Tito Andrónico o acerca de la relación entre el arte y la violencia
Por Julieta Strasberg @JulietaStras
La tragedia del dramaturgo inglés William Shakespeare es llevada a las tablas maravillosamente en un espacio inigualable como Teatro El Convento (Reconquista 269). Allí, cada sábado a las 21 horas, la Compañía de teatro estable Teatro Argentino de Cámara reinventa el baño de sangre poético que inspirara al genio londinense en 1593.
Seguramente si Shakespeare escribiera en la actualidad “Tito Andrónico”, Quentin Tarantino le compraría los derechos para convertir en un éxito de taquilla de la pantalla grande. El desmesurado arrebato de mutilaciones, violaciones y asesinatos combinado con