Matrimonio igualitario: repensando la homosexualidad
Entrevista a Marcos Ghea
«Conceptualizar la homosexualidad como una enfermedad a tratarse en análisis significaría un desconocimiento y un alejamiento de los preceptos fundamentales del psicoanálisis».
Por: Marcos Brugiati
Entrevistamos a Marcos Ghea, licenciado en Psicología, 27 años, recibido enla Universidad de Buenos Aires. Uno de sus trabajos más recientes profundiza, a través de observación, búsqueda, documentación, pensamientos y análisis de grandes autores, sobre el matrimonio Igualitario, los debates realizados en 2010 antes de ejecutar la reforma del Código Civil, las voces que hablaron a favor y en contra, la Iglesia, el manoseo de la prensa, las reacciones que genera la homosexualidad en nuestros tiempos, entre otras cuestiones.
«Intento responder a la pregunta de por qué se reacciona a veces tan mortíferamente frente a la diferencia sexual», afirma. Su escrito, titulado Matrimonio igualitario: repensando la sexualidad, originalmente fue presentado en las Jornadas Metropolitanas 2010 de Residentes de Salud Mental; luego le propusieron publicarlo en la revista de psicoanálisis Poubellication/14 y en otros espacios online.
Ghea abre el debate. Fundamenta sin tapujos ni miramientos un artículo que dio mucho de qué hablar, por abordar temáticas y cuestiones que persiguen una perspectiva y una postura personal que otros vieron como anormal desde el primer día, cuando ya se empezaba a discutir si las parejas del mismo sexo podrían contraer matrimonio. Hoy, los que antes se escondían, los que tenían miedo o estaban excluidos por ser diferentes, tienen los mismos derechos civiles que todos.
¿Por qué sentiste la necesidad de profundizar sobre el matrimonio igualitario? ¿Qué te motivó a escribir sobre ello?
El disparador que condujo a que escribiera y reflexionara sobre el matrimonio igualitario fue el tema de las Jornadas Metropolitanas 2010 de Residentes de Salud Mental: «Sexualidad, género y neoparentalidades». La ley se había sancionado recientemente y, respondiendo a la consigna de trabajo de estas jornadas, me pareció una buena oportunidad para compartir con mis colegas un escrito que plasmara cierto recorrido teórico realizado en ese momento, citando a autores y perspectivas que lamentablemente durante la carrera no son muy estudiados. Por otra parte, seguí muy de cerca todos los debates generados a partir de la mencionada modificación del Código Civil, y frente a muchas afirmaciones escuchadas en los medios y la referencia constante a la «sexualidad», en tanto practicante del psicoanálisis y a sabiendas del valor que Freud le dio a dicho concepto y su ampliación, yo sentía que no podía permanecer al margen de ese debate.
¿En qué se basa puntualmente el artículo?
En el artículo me propongo reflexionar acerca de las reacciones que genera la homosexualidad en nuestra sociedad, en particular a raíz del debate generado en Argentina por la reforma del Código Civil, que habilita a las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio. Intento responder a la pregunta de por qué se reacciona a veces tan mortíferamente frente a la diferencia sexual. Como primer paso, retomo las conceptualizaciones de Foucault en Historia de la sexualidad y su planteo acerca de los mecanismos que regulan los discursos y las maneras de concebir la sexualidad en la actualidad, destacando su conclusión de que cualquier posición sexual es, en realidad, una construcción. Por otra parte, realizo un recorte de dichos y opiniones públicas encontradas en los medios de comunicación y en los debates realizados en las Cámaras de Diputados y Senadores, que visibilizan las posturas y las ideologías que sostienen los discursos predominantes en la sociedad actual en lo que respecta a cómo se piensa la homosexualidad.
¿Cuál sería el objetivo del trabajo?
Uno de los objetivos fue el de intentar introducir un debate acerca de la posibilidad de ruptura del orden binario masculino-femenino, subvirtiendo el denominado esencialismo de la heteronormatividad y sus consecuencias sociales discriminatorias, y por otro lado, poniendo en cuestión temas como el género, la pareja y la parentalidad en tanto teorizaciones unívocas.
¿Cuál es tu postura acerca de la modificación del artículo 172 del Código Civil, en donde se habilita el matrimonio entre personas del mismo sexo?
