es que, en vez de ser protagónicos los aspectos conceptuales y estéticos de las obras, son las altas cifras que estas alcanzan en subastas las que acaparan la atención. No obstante, valen ciertas consideraciones al respecto. El legado cultural que Asia ha tenido por siglos marca sin duda alguna a muchos de estos artistas, donde no solo se da una apropiación de la estética ancestral, sino, en muchos casos, una reactualización de sus técnicas pero llevándolas a estados de corte contemporáneo. Asimismo, se dan una mezcla y un contraste entre la tradición y el presente, donde se cruzan ese legado ancestral con los nuevos dispositivos culturales, visuales y tecnológicos de la sociedad asiática actual; de ahí que el arte asiático manifieste una dualidad en sus formalismos: integra lenguajes convencionales, como la pintura y la escultura en su sentido tradicional, pero a la vez incluye materializaciones de corte altamente industrial y tecnológico. Se podría decir que el arte contemporáneo asiático tiene esa característica que alguna vez tuvo el arte latinoamericano, como lo percibió Marta Traba: los artistas locales se apropiaron de sus imaginarios regionales, llevándolos una concepción universal del arte. Esta misma condición se puede percibir en el arte asiático, en lo cual se destaca, de manera general, que ese universo cultural de una sociedad tan enigmática como la oriental se está haciendo visible ante los ojos del mundo mediante sus obras.
En el caso de sus artistas, desafortunadamente se les ha dado mayor atención a las cifras logradas en subastas y ferias, que a los aspectos artísticos y reflexivos propios de sus obras. Este grupo está compuesto por figuras ya consolidadas y artistas emergentes, cuyas propuestas logran conformar una abanico pluralista, tanto en sus conceptos como en sus lenguajes; se propone una lista inicial, aleatoria y reducida, a manera de ejemplo, para que el lector consulte el trabajo visual de cada uno de los referenciados, y así comience a establecer un criterio personal sobre el llamado arte contemporáneo asiático: Lin Tianmiao, Yue Minjun, Moo Hyoung Kwon, Ma Liuming, Wang Jinsong , Su Xinping, Luo Fahui, Luo Brothers, Zhao Nengzhi, Xia Xiaowan, Cai Gou Qiang, Zeng Fanzhi, Wang Guangyi, Zhang Xiaogang, Fang Lijun , Zeng Hao, Liu Wei, Xu Bing ,Takeshi Murakami, Ai Weiwei, Cao Fei, Lu Hao, Sun Yuan y Peng Yu,Tsang Kin-Wah, Michael Lin, Otto Zitko, Ah Xian.
¿Qué es lo bueno y lo malo de este fenómeno? Cabe resaltar que, con la entrada, de forma clara, de Asia al contexto internacional del arte, podemos reconocer que este (en términos occidentales) ya se encuentra en una globalidad total, superando las sectorizaciones de Occidente y Oriente: la producción artística de ambos confluyen bajo un mismo paradigma, «el arte contemporáneo». De ahí que la presencia de Asia, al igual que la del resto del mundo en el escenario artístico, conlleva a reconocer que las fronteras entre los países se han superado, por lo menos en los términos artísticos. ¿Y cuál sería el aspecto negativo? El boom del arte contemporáneo asiático está totalmente volcado al aspecto económico, y a raíz de ello muchos cuestionamientos aparecen en torno al arte mismo: su objetivo como espacio de reflexión humana parece haberse desvirtuado y desdibujado para convertirse en una despensa de bienes económicos, más que culturales.
¿Qué pesa más en el arte asiático, su cotización en altas cifras de dinero o sus planteamientos artísticos?, ¿serán las de estos artistas multisubastados obras que realmente entrarán y marcarán un hito en la historia del arte? Es algo que aún no sabemos. Pero sería un mal augurio que las líneas fundamentales que guían el verdadero propósito del arte hoy se hayan desfigurado en pro de generar y mantener una burbuja comercial de arte contemporáneo. Quizás entonces este reciente fenómeno obligará al mundo del arte a entrar en un espacio de autorreflexión, para redefinir cuál es el propósito esencial del arte. Cuando este boom comercial asiático se estabilice, realmente se reconocerán qué artistas valen la pena, y muy seguramente estos serán los referentes imprescindibles en el mundo del arte; pero, antes, en este frenesí de adquisición que sube los precios de un artista emergente de una forma desmedida, es difícil prever el verdadero valor artístico de sus obras.