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6 abril, 2012

CULTURA

 

En un lugar tan antiguo como emblemático funciona el taller de luthería Jakun Maki. Hace siete años que la Manzana de las Luces acoge entre sus silenciosos muros a los artesanos dispuestos a aprender un oficio en el que el tacto y el oído cobran suprema importancia.

 

Por: Gisela Gallego

 

El docente a cargo del taller es Wayra Muyoj, un luthier autodidacta de raíces araucanas que en esta entrevista deja en evidencia su pasión por la música y la luthería. Complementael oficio con la investigación sobre instrumentos de cuerda, la ebanistería y una constante formación dentro y fuera de nuestro país.

Con un sentido esperanzador, Wayra entiende la enseñanza como un ejercicio trascendental para el que convoca a recrear la memoria colectiva y creativa: la memoria de las manos.

 

Si tuviera que hacer una definición de la luthería o una descripción del lugar que ocupa este arte-oficio en la actualidad, ¿qué nos diría?

La luthería es un arte- oficio ligado a la carpintería, con una fuerte impronta artística y mística. Muchos luthiers trabajan en base a su memoria de lo que es un luthier; siempre se lo asoció con un místico. Esto no es verdad, porque el oficio es como cualquier otro, que también incluye la platería y otros oficios que hacen que tu trabajo sea realmente una integralidad y se nutra de diferentes saberes.
El lugar que ocupa en la actualidad es la reminiscencia del hacer, del trabajo con auténtico placer creativo. Por lo menos, yo trato de desmitificar esa figura del luthier como sacerdote.

¿Cómo es el proceso de enseñanza y aprendizaje de un oficio que tiene fundamentalmente el componente creativo de la pieza única?

El concepto de la pieza única, a mi entender, no existe. Cada uno le pone su impronta, pero la realidad es que cada violín tiene similitud con otro violín, porque hay medidas que tienen que respetarse… otros instrumentos autóctonos, como el charango, no han sido viciados con medidas específicas y tenés más libertad para construir. Sin embargo, lo que hace cada ser humano es único en relación con otros movimientos de su misma especie. En esta época prevalece la copia idéntica y el humano se estandariza, entonces la luthería puede llegar a ser un arte de piezas únicas, en comparación con otros trabajos más mecanizados; pero no debemos olvidar que es un oficio y hay que aprender las técnicas. Trato de que mis discípulos aprendan a la perfección estas técnicas, pero que también interioricen una filosofía de vida respecto a lo que es el trabajo para el humano como un acto creativo no tedioso, útil para su desarrollo y capaz de generar un cambio en la sociedad respecto a lo que se considera trabajo y trabajador. Para eso, hay que convencer a los discípulos de que ellos pueden y que tienen que lograr superarme, con estima hacia ellos y trabajo constante.

 

Por sus orígenes y su amplia trayectoria está muy ligado a los pueblos y saberes de las comunidades autóctonas del país. ¿Cómo se plasma esto en el trabajo diario?

Para los pueblos originarios, el hombre es uno con la naturaleza; el respeto que el luthier pone en su trabajo diario debe estar lleno de amor hacia ella, sin agresiones. Cada acción del individuo no debe estar separada del todo; es allí donde fracasa la industrialización, en la que la madera pasa a ser un objeto y no un vehículo a través del cual el hombre-luthier se desarrollla; casualmente, allí donde se objetualiza el trabajo el hombre también queda objetualizado. Pretendo recuperar en cada trabajo que hacemos conjuntamente con los discípulos la memoria social y creativa de las manos que con tanta naturalidad plasmaban los pueblos originarios de todo el mundo.

 

El taller  nació con un ímpetu solidario de dar un oficio a personas en situación de calle. A lo largo de estos años, ¿se ha unido gente que no lo haga con estricta necesidad de contención o adquisición de un saber? ¿Está abierto a todo público?