Considero que la modificación significó un hito en la ampliación de derechos civiles en nuestro país, en particular de aquéllos vinculados a la igualdad y la libertad de las personas, y constituyó el punto de llegada de muchos años de lucha y militancia por parte de las agrupaciones GLTTTBI (Gay, Lésbico, Travesti, Transexual, Transgénero, Bisexual, Intersexual) en Argentina. Fue un arduo camino que tuvo su origen con la sanción de la Ley de Unión Civil en la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2003, y tuvo el impulso de la ley aprobada en otros países, en particular España (en el 2005), desde donde se utilizaron muchas de las estrategias judiciales implementadas para alcanzar la reforma e instalar el tema en cuestión en los medios y en la sociedad. Dentro de la comunidad gay, el tema del matrimonio constituyó un eje de debate, ya que algunos consideraban que reclamar el derecho a acceder a dicha institución representaba la incorporación y la adherencia de los homosexuales a los valores de la sociedad burguesa, cuya moral tanto los combatió y excluyó. Sin embargo, de lo que se trataba aquí era de otra cuestión: «ni un derecho menos», se escuchó decir, en referencia a que cada uno pueda decidir dentro del marco de opciones posibles, pero en un plano de igualdad jurídica, defendiendo para sí el derecho a constituir cualquiera de las tradicionales instituciones como parejas y/o familias; es decir, la transformación de un privilegio en un derecho. Supuso a su vez el reconocimiento y el amparo de una ley para miles de familias que se encontraban excluidas y no podían garantizar ciertas seguridades básicas (pensión, obra social, herencia, posibilidad de adopción, etc.) a sus seres queridos, en el marco de una coyuntura política comprometida con la causa, donde el tema se encontraba instalado en la agenda pública y en el de la mayoría de los partidos políticos.
¿Cómo crees que este gran cambio conglomeró a la sociedad?
Este proceso generó las más diversas repercusiones en la sociedad, como antes las habían generado la ley de voto femenino o la ley de divorcio, impensables anteriormente, y que para muchos sectores representaban un sueño anhelado pero difícil de concretar. Tanto la ley de matrimonio igualitario como las anteriores supusieron quiebres profundos, cambios de paradigmas y una reconceptualización de instituciones tradicionales, tales como la familia y el matrimonio, a partir de los nuevos relatos familiares.
¿Cómo sentiste la cobertura de los medios de comunicación? ¿Fue negativo el trato de la prensa?
En los medios de comunicación fue donde creo que se visibilizaron y expusieron al máximo los discursos y las posturas relativas a cómo se piensa la homosexualidad en nuestra sociedad. Muchos medios se solidarizaron con la «causa gay» y otros, en cambio, fueron grandes bastiones de la «resistencia naranja» (el color con el que se identificaron quienes se oponían a la promulgación de la ley). Por un lado, el hecho de que se hablara tanto del tema sirvió para que se instalara públicamente y se visibilizara una situación frente a la que, durante muchos años, se habían hecho oídos sordos, y para que a su vez muchos militantes y personalidades dentro de la comunidad gay defendieran sus argumentos y combatieran muchos de los prejuicios existentes. Cómo olvidar a Pepe Cibrián, casi de rodillas, preguntándole a Susana Giménez «calle o pepe» en relación con si era preferible que un chico permaneciera en situación de calle o fuera dado en adopción a una familia homoparental.
Muchas voces hablaron sobre el tema, en contra y a favor. ¿Cuáles crees que fueron los comunicadores o las figuras públicas que dieron a conocer una postura más que desafortunada?
Como se escucharon voces a favor, también en muchos espacios de la televisión y los medios gráficos fuimos partícipes de las opiniones de quienes se oponían fervientemente a la ley en cuestión. Las voces más resonantes, por el nivel de ignorancia y discriminación, provenían mayoritariamente del sector político: la diputada Cynthia Hotton, la senadora Liliana Negre de Alonso, miembro del Opus Dei, quien se convirtió en una de las más férreas opositoras a la ley, y el diputado salteño Alfredo Olmedo, mamarracho político y dueño de frases sumamente desafortunadas («Yo tengo la mente cerrada y la cola también»). Otra situación que generó mucho revuelo, por el nivel de prejuicio que transmitía, sucedió en uno de los almuerzos de Mirtha Legrand, quien le preguntó al diseñador Roberto Piazza si un niño adoptado por una pareja de gays no sufriría el riesgo de ser abusado. Prejuicios expresados en la voz de esta conductora, pero que lamentablemente expresaban la manera de pensar de los sectores más conservadores de nuestra sociedad.
¿Cómo se pensó la homosexualidad en los debates dentro de las Cámaras de Diputados y Senadores antes de ejecutar la reforma?
