Entrevista a Ilda Rodríguez (1º parte)
Entrevistamos a Ilda Rodríguez, psicoanalista y presidente de Mayéutica, en una charla sobre las Jornadas del 35.º aniversario, que se estarán llevando a cabo durante los días 21 y 22 de septiembre en la Biblioteca Nacional.
Por Alejandra Santoro
La Institución Psicoanalítica Mayéutica cumplirá en septiembre 35 años de incesante labor por los senderos de la praxis psicoanalítica, lo que hace de ella una de las instituciones lacanianas más antiguas local e internacionalmente. Desde su fundación, por iniciativa de Roberto Harari, Mayéutica trazó el rumbo en pos de un objetivo esencial: la formación de analistas en torno de las enseñanzas que es necesario cultivar para encauzar una clínica lacaniana. En esta oportunidad entrevistamos a la psicoanalista y presidente de Mayéutica, Ilda Rodríguez, en una charla sobre las Jornadas del 35.º aniversario y sobre el rol de la institución por fuera de los confines de la clínica, es decir, su papel a nivel social.
Mayéutica cumple 35 años de labor a través de la teoría y la praxis psicoanalítica, en torno a las enseñanzas de Freud y Lacan, que hacen de ella una de las instituciones lacanianas más antiguas local e internacionalmente. Contanos acerca de cómo se llevará a cabo el festejo, qué temas se tocarán y debatirán y de qué se trata aquello que celebrarán en estos 35 años.
El título de la jornada es Deseo, deseo del analista, deseo de psicoanálisis. En la presentación hay un párrafo que reza: «Mayéutica, 35 años en la civitas». Este concepto de la civitas romana lo tomamos de un texto de Roberto Harari que se llama Palabra, violencia, segregación y otros impromptus psicoanalíticos, para diferenciarlo de la polis griega. ¿Por qué esa diferencia? Porque en el psicoanálisis, en general, se suele hablar del psicoanálisis en la polis, en el sentido de lo que no es sólo el psicoanálisis en intención, o sea, en la cura, sino el psicoanálisis en extensión, que es todo lo que no sea en la cura; por ejemplo, los debates psicoanalíticos entre analistas, el encuentro con otros discursos, el poder intervenir sobre cuestiones que pasan en la ciudad, en el mundo, y que se consideran como minitraumatismos que pulsan por manifestarse, y entonces el psicoanálisis, en esa latencia del acontecimiento, tendría algo para decir. Esto es clásico en el psicoanálisis, desde Freud, quien escribió, entre otros, Psicología de las masas y análisis del yo, El malestar en la cultura, por ejemplo. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre la polis y la civitas? Roberto Harari afina el tema de la ciudad, desde el Lacan del Seminario III, quien plantea esta como un punto de cruce, un entrecruzamiento, una encrucijada, y también desde Máximo Cacciari — pensador italiano muy importante—, quien destacaba la polis griega afincada en el origen, en lo étnico-religioso, en lo que implica sede y lugar, en el arraigo, de lo cual derivaría la incapacidad de la polis para absorber e integrar lo diferente. En cambio, la civitas, al gestarse con base en el acuerdo sustentado por los civies —quienes priorizaban la reunión pactada, acordando colectivamente las leyes para vivir en el mismo lugar—, privilegiaban una meta, el crecimiento, antes que el origen étnico y/o religioso. De modo que dicha ciudad (civitas) no es genuinamente monolingüe, sino al menos bilingüe. Y siendo que, como nos enseña Cacciari, se trata de «gente diferente que viene de todas partes, que habla todas las lenguas…», hemos intentado, con nuestras invitaciones, sostener los cruces de lenguas propiciatorios de una posible polifonía inventiva. Entonces esta idea es bastante interesante para pensar en por qué se habla de los 35 años de Mayéutica en la ciudad, no solamente en la comunidad analítica, de la cual es una de las instituciones más antiguas, pero no sólo de Buenos Aires sino del mundo.
La temática conlleva el reconocerse en ese punto de confluencia, de encrucijada, donde se deja leer, no solamente el malestar en la cultura, como planteaba Freud (lo escribió antes de la Segunda Guerra Mundial, y ya no estaba entre nosotros cuando los campos de concentración). De esto dará testimonio Lacan, que trabajará otra versión de lo que se llama el malestar en la cultura, y tendría que ver con la facticidad Real, que interroga directamente la desaparición de los cuerpos, el aniquilamiento y el exterminio, aludiendo a algo que en algún momento pudo haber sido evidente, que luego parece haber desaparecido y que, sin embargo, retorna.
