Leo Chiachio y Daniel Giannone – Exuberante ficción
Por María Jesús Rey
La dupla Chiachio & Giannone borda ficciones, pone imágenes a sus fantasías y lo hace mediante un exuberante despliegue de color, de iconos, de símbolos, de espacios.
Con una fuerte revaloración del kitsch, un humor entre ingenuo e irónico y desde un posicionamiento siempre autorreferencial, los artistas entretejen múltiples capas de sentido que se articulan rescatando la artesanía del bordado, el contexto banal, los arquetipos regionales, lo popular. Pero sobre todo es un rescate de la fantasía, de la imaginación sin límites y de la capacidad humana de traspasar su propia realidad.Obras bordadas que son pinturas, barroquismo de puntadas y color. Bordados y sobrebordados que forman gestos, junglas, faunas. La elección del material no es gratuita, la decisión de la técnica agrega un plus de significado que, además, los singulariza como artistas.
LEO: Nunca tomamos la decisión de que esto es bordado o pintura; es el camino del hacer, las decisiones tienen que ver con el proceso creativo. Pensarnos a nosotros desde afuera como dos hombres que bordan, jugando al estereotipo.
DANIEL: Fue la idea que nos gustó al principio, no hubo una especulación, eso vino después, cuando nos preguntamos ¿qué estamos haciendo?
L: Nos gusta el trabajo per se, la historia y la acción del trabajo manual que tiene que ver con el tiempo, la idea medio romántica del artista haciendo la obra.
D: Tiene que ver con cómo decidimos que queremos vivir. Nos gusta esa idea de estar juntos en nuestra casa bordando y esto es vivido minuto a minuto.
Ambos artistas se funden en un único autor. Borronean los contornos de sus individualidades en el acto creativo, en el hacer. Luego es la obra como cuerpo autónomo, donde ellos son los personajes centrales, que le devuelve la individualidad a cada uno. La obra termina siendo un espejo.
L: Me parece interesante el trabajo creativo de a dos. La ruptura del yo, y hacer un yo múltiple. Nos fuimos dando cuenta, a medida que íbamos trabajando, de que teníamos esa particularidad, de cómo trabajamos y de que no era forzado, se dio naturalmente.
D: Cuando recién nos conocimos hubo algo que se fue filtrando, el pretexto de hacer la obra juntos para conocernos más uno al otro.
L: Ante esta idea de la ruptura del yo de ambos, salen las cuestiones de crear estos personajes, para subsanar el yo que no aparece en la autoría. Cuando rompemos el yo y somos uno solo tienen que aparecer los personajes que vamos inventando.
La imagen de la pareja junto a su perro Piolín atraviesa toda la producción. Los artistas/personajes introducen la dinámica de la autorreferencialidad y de esta manera nos relatan la consistencia de su mundo ficcional. Se metamorfosean en arquetipos latinoamericanos, orientales, históricos. Recuperación intencionada, proyección de las propias fantasías.
L: En nuestra cabeza no hay límites, divagamos y vamos por caminos que nos van sucediendo. Los viajes, las cosas que vemos, la vida cotidiana nos llevan a crearnos personajes o querer ser tal o cual. Pero además esos personajes que están ahí ya no somos tampoco nosotros, son personajes que inventamos, entonces siguen siendo “el otro”.
D: Creamos ficciones que conviven con nosotros, tenemos personajes y fantasías que inventamos en lo cotidiano, algunos luego aparecen en nuestra obra de una forma u otra. Una vez que planteamos una idea nos interesa obtener información. Nos gusta ridiculizarnos. Nos divertimos, lo más lindo de nuestro trabajo es el proceso que vamos siguiendo a partir de la idea inicial.
Son dos artistas que sobrevuelan diferentes geografías, se entrelazan con otras culturas. Aterrizan en las junglas, las selvas, navegan irupés, son chamanes, guerreros, ekekos. Se advierte la presencia latinoamericana.
Llega la experiencia Guatemala: la dupla Chiachio & Giannone son bordados por artesanos locales, cruce de perspectivas, rescate de la artesanía. La obra, sujeto independiente, se refleja en nuevas parcerías bordadas.