Durante los debates, tanto enla Cámara de Diputados como la de Senadores, a propósito de la ley universal de matrimonio, se pudo ser partícipe de las más diversas argumentaciones y exposiciones por parte de nuestros representantes: se recorrió la historia de la sexualidad, se desarrollaron análisis etimológicos, sistemas de parentesco, aportes culturales, sociales, psicológicos, etc. Las posturas más radicales contrarias a la reforma eran de un nivel de ignorancia difícil de tolerar: conceptualizaban la homosexualidad como una amenaza social, capaz de corromper la unidad de las familias, de disolver valores culturales o de contagiar patologías a la población. Se habló de que esta era una «ley del puerto», que se quería imponer al resto de las provincias, desconociendo así la situación de muchísimos jóvenes del interior que deben irse de sus pueblos y ciudades natales, escapando de años de discriminación y humillación por querer vivir plenamente su sexualidad. También se dijo que con esta ley se quería favorecer a Buenos Aires como destino gay en el mundo, y que la Argentina ahora sería proveedora de niños para países donde hay parejas homosexuales reconocidas por la ley. Muchas de estas opiniones, como sucedía con aquéllas expresadas en los medios de comunicación, simplemente lo que hacían era reflejar lo que pensaban algunos sectores de la sociedad acerca de la homosexualidad. Esta manera de pensar había sido muy evidente en nuestro país y en el mundo hasta los años 70. Sin embargo, con el correr de las décadas disminuyó, siendo cada vez más políticamente correcto defender «lo gay»; pero, a la hora de los debates por la ampliación de los derechos civiles, volvió a salir a la luz.
¿Cómo se portó la Iglesia durante el debate?
La Iglesia, en un comienzo, se mantuvo al margen de los debates generados en relación con la sanción de la ley; pero, cuando el proyecto avanzó ala Cámara de Senadores, adquirió un rol protagónico en la conducción de lo que llegó a denominar «guerra de Dios» frente al «proyecto del demonio». Quien podría considerarse que asumió el mando en dicha cruzada fue el presidente de la Iglesia católica argentina, Jorge Bergoglio, el que fuera uno de los principales colaboradores del exprimado de la Argentina, Antonio Quarracino. Este último sostuvo en 1994 que lesbianas y gays eran «una sucia mancha en el rostro de la Nación», que deberían encerrarlos en un gueto, dentro del que podrían hacer lo que quisieran… Pequeña muestra del pensamiento de este sector en relación con la temática abordada. Bergoglio encabezó periódicas reuniones episcopales donde se discutieron estrategias a implementar para impedir el avance de la reforma legislativa: por un lado, dando impulso a un proyecto de unión civil nacional, cercenando muchos de los derechos contemplados en la figura del matrimonio, y por el otro, convocando a movilizaciones y reuniendo adhesiones (casi 500.000) entre las familias de estudiantes de escuelas religiosas, para llamar a un plebiscito nacional. Lo que evidenció esta situación fue la ausencia de un límite claro entre la ley civil laica y el discurso religioso, quien fundamenta sus preceptos invocando un supuesto orden natural. Todo lo que se alejara de este orden divino supondría el advenimiento de las más terribles fantasías apocalípticas sobre el mundo tal como lo conocemos ahora.
Siguiendo con el pensamiento conservador de la Iglesia, ningún homosexual podría participar dentro de ella porque la institución no avala su forma de vida. ¿Decir «soy gay» es el fin de la participación de los homosexuales en la Iglesia?
A primera impresión, y a juzgar por la postura que asumió durante el debate, se podría decir que sí; sin embargo, creo que en los últimos años ha habido una apertura de la Iglesia, o al menos de algunos sectores dentro de ella, para intentar adaptarse a los movimientos sociales desarrollados por todo el mundo, y así evitar perder fieles.
¿Qué piensas acerca de esta frase que Clarín reprodujo en 2010? «El matrimonio gay es una falta de respeto para los católicos. Si quieren estar juntos (los homosexuales), todo bien, pero que no se muestren».
Aquí podemos volver observar cómo desde el catolicismo se confunden cuestiones vinculadas a los sacramentos religiosos con los derechos civiles, que deberían encontrarse fuera del eje de la discusión. Deja vislumbrar cómo la homosexualidad es conceptualizada como algo «inmoral» que merecería permanecer oculto y no «mostrarse».
¿Algunos profesionales siguen tratando dicha «inclinación» como una patología que debe ser analizada en psicoanálisis para encontrar «la cura»?