Lacan vaticinó, con su análisis de lo in-mundo, tales efectos no deseados de la ciencia, y Harari avanza la idea fundada en lecturas minuciosas y sagaces sobre la cuestión, acerca de que la Shoah fue algo programado, valiéndose a la postre del punto de vista filosófico, en el sentido de que el mismo Heidegger habla de un espíritu de la raza, y Hitler se apoya en una cuestión filosófica, científica e higienista para justificar, directamente, esa desaparición de los cuerpos. Precisamente en un artículo del libro póstumo en castellano de Roberto Harari, que se presentará en las 35.º Jornadas celebratorias de Mayéutica, ¿Qué dice del cuerpo nuestro psicoanálisis?, su autor hace extensas referencias a esta circunstancia, en una novedosa investigación sobre el cuerpo, la ciencia y el psicoanálisis.(1)
Decía entonces, la eficiencia del psicoanálisis no se limita a la cura, sino que efectivamente está también en el mundo, a tal punto que Lacan habla de in-mundo para insinuar que está metido en él. Hay un ida y vuelta: del avance del psicoanálisis en la cura, hacia y desde fuera de los confines de esta, donde aquel es convocado a decir y a incidir, al modo de una intervención ética respecto de los mass-media o en su presencia en la universidad, o su despliegue en las instituciones y escuelas psicoanalíticas, ya que se vale de una intervención quirúrgica —decía Freud—, a diferencia de las cosméticas. Esta es la manera de celebrar nuestros 35 años.
El tema que se va a poner en debate en la Biblioteca Nacional, el 21 y el 22 de setiembre es, como te decía, Deseo, deseo del analista, deseo de psicoanálisis. El deseo sabemos que es un concepto basal para el psicoanálisis, y este es un modo de ponerlo a declinar, no en el sentido de la caída sino como los verbos, a conjugar. En cuanto al deseo del analista, el pivote de la cura, que no es el deseo de un analista en particular, sino que es un operador en la cura analítica que implica el deseo de analizar. No es un deseo personal, sino que es un operador psíquico que hace a la dirección de la cura en el sentido de que es un deseo más fuerte que la muerte —enseña Lacan—, porque tiene que ver con la castración, con un vacío, un corte, donde lo más importante en el sostén de esa función del analista es hacer hablar al analizante oyéndose decir y que se diga… En fin, en el deseo se trata siempre de algo puntual, aunque es transindividual e indestructible. Y la tercera noción, que es deseo de psicoanálisis, es donde se pone a jugar la extensión del psicoanálisis —en ocho interior con la intensión—, que implica una dimensión de revuelta —como dice Kristeva— siempre sometida a las circunstancias y al azar, para enfrentar la velocidad que enmascara la inconsistencia de nuestro mundo contemporáneo; mundo con el cual el deseo nunca se ha llevado bien. De hecho, para que sea un auténtico deseo, no puede tener relación más que con una causa ausente. Esta noción novedosa, apenas proferida por Harari en un seminario del año 99 —tomada de Badiou y referida al deseo de filosofía— había empezado a ser desplegada en un trabajo de importación hacia el psicoanálisis, como siempre hicieron Freud y Lacan, y que nosotros continuaremos en nuestras Jornadas.
Hablanos sobre la historia de Mayéutica y su fundación, por iniciativa de Roberto Harari.
Mayéutica fue fundada el 23 de septiembre de 1977 por Roberto Harari y un grupo de analistas que lo acompañaron en tal empresa. La fecha coincidía con un aniversario de la muerte de Freud, y allí nace Mayéutica. Por empezar, desde la fundación se abrazó la causa de muchas instituciones lacanianas que se fundaban por esa época, a los efectos de ahondar en la enseñanza y la transmisión del psicoanálisis, y fundamentalmente del lacaniano, leyendo a nuestros maestros, Freud y Lacan. Mayéutica tiene cierta marca y estilo en la cuestión de la enseñanza del psicoanálisis. Harari dictó durante más de veinte años su Seminario, todos los martes, en Mayéutica, donde se daban cita semanalmente numerosos analistas, cuya asistencia excedía largamente el número de Miembros. Otro trazo de Mayéutica es la invención y la fundación de organizaciones de analistas, tales comola Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Convergencia-Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano y el Centro de Extensión Psicoanalítica, por ejemplo, donde Harari era llevado en representación de su amada Mayéutica, en su puesta en acto decidida del deseo de psicoanálisis. El porqué de estas invenciones comporta el fuerte deseo de seguir sosteniendo el discurso psicoanalítico y su avance. Sobre todo, surgen a partir de la enorme problemática que se presentó por la separación o el divorcio de las instituciones psicoanalíticas que se comenzaron a fracturar. Entonces, uno de los objetivos de la fundación de Convergencia, por ejemplo, fue poder reunir en su seno las diferencias que hicieran de soporte en esta red multiinstitucional e internacional, sosteniendo y coadyuvando a las propias instituciones que hoy la conforman, a producir para cada institución un Otro, una hiancia, que propiciara una apertura de lo «familiar o sectario», haciéndonos falta y agujero propiciatorio del avance del psicoanálisis. Uno se encuentra con otros analistas de otras instituciones que dicen de modo distinto porque, al haber lectura de textos, hay interpretación y periodización de la obra de los maestros, y además, como el psicoanálisis es una praxis, lo que decide es lo que acaece como experiencia de un trazo en lo Real de una cura, para cada quien.
Otro trazo de Mayéutica reconocido por otros analistas es su modo de transmitirla clínica. Digamos primero que nuestra institución está organizada en secciones, cada una de ellas se ocupa de articular diferentes aspectos de nuestro quehacer cotidiano; por ejemplo, la enseñanza, la clínica, la extensión, entre otros.