L: El pensamiento creativo de tu obra y de tu vida va yendo por otros lados. Viajamos bastante por Latinoamérica y eso fue dejando huella.
D: La huella cala muy profundo a veces, pero aparece mucho después, tiene que ver con el tiempo del bordado, estamos bordando y ya estamos pensando en otras ideas y hasta que les llegue el tiempo de concretarse, se van modificando.
L: Fuimos invitados por el Centro Cultural de España en Guatemala. La muestra era un llamado a la diversidad. Nos interesó convocar a cinco asociaciones de bordadoras y tejedoras de Guatemala a las que les dimos los lineamientos del proyecto. Debían armar una pieza textil en la cual debía haber un personaje morocho, otro rubio y un perro salchicha. No supervisamos, no hicimos seguimientos. Fue un trabajo a distancia.
D: Luego, con esa idea, ellos hacían lo que imaginaban; nosotros pusimos nuestra obra en manos de otros. Queríamos tercerizar nuestro trabajo. Guatemala tiene una fuerte tradición en textiles y también una fuerte desvalorización de lo artesanal. A nosotros nos interesaba poner en juego arte y artesanía.
L: Cada una de las asociaciones trabajó con las características propias del bordado de su región. Pero había una asociación de bordadores/as y tejedores/as gay en Santiago Atitlán, pueblo originario de Guatemala. Y ellos fueron los que hicieron el mejor trabajo.
D: Cuando llegó el momento del encuentro en la muestra no podíamos creer lo que veíamos. Cómo nos habían reinterpretado. Algunos nos googlearon y sabían cómo éramos, pero los que no tenían Internet (comunidad de Santiago Atitlán) fueron los trabajos más interesante; ante poca información se imaginaron todo, nos hicieron vestidos como si fuéramos ellos. Hubo mucho aprendizaje de ambos lados pero de nuestro lado mucho más. En Guatemala los bordadores conocen la técnica pero trabajan de una manera distinta y con otra finalidad. Ellos piensan el bordado en función de lo utilitario, nosotros usamos el mismo bordado desde otro lugar. Guatemala fue un momento bisagra, nos hizo repensar nuestro trabajo. Fue una experiencia que nos marcó.
L: Tal vez nuestro “utilitario” es un utilitario de sentido, la obra de arte es lo que crea sentido en el otro. Nosotros hablamos de algunas cuestiones que nos interesan, pero está bueno que a partir de eso el sentido se vaya para donde tenga que irse.
D: Esa parte no la podemos manejar y es lo que nos pasa a veces, no somos conscientes de por dónde va nuestra obra. No sabés cómo la está viendo el otro.
El espectador frente a la obra queda atrapado en la verborragia de la imagen, pero por sobre todo en la posibilidad de la ficción. Los artistas remontan sus fantasías bordando y llevan consigo al espectador, lo invitan a imaginarse “otro” aún siendo el mismo, a sobrevolar momentáneamente su propia realidad.
D: Nuestra obra es para todos, no es una obra cerrada, cada persona puede entrar por el lugar que más lo sensibiliza. La gente a veces hace lecturas que nosotros ni habíamos pensado. Una vez la madre de una amiga nos dijo: “Chicos me dieron vuelta la cabeza”. Para nosotros, eso que parece un pequeño gesto representa grandes cosas.
L: Son grandes cosas porque ahí te das cuenta por qué hace uno lo que hace. Siempre terminamos hablando de nuestro mundo, del sentido, de la imagen, del pensamiento creativo, terminamos hablando de nuestro propio ombligo. Pero cuando te olvidás de eso y te preguntás ¿para qué lo hacemos?, es emocionante, porque ahí tenés una respuesta. Cuando ponés tu obra en una pared y tenés un espectador y ese espectador te dice algo, ahí comienza la comunicación.
La casa-taller de los artistas. La mesa cubierta con telas y en las paredes selvas, próceres, camalotes, samuráis, flores, caciques y loros. Son las ficciones, cotidianas compañeras que deambulan por la casa, las mismas que a veces se encarnan, acarician a Piolín y se bordan sobre la tela.