En el campo del psicoanálisis, la cuestión es, por el contrario, un poco más compleja. En un comienzo, cierta preocupación psicopatológica de clasificación y diagnóstico del psicoanálisis, que aún hoy sigue vigente, hizo que Foucault lo conceptualizara como un dispositivo de estigmatización sexual, como una empresa disciplinaria que hizo de la homosexualidad «una especie». Esto se debe, en gran parte, a que lamentablemente se lee de muchas maneras a Freud, y muchas de esas lecturas dentro del psicoanálisis aparecen asociadas a empresas clasificatorias y esencialistas, como aquellas que asociaron la «posición homosexual» respondiendo a una perversión: en algunas corrientes del psicoanálisis actual, ese significante sigue teniendo plena vigencia, englobando las cosas más diversas (gays, lesbianas, exhibicionistas, fetichistas, trans, etc.). El concepto de perversión aparece desarrollado por Freud en Tres ensayos de teoría sexual, donde la ubica como una de las posibles desviaciones respecto de la sexualidad entendida como genitalidad y ligada a la reproducción. A diferencia de como se lo suele transmitir, la psicoanalista Mirta La Tessa sostiene que, en este sentido, Freud construye la perversión no como una categoría psicopatológica sino como herramienta para producir la ampliación del concepto de sexualidad, incluyendo también las siguientes «desviaciones» de la mera meta reproductiva: la satisfacción sexual en los síntomas, la sexualidad infantil como perversa polimorfa, la erogenización de distintas partes del cuerpo, etc. Otro de los hallazgos en ese texto es la afirmación de Freud donde ubica que, desde el punto de vista del psicoanálisis, el interés sexual exclusivo que siente el hombre por la mujer es también un problema que debe ser dilucidado, o sea que la sexualidad para el psicoanálisis es traumática y es un problema, no sólo la homosexualidad sino la heterosexualidad también. Creo que no podemos dejar de hacer referencia al camino abierto por Freud en ese texto donde conceptualiza la noción de pulsión como no atada a un objeto predeterminado, teniendo por fin la satisfacción (con un objeto que no está ordenado por la naturaleza).
En tu caso, como psicoanalista, ¿es una enfermedad que debe ser tratada en terapia?
Considero que muchos de los malentendidos que se generan dentro del psicoanálisis parten de lecturas equivocadas del texto freudiano, en parte fundadas también por ciertas contradicciones que allí se encuentran, pero ocasionadas por la complejidad inherente al objeto de estudio abordado: la sexualidad humana. De este modo, si bien no puedo responder en nombre de todos los analistas, opino que conceptualizar la homosexualidad como una enfermedad a tratarse en análisis significaría un desconocimiento y un alejamiento de los preceptos fundamentales del psicoanálisis.
¿Qué les dices a todos aquellos que gritan con insignias y pancartas que el matrimonio igualitario es una amenaza social por corromper la unidad familiar tradicional y los valores?
Es desconocer que no existe una única manera de entender la familia, sino que esta fue adaptándose a lo largo del tiempo y a las vicisitudes de la época. Siguiendo a los sociólogos Berger y Luckmann, son los hombres quienes producen su ambiente social con la totalidad de sus formaciones socioculturales y psicológicas. El orden social es el resultado de una producción humana constante, realizada por el hombre en el curso de su continua externalización; no forma parte de la naturaleza de las cosas y no puede derivar de las leyes de la naturaleza. Siempre está abierto a la innovación y no es fijo ni inmutable. En este sentido, el matrimonio, entendido como una institución humana, responde a estas mismas leyes, y cualquier intento de encuadrarlo dentro de un marco divino, o apelando a los valores y la moral, es desconocer su origen social y permeable al cambio. En palabras de los autores: «El matrimonio corre el riesgo de reificarse (reificación como la aprehensión de fenómenos humanos como si fueran cosas, es decir en términos no humanos, o suprahumanos) como una imitación de actos divinos de creatividad, como un mandato universal de la ley natural, como la consecuencia necesaria de fuerzas biológicas o psicológicas, o llegado el caso, como un imperativo funcional del sistema social».
¿Cuánto cambió nuestro pensamiento a través del tiempo? ¿Qué generó ese cambio?