Nació así, pero la actual sociedad, con su programa de asistencialismo, no apoya a quienes necesitan tener un real oficio para sustentarse y desarrollarse como personas. La mayoría de la gente que ha pasado por la escuela con estas características no se ha adaptado a una rutina de trabajo, son realmente muy pocos los que siguen trabajando en ello. Después se han acercado otros discípulos con inclinaciones a esta tarea, muchos de ellos músicos, otros tantos, no. La variedad de personas que llegan es muy amplia; la escuela siempre estuvo abierta al público en general. Algunos son apasiomnados de la madera; otros son músicos que quieren saber más de las leyes de sonoridad de lo que ejecutan.
Tenemos un plan de estudio, pero no hay que olvidarse de que la escuela es un taller-escuela, en el que el primer día ya empezás a ejercitar prácticamente en tu instrumento. Hay guías teóricas a partir de las cuales podés reforzar el conocimiento práctico que se adquirió, pero siempre el puntal es fáctico. Esa cuestión también es característica de los pueblos originarios. La educación de la razón que hoy día abunda no ha llevado a buenos resultados, y menos aún cuando se ha tecnificado. ¿Acaso se ha visto que un carpintero solo sepa construir sillas y no puertas? Esto pasa con muchos quienes se creen luthiers y no son más que técnicos.

 

¿Cuáles son las particularidades de cursar en la Manzana de las Luces?

Sin duda, La Manzana de las Luces constituye un lugar silencioso y acogedor para realizar esta tarea. «Causalmente», allí los jesuitas acumulaban los instrumentos que distribuían en todo el país para evangelizar, construidos por los mismos guaraníes en la misión. Imagínense que yo, como integrante de los pueblos originarios, no puedo alabar eso, aunque considero que la vida tiene sus vueltas y estar allí no es gratuito. Tiene sus porqués. Algo venimos a revertir, ¿no? Respecto a los discípulos, se encuentran muy cómodos allí por las características del edificio, pero la mayoría de ellos no le otorgan un carácter mítico. La escuela les brinda un conocimiento práctico que no muchos talleres tienen, a un costo modesto, ya que pueden concurrir los cinco días de la semana y, por lo tanto, pueden construir con mucha mayor rapidez los instrumentos por los que tienen interés. Nuestra tarea de enseñanza es convertir a los discípulos en obreros y no meros hobbistas.

 

En la web dice que Jatun Maki pretende ser la universidad de luthería en Argentina para América Latina, ¿en qué medida está cerca de lograr esto?

No estamos tan cerca de lograr la Universidad, porque nuestros dirigentes no toman conciencia de cuán importante es crear semilleros de oficios, por lo que decía anteriormente: se promulga el asistencialismo. Han pululado muchos políticos con promesas, pero no se han cumplido. Jatun Maki, por otro lado, no recibe subsidios gubernamentales, porque logra su propio sustento. Es parte de nuestra filosofía.

 

¿Hay pocas escuelas de luthería? ¿Se puede decir que es de esos oficios en extinción?

Desde hace algunos años, la luthería ha sido un boom en ciertos círculos más bien under; la cantidad de talleres que se han abierto son bastantes, por lo que no se lo puede considerar un oficio en extinción. No todos los que enseñan se pueden decir luthiers, porque muchos no construyen más de dos instrumentos, pero sí pueden llegar a ser muy buenos técnicos. Por otra parte, la educación no puede ser un negocio y el profesor un vendedor; el trabajo de enseñar también es un oficio que tiene la virtud de haber aprendido a transmitir. No es lo mismo decir que los discípulos aprehenden, que decir que aprenden. Nosotros optamos por transmitir un arte-oficio con técnica, pero trasuntado por una filosofía de vida que te muestra que tenés que ser creativo, usar la lógica para solucionar problemas y no ser agresivo ni egoísta. Tu trabajo es el resultado social; por lo tanto, tu aprendizaje se lo debés a tu comunidad. Hay algo que le tenés que dar a ellos. Puede llegar a ser la belleza de tus instrumentos, tu humildad, tus ganas de transmitirle que con esfuerzo se puede progresar.

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