Martín Blaszko, la armonía con el cosmos, una pequeña y contundente exposición de un gran artista
Por Mariana Gioiosa
«Cada habitante de la ciudad necesita estímulos visuales que le brinda el entorno público», manifestó Martín Blaszko en una entrevista que le realizó la artista Teresa Lascano. Esta idea del arte con función social, lo acompañó siempre a lo largo de su trayectoria artística.
Todo comenzó cuando aproximadamente a las dos semanas de haber llegado a Buenos Aires proveniente, de Polonia, tras huir de la segunda guerra mundial, su primo le propuso mostrarle algo «lindo» de la capital porteña y lo llevó a conocer el obelisco.
«En ese instante nació mi pasión por la integración del arte en el ámbito público», aseguró y desde allí no se detuvo más. Cuando se casó y formó una familia, todos los integrantes colaboraron para hacer esas piezas tridimensionales «Girábamos alrededor de su figura y sus obras, nuestra casa se había convertido en una especie de taller y museo», recuerda su hija Susana. Además de utilizar el baño y otros espacios para teñir las esculturas, las obras de Blaszko habían «tomado» cada uno de los ambientes.
«Mi padre fue un talentoso artista que trabajaba en una peletería para darnos de comer y cuando no estaba en la fábrica, producía en casa sus obras. Era un gran laburante, nunca paraba. Su horario laboral era de lunes a lunes», comenta Susana.
Blaszko es considerado un gran escultor, que hubiese querido llenar de esculturas Buenos Aires, pero sólo logró emplazar una gran pieza, «El canto del pájaro que vuela» en la localidad de Utsugushi-Ga-Hara, Japón.
Actualmente se puede ver en la Galería Calvaresi Contemporáneo: Martín Blaszko, la armonía con el cosmos, una pequeña y elegante exposición de distintos períodos, curada por María José Herrera, destacada licenciada en Artes, investigadora y curadora.
En las obras que están expuestas, podemos identificar tres etapas:
La primera, cuando formó parte del movimiento Madí, líneas y tensiones puras, ausencia del color o la aplicación de los colores primarios.
En la segunda, sus figuras adquieren más plasticidad, inspirado en el movimiento moderno. Se vuelve más expresionista, con más volumen y materia.
En la tercera, realiza una síntesis de las etapas anteriores. La técnica constructiva forma parte visible: deja de manifiesto las tensiones que se ocultan detrás de las formas, las expone y le agrega color.
En cuanto a la primera etapa, y la inserción de Blaszko en la escena artística, poco tiempo después de llegar a esta ciudad, un amigo que estaba vinculado con el ámbito de la cultura, lo invitó a una exposición que se hacía en la casa de Grete Stern. Quedó fascinado con lo que vio: Cuadros raros con marcos recortados, planos lisos divididos por rectas sin curvas, «Esas impresiones quedaron por días en mi cabeza y decidí pedirle el contacto a mi amigo para llamar al artista que más me impactó, era Carmelo Arden Quin», dijo el artista en una conferencia.
Tiempo después de establecer un entrañable vínculo, Arden Quin le dijo «Martín, vamos a lanzar un movimiento que se va a llamar Madi» La esencia era crear arte abstracto no figurativo con una rítmica particular, imponer la dinámica en el lenguaje y la contradicción de la vida moderna, y así lo hicieron.
Una obra resultó fundamental en la carrera artística: «Monumento al Prisionero Político Desconocido», premiada por el Institute of Contemporary Art of London en 1952 y exhibida en The Tate Gallery of London junto a otros grandes escultores internacionales como Max Bill. También participaron del concurso internacional de esculturas, nombres por todos conocidos tales como Barbara Hepworth, Naum Gabo, Pietro Consagra, Alexander Calder o el inglés Reg Butler, quien se llevaría finalmente el premio entre un elenco de propuestas, cuyo denominador común sería la completa deshumanización de la obra de arte. Cabe señalar que fue Herbert Read, prestigioso crítico y uno de los jueces de la competición, quien tuvo el acierto de agrupar a todas las esculturas que llegaron a la ronda final con el título de «geometría del terror».
A lo largo de su trayectoria, Blaszko recibió grandes satisfacciones como ser seleccionado en 1952 por prestigioso critico Julio Payró, para representar a la argentina en la Bienal de Sao Paulo. También formó parte del envío nacional a la Bienal de Venecia en 1958 y 1960. En 1956 recibió la medalla de Bronce otorgada por el Senado de la Nación y en 1990 participó de la exposición Latin American Artists of the XX Century, organizada por el Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York, entre otros.
En los últimos años de su vida, el artista tuvo una exposición individual en el MAMBA, y una de sus esculturas en la explanada de la terraza del MALBA, poco tiempo antes de fallecer en el 2011.
«Lo que más me llamó la atención de la obra de Blaszko fue que pensó estas piezas como esculturas públicas y con una escala monumental», afirmó Herrera, sobre la investigación que hizo para la muestra que curó Calvaresi Contemporáneo. Pero la monumentalidad para él no es «Una cuestión de altura», sino «Un asunto de organización interna de las formas y las sensaciones que el artista refleja en ellas».
Otra de las características que despertaron la curiosidad de Herrera fue el sentido profundo que tiene su trabajo «Desde sus inicios, el artista se interesó en la tensión entre los opuestos, el orden, la armonía y el lenguaje universal, por eso considero que hubo una búsqueda espiritual en su producción».
Martín Blaszko / La armonía del cosmos, da cuenta de la misión y las particularidades que lo convirtieron en un singular y relevante artista. Uno de los grandes escultores argentinos. Esta exhibición se puede visitar en Defensa 1136 San Telmo, Buenos Aires de lunes a sábado de 12 a 18 y los domingos 12 a 17, hasta el 17 de noviembre. No se la pierdan.