La manera de conceptualizar la homosexualidad en las últimas décadas podría enmarcarse dentro de los cambios generados por el posmodernismo, donde se pusieron en cuestión los grandes postulados que regían durante la era moderna: la fe ilimitada en el progreso, el pensamiento universal, el patriarcado, la norma heterosexual, entre otros. Gracias a los avances tecnológicos desarrollados desde los años 50 en los medios de comunicación (en particular, con el desarrollo de las computadoras), pudimos ser partícipes y acceder a un mundo globalizado, y a nuevas maneras en las que se puede conceptualizar la familia, de tolerancia hacia las libertades individuales, y el modo de vivir la propia sexualidad. Progresivamente la homosexualidad dejó de estar en un plano de invisibilidad, acerca de la cual poco se hablaba, y posicionada lejos de los intereses y del campo de la población mayoritaria hacia una visibilidad cada vez mayor, alcanzando niveles de exposición nunca antes pensados; por ejemplo, piénsese cómo, desde fines de los años 80 hasta la actualidad, fue aumentando la concurrencia a las marchas del orgullo gay, a las cuales ahora también asisten personas que no son gays; también, en las demostraciones de afecto y gestos de amor en la vía pública: ya no sorprende ver a dos chicos tomados de la mano o a dos chicas dándose un beso en la parada del colectivo.
En la actualidad no se esconden como en otros tiempos ni tienen miedo al qué dirán…
Hoy los gays no tienen terror de pisar la vereda, al menos en Buenos Aires, de recibir insultos, de ser objeto de razzias policiales en lugares de reunión o de sufrir detenciones extorsivas en la vía pública y discriminación en lugares de trabajo.
¿Y en el interior de nuestro país pasa lo mismo?
Lamentablemente, en el interior del país la situación no es la misma, allí siguen existiendo mucha discriminación, falta de tolerancia y prejuicios hacia los homosexuales. Pienso que en este sentido la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario sentó las bases para una ideología de mayor respeto y comprensión hacia el otro, barriendo con muchas de las desigualdades que hasta ese momento los gays habían sufrido en el marco de sus derechos civiles.
La personificación del gay en la televisión también ha cambiado…
Sí. Fue cambiando totalmente la manera en la cual los gays son retratados en algunos medios televisivos. La figura casi caricaturesca del gay cliché afeminado, encarnado por Fabián Gianola en Los Benvenuto, a principios de los 90, que generaba risas, mutó hasta el papel del actor Cristian Sancho encarnando, en la ficción Botineras, a un futbolista (con todo el peso que esa profesión tiene en nuestra sociedad y cómo se la liga a atributos del género masculino y al «macho» argentino) que desarrollaba una historia amorosa con uno de sus compañeros, marcando en sus escenas picos de rating. Esto evidencia entonces una modificación y cierta apertura en el imaginario social, en relación con cómo se representa en la actualidad a una persona gay.
¿Cómo se le explica a un niño que tiene dos mamás, dos papás?
En principio, deberíamos partir de la consideración de que los chicos no tienen los prejuicios de los adultos, sino que son justamente los adultos quienes les enseñan esos prejuicios. Los niños viven las cosas con mucha naturalidad, y para ellos el núcleo familiar tal cual lo conocen es así y no merece una mayor explicación. El punto problemático llega al momento de tener que explicarles a los padres del compañerito de jardín de ese chico que tiene dos mamás o dos papás. Es en esos casos donde deberían aparecer respuestas provenientes del Estado frente a posibles fenómenos de discriminación y burla, e intervenir por medio de políticas educativas cuyo fin sea la erradicación del prejuicio. A fin de cuentas, de lo que se trata aquí no es del sexo biológico de los padres, sino de sus capacidades de afecto, comunicación y sensibilidad a las necesidades de sus hijos dentro de un marco de relaciones armónicas y estables. En este sentido, el marco que proporciona la ley de matrimonio universal es sumamente idóneo y prepara el terreno para construir un proyecto de país donde todos tengan los mismos derechos y se respete a todas las personas de la misma manera, incluyendo a chicos con dos mamás o dos papás, que ahora se encuentran reconocidos formalmente y protegidos legalmente.
¿Por dónde se empieza para elaborar un proceso de deconstrucción de valores, creencias ya establecidas, cerradas, naturalizadas?
Fundamentalmente se debería asumir una postura crítica acerca del conocimiento dado por supuesto y hacia nuestra manera de comprender el mundo, incluyéndonos a nosotros mismos. Esto supone reconocer que muchas de las categorías que utilizamos para entender la realidad que nos rodea son históricas y culturalmente específicas. En esta línea se encuentra el trabajo de David Halperin, quien se propone descubrir y describir la historia de la sexualidad (en particular, en la antigüedad clásica), con el objetivo de cuestionar la naturalidad de lo que generalmente tomamos como esencial en cada uno de nosotros. Supone un trabajo arduo de reflexión y cuestionamiento permanente pero necesario para deconstruir muchas de nuestras creencias naturalizadas.
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