Retomando lo que venía diciendo, diría que es por todos consabido que la transmisión de la clínica implica una imposibilidad del pasaje a lo público de lo que sucede en una cura, porque es una experiencia; pero, si no se puede transmitir ni hablar, sería como un misterio, una cosa inefable; por ende se busca un modo, un artificio para poder hacer algo en relación con esa experiencia. Hay lo que no es transmisible, que es del orden de esa textura que se constituye entre estos dos que se hablan: analista y analizante. Por ende, nosotros tratamos de mantener —en la formación de analistas— el objetivo innegociable de buscar una episteme afín con el discurrir de las sesiones en análisis, en el pasaje de lo privado a lo público de esa experiencia. ¿Cómo? Por ejemplo, implementado artificios donde se habla sin ayuda de papeles, ni notas, ni ayuda memoria; el analista relata lo que en él se hace caso, y el que escucha ahí no consulta libro alguno —como en la sesión analítica—, sino que, después de escuchar lo dicho por el analista presentador, va a ir interviniendo, articulando la teoría, y se irá armando una ficción de aquello que se escuchó, teniéndose en cuenta los lapsus del analista, los cambios de tono, el relato de los sueños, de los actos fallidos, las indecisiones en el habla, etc. De ahí que se diga que el analista hablará desde una posición analizante, no porque asocie libremente, sino por su posición de hablante. Entiendo que este modo de transmitir la clínica —confirmado por otros, por supuesto— es una singularidad de Mayéutica.
¿Cuáles son los grandes objetivos que se pregonan desde Mayéutica?
Uno es la difusión, la transmisión del psicoanálisis lacaniano. En ello se juegan la transmisión de la clínica y la formación de analistas. Nosotros decimos del no-todo analista, porque no hay analista todo, porque como la castración funciona, siempre estamos en el punto de dar pruebas —cada vez— vía la lectura de esa enunciación, de nuestra posición analítica. Por eso te decía que el deseo de analista, este operador que hace posible la dirección de la cura, puede caer, y a raíz de esto es que el analista tiene que analizarse, es una condición. Todo analista tiene que estar analizado, hacer análisis personal, al cual Freud lo llamó didáctico, pero es didáctico a posteriori. Luego está el análisis de control, los analistas recurren a otro analista para controlar, no los casos, sino que funcione el deseo de analista, que haya análisis en las curas que llevamos a control. Entonces, el análisis personal y el de control hacen que continuamente esto sea puesto en acto, sea puesto a prueba —junto a la lectura de los textos de los maestros— en la Institución, que es el cuarto eje de lo que consideramos nuestra formación permanente como psicoanalistas. Que esto sea considerado dice que sea trabajado allí, poniendo en juego la castración en cada uno.
A propósito, se ha ideado en Mayéutica una metodología que se denomina Designaciones de Miembros Analistas (MA), que no son de una vez y para siempre; por lo tanto, deben ser sostenidas por el trabajo del MA en la institución, dando pruebas permanentes de su formación suficiente. En este punto, la relación al saber que tiene el analista se pone en cuestión, porque el psicoanálisis no es un saber que se implanta. El psicoanalista es al menos dos: uno que trabaja, opera, escucha y analiza, y otro que de eso hace teoría. Está entregado a esa praxis, pero a la vez trabaja con esa praxis, porque de lo contrario no habría experiencia alguna.
Respecto de la formación de analistas, se ofrece el Programa de Formación en Psicoanálisis, para quienes quieren iniciarse o continuar su formación, donde se trabajan los textos de Freud y de Lacan, y también se comienza a escuchar, a trabajar la cuestión clínica —como venía diciendo— a través de presentación de casos y su articulación.
En Mayéutica hay, como en cualquier otra institución, aquello que está instituido, al modo de un hilo conductor de constancia y permanencia en cuanto a los principios devenidos de una postura lacaniana no ecléctica y transmitida ya a varias generaciones de analistas; por cierto, hace al modo de transmisión del psicoanálisis, de la clínica, del encuentro y el debate con otros analistas de otras instituciones del mundo acerca de ciertos temas. A la par, está el otro aspecto, que es lo instituible, lo que se va modificando por el quehacer singular de los consecutivos Consejos Directivos. Ahora bien, aquellas cuestiones que han cristalizado son las que hacen síntoma, y el síntoma es lo que no anda, y esto siempre va a manifestarse; pero es, precisamente, sobre lo que hay que trabajar, ahondar e interpretar. Esto es en la medida en que el trabajo con la teoría y la clínica va presentando renovados desafíos, es que lo intentamos a través de la invención de nuevos artificios.
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Nota
(1) En LaPsus Calami. Revista de Psicoanálisis N.º 3, se publicará un fragmento de este capítulo sobre la temática referida.
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Ilda Rodriguez. Psicoanalista, miembro analista (2010) y presidente de Mayéutica-Institución Psicoanalítica. Representante en la Comisión de Enlace General de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano. Integrante del Comité Editorial de LaPsus Calami. Revista de Psicoanálisis. Profesora asociada en Seminario 1, Facultad de Psicología de la Universidad de Morón.