A principios del 2012, falleció Naum Goijman, artista y docente, tanto dentro como fuera de las aulas. Aquí, una necrológica tardía de uno de los precursores de la pintura conceptual en el país.
Por: Barbara Roesler
Los primeros días de enero encontraron a los amantes del arte con una noticia amarga: Naum Goijman, uno de los más respetados plásticos del país, fallecía a sus jóvenes 96 años. Tras de sí, dejaba una obra prolífica, no solo desde el punto de vista pictórico sino también docente: semillas sembradas en los cientos, tal vez miles, de alumnos a los que les enseñó a ser libres, a ser ellos mismos por sobre todas las cosas.
Goijman había nacido el 23 de mayo de 1915 en Buenos Aires, en el seno de una familia judía proveniente dela Rusiazarista. Las horas pasadas en el taller de su padre ebanista dieron en él sus frutos: el amor por el trabajo, la responsabilidad y el manejo de las formas serían pilares en su vida de creación.
De naturaleza inquieta, recorrió en la década del 40 parte importante de Latinoamérica —Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Bolivia y Venezuela—, en un intento por sumar experiencias que luego, claro está, serían plasmadas en lienzo. Sus viajes a Europa también hicieron lo suyo en este artista que, públicamente, se reconoció como hijo de la unión entre el Viejo y el Nuevo Continente.
Goijman artista
Su amor por el dibujo y la pintura toman forma en la década del 30, cuando inicia sus estudios. Cursa en la Escuela Nacional de Artes entre 1933 y 1938, y se gradúa como profesor nacional de Dibujo. Luego, y hasta 1941, lo acoge la Escuela Superior de Bellas Artes «Ernesto de la Cárcova», donde obtiene el título de profesor superior de Pintura.
Artistas de la talla de Emilio Centurión, Enrique Larrañaga, Alfredo Guido y José Fioravanti fueron sus maestros y mentores. Sin embargo, fue por más: en 1952 viajó a Francia y cursó como asistente libre en la escuela del Louvre, de París. Allí se quedó hasta 1955, compartiendo tertulias con los argentinos Bruno Venier, Alicia Peñalba y Carmelo Arden Quin; los franceses Jean Le Moal y Nicolas De Stäel; y la pareja de Sara Schlugger y Wifredo Lam. La vanguardia se podía respirar.
Este recorrido académico le permitió incursionar, en sus primeros años, en el arte figurativo. No obstante, llegada la mitad del siglo XX, opta por las obras abstractas geométricas, colocándose así a la vanguardia de su época. Con el correr de los años, vira hacia el uso de colores oscuros, en lo que él mismo llamó su «época negra», para después, en los 70, volver al figurativismo y, tras él, a la abstracción figurativa, siempre con formas y colores brillantes.
Sus cuadros se caracterizan por viajar de los trascendental a lo personal, de las «cosas del espíritu» a los sentires propios. Goijman, en la plástica, se proyectó como hombre. Pero se trata de un camino de ida y vuelta: así como basó su arte en su experiencia, en su práctica, volcó también en él su sabiduría, intentando dar una respuesta filosófica a los problemas/cuestiones vitales para el ser humano, aunque siempre transformando la reflexión en concepto. Con energía, vitalidad y jovialidad, trató lo racional en contradicción, dibujó y pintó la ambivalencia intrínseca del hombre.
Con toda esta concepción a cuestas, que fue (re)elaborando a través de los años, formó, en 1950, el grupo «20 pintores y escultores», del que también fueron parte Luis Barragán, Libero Badii y Aurelio Macchi, entre otros. También cofundó los grupos «Siete pintores» (1941), «Seis pintores de hoy» (1950) y «Arte nuevo» (1955). En 2009, Goijman fue distinguido por el Gobierno de Buenos Aires, por su constante aporte y enriquecimiento al patrimonio cultural de la ciudad. Asimismo, fue durante más de 20 años socio honorario de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos.
Goijman docente
A su vuelta de París, Goijman consideró que era hora de ayudar a los artistas noveles a desplegar su creatividad. En 1956 fue nombrado profesor titular, por concurso, de la Escuela Nacional de Danzas (1958-1968), dela Escuela Superior de Bellas Artes «Prilidiano Pueyrredón» (1958-1976) y de la Facultad de Artes dela Universidad Nacional de La Plata (1966-1977).
Con el golpe de Estado de 1976, se aleja de las aulas, pero no de la docencia: abre su taller personal para que artistas perfeccionen con él su técnica.
Con el retorno de la democracia, vuelve a «la Prilidiano», donde ejerce nuevamente como docente entre 1984 y 1986, y es también recontratado por la UNLP como profesor titular. En esta casa de altos estudios, colaborará con la normalización y la realización de concursos docentes tras la época más nefasta. El dibujante Carlos Martínez, ayudante de Goijman en la cátedra de Dibujo, recuerda cómo el maestro recorría tablero por tablero para corregir a cada alumno de manera personal. «Hablaba de la vida de las formas… De pronto uno estaba dibujando y haciendo la inversa de lo que él proponía. Entonces venía desde atrás y gritaba: ¿No te he dicho que la forma tiene vida?», recuerda Martínez en el Diccionario temático de las Artes de La Plata. La UNLP le otorgó un reconocimiento académico, en 2011, por sus años de profesor en la cátedra de Dibujo.
Goijman también formó parte dela Junta Nacional de Clasificación Docente y de la Comisión Asesora de Concursos de la UNLP. Además, fue jurado de concursos docentes en las universidades nacionales de Cuyo y Córdoba.
Goijman por Goijman
Aquí, algunas reflexiones del maestro:
«Difícil es hablar sobre la pintura que uno mismo realiza, pero es un gran placer poder hacerla. La vida y sus pasiones intervienen en mis obras. Uno pinta siempre el mismo cuadro, lo que significa que se produce el cambio de imagen pero no de contenido. Por lo tanto, para poder desarrollar esa imagen, es necesario perfeccionar el lenguaje con el cual me expreso».
«¿Permitirá la futura sociedad que los hombres artistas puedan tener otra visión de la realidad que no sea su propia soledad?».
A sus alumnos: «Escúchenme, pero no obedezcan. ¡Razonen, carajo!».
«Necesitaba confrontar esas poderosas fuerzas vitales de América en la que nací y vivo. Viajé a Europa. ¿Te imaginás, flaco? Yo soy judío, es decir provengo de una cultura que rechaza ritualmente la imagen. Para colmo, hijo de inmigrantes de Rusia, país que jamás tuvo artes plásticas en sentido estricto, sino en un sentido decorativo de íconos. ¡Necesitaba ir a Europa! Allí aprendí a sentir la carnalidad de las cosas, que es como tocar y amasar apasionadamente el pensamiento occidental, tan distinto al de América y al oriental, con tus propios dedos. Y uno sale fortalecido en esa confrontación del sentimiento de lo bárbaro con la cultura clásica. (…) Quise ir a Europa para entroncar la razón, la carnalidad y tactilidad de los griegos y renacentistas con aquel sentimiento que emerge de mi ser judío y americano a la vez».
«La vida y sus pasiones intervienen en mi obra… Imagen y lenguaje me acompañan a través de todos los cambios que se operan en el hombre, cambios de crecimiento, de comprensión, de avances y retrocesos hacia el pasado y el futuro. Uno retoma lenguajes e imágenes anteriores, establece el pensamiento contemporáneo, coteja su mundo anterior con el presente».
«La ansiedad de triunfar temporalmente queda excluida de mi pensamiento; hacer lo mejor posible, bellamente, humanamente y contemporáneamente son el fundamento de mi trabajo».
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