El Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén tiene el honor de recibir la muestra “París-Nueva York-Neuquén” de Marta Minujín, una de las artistas plásticas consagradas tanto en el país como en el concierto cultural y artístico internacional.
Esta exposición está conformada por obras que atraviesan no sólo la fecunda trayectoria de esta creadora sino también buena parte de la historia del arte argentino de mediados del siglo XX al presente.
Surgida en los albores experimentales de los años 60, Marta Minujín fue construyendo su propia historia a la par de una obra que transitaba la senda de las grandes transformaciones del arte moderno de entonces.
Aquellos años fueron tiempos de experimentación, de desprejuicio y ruptura, de un nuevo lenguaje nacido para expresar el vertiginoso devenir de la época.
Semejante convulsión cultural no hubiera sido posible en la Argentina si no se hubiera vivido uno de los períodos de mayor libertad del que se tenga memoria. Tres años, bajo la presidencia de Arturo Illia, caracterizados por la prosperidad cultural, un inusitado apoyo a la educación y la cultura y el profundo respeto por los derechos de los argentinos.
La obra de Marta Minujín es heredera de ese tiempo de libertad que vivió el país. La muestra comienza en el hall del museo con una obra emblemática de Minujín –la Estatua de la Libertad de Cerezas- que sintetiza en gran medida el espíritu y la idea de que la libertad es un fenómeno individual y a la vez colectivo, que se comparte socialmente.
Pero también en sus obras late aquella osadía, aquella trasgresión de los años 60, y esta muestra abre a las nuevas generaciones una puerta a esos años con videos y documentación de sus inolvidables experiencias en el mítico Instituto Di Tella, movidas como La Menesunda y otras performances que sacudieron la modorra social.
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“París-Nueva York-Neuquén” va pasando por cada capítulo de esa biografía interminable de Marta Minujín y va recalando en tramos significativos de su trabajo como sus pinturas, sus esculturas facetadas, la serie Los Meses del Año, los vidrios intervenidos, testimonios de su Torre de Babel de libros, la Torre de Pan de Joyce, sus encuentros con Andy Warhol o con la doble de Margaret Thatcher para el pago de la deuda externa, entre otras.
Y de este inventario de invenciones irrepetibles, dos que tienen profundo sentido en nuestra historia. Una, su trabajo con cenizas del volcán Puyehue en colaboración con los artistas David Lamelas, Leandro Katz y Horacio Zabala. Una lectura artística de un cataclismo de la naturaleza abatido sobre la Patagonia.
Y el otro, el Partenón de Libros de 1983, esa mega-instalación en homenaje a la recientemente recuperada democracia argentina, que reprodujo en la Avenida 9 de Julio el célebre templo de Palas Atenea de la Acrópolis de Atenas, pero con miles de libros prohibidos por la dictadura militar. Tras su desmantelamiento, los libros fueron donados a bibliotecas públicas de todo el país. Una doble alegoría. Por un lado, miles de libros prohibidos para que la gente lea, y por el otro, el templo de la diosa de la sabiduría. La artista dejando su mensaje a la naciente democracia argentina de que sólo con cultura pero en especial con sabiduría, quedarían atrás tantos años de atraso y muerte.
En este punto, podríamos decir que Marta es una artista universal y también de la Patagonia, y su llegada a nuestra ciudad y a nuestro museo es, en cierto modo, el regreso a casa de una amiga y vecina.
Firma: Oscar Smoljan
Director del Museo Nacional de Bellas Arte, Neuquén.