Oficina de entrenamiento de objetos vagos
Por Pilar Altilio
Sebastián Gordín presenta una experiencia diferente en Central de Procesos, el espacio de la Dirección de Cultura Municipal de San Isidro dentro de la sede de ese organismo oficial, hasta fines de vacaciones de invierno.
Hace tres años Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general del área, comenzó a preguntarse de qué modo activar las salas existentes en el edificio histórico de la dirección a su cargo. La idea giraba en torno a comprender mejor el arte contemporáneo en su diversidad, procediendo de otro modo al tradicional y activando la participación, lo que significaría un reto tanto para la institución como para los artistas convocados. Así nació Central de Procesos y Jaureguiberry lo define como «una especie de laboratorio que nos permite adentrarnos en los procesos de artistas contemporáneos, aprender en el hacer». Pasaron por allí Marcela Cabutti (La Plata, 1967) y Nushi Muntaabski (Buenos Aires, 1963) cada una diseñando una experiencia relacionada a su producción. Actualmente y hasta fines de vacaciones de invierno estará Sebastián Gordín (Buenos Aires, 1969), otro destacado artista argentino que acaba de ganar el Primer Premio Adquisición de la Fundación Federico Jorge Klemm, con una sólida carrera desde finales de los años 80’ y un corpus de obra que la teórica Graciela Speranza define como un «ilusionismo juguetón de los detalles».
Las obras de Gordín son habitualmente muy obsesivas en su desarrollo, terminan teniendo un sello propio que el artista mide rigurosamente para que cada pequeña miniatura quede impecable dentro de un esquema de producción donde siempre aparece el toque de humor o la constancia de algo grave de lo que no fuimos testigos. Convocarlo para este plan era un desafío interesante pues debía pensar un modo de abrir y no clausurar cada obra como habitualmente hace, mediante una caja trasparente. Su familia colaboró y decidieron llamarlo Oficina de entrenamiento de objetos vagos. Se prefirió llamarlo oficina antes que laboratorio ya que necesitaba que el acceso al material disponible fuera controlado. La forma sería recrear una biblioteca, con sus fichas, sus piezas numeradas y el control de dos bibliotecarias. Los objetos se ofrecen en vitrinas y tienen una identificación de números. Se solicitan una vez seleccionado y con el objeto se pasa a unas mesas de entrenamiento donde no sólo se puede leer la ficha correspondiente, un texto más poético que descriptivo, sino que podemos tocarlos, reagruparlos, ejercer sobre ellos una exploración atenta o describir un nuevo agrupamiento mediante el dibujo. La variedad es por demás interesante, desde una pequeña mesa que tiene crines de caballo en el hueco entre las patas, hasta un ajedrez escalonado que cambia por completo el uso del juego en relación a las jerarquías habituales. Aparecen juegos visuales como espejos para encontrar formas sugerentes poniéndolos perpendiculares a una lámina de madera fina, objetos comprados en ferias de segunda mano, cajas de pequeños ladrillos de diferentes tamaños para construir algo efímero. Una vez satisfechos, podremos volcar nuestras impresiones en otra ficha y reintegrarlo a la bibliotecaria para que pueda volver a su lugar.
Es una saludable experiencia que convoca a todas las edades por igual, ya que despiertan curiosidad, apelan a lo creativo, rompen la barrera del no tocar y nos introducen de un modo completamente diverso al universo gordiniano. «Son objetos vagos en los dos sentidos – aclara Sebastián- vagos porque no han estado activos, e imprecisos porque no tienen un destino, una vaguedad de uso, por eso mismo merecen un entrenamiento desplegado por muchos otros que sean capaces de sacarlos de su estado latente». Es que han estado en su taller sin ningún requerimiento especial, son sobrantes de otras piezas o forman parte de juegos creativos con que el artista desarrolló alguna de sus obras. Su hija Gaia y Vanna Andreini han escrito algunas definiciones no tan específicas para objetos tan extraños como las Monedas Vírgenes, donde se puede leer: «Cuando Alejandro, que todavía no era grande, decidió iniciar la campaña de Persia, llenó sus bolsillos de monedas no forjadas aún. Esperaría sus primeras victorias para retratarse en ellas y enviar su cara orgullosa hasta los pueblos pastores».
El artista reflexiona entusiasmado con la experiencia: «Lo que me ocurre en el taller se reproduce acá, esa especie de estado gris en el que inicialmente no se sabe bien qué hacer con lo que se tiene en mano. Me interesa mucho la reacción del público, sobre todo la de las escuelas, y celebro que esto ocurra. Hay una necesidad de un público de entrar en contacto con ciertas experiencias que en general ni los artistas, que estamos muy crípticos, ni los centros de exposiciones o culturales, ni las galerías ni los museos están proponiendo». Y se entiende entonces porque la concurrencia se divierte tanto en esta pseudo biblioteca que instala de un modo muy atractivo lo que Walter Benjamin sostenía sobre que el juego «siempre libera». En una época como la actual donde estamos tironeados por múltiples actividades en su mayoría rutinarias, la experiencia de manipularlos, detiene el tiempo habitual para entrar en otro sistema que nos vincula al hacer de un artista que, con su habilidad de artesano, electricista, modelista, carpintero, asocia objetos en escenarios nuevos mediante ciertos indicios que sirven para desplegar un relato fragmentado aun cuando nunca llegan a develarlo. César Aira en un prólogo de 2004 intentaba desentrañar de qué se trata el proceso y decía: «Situación» podría reemplazarse por «circunstancia» o por «momento», o más simplemente por «escena». De modo que estamos invitados a recrear algo de todo esto y divertirnos.
Oficina de entrenamiento de objetos vagos
Sebastián Gordín
Susbsecretría de Cultura
Av. del Libertador 16208, San Isidro
lunes a viernes, de 9 a 12 y de 14 a 18, y los sábados, de 14 a 18
entrada libre y gratuita
Fotografías: Carlos Furman – San Isidro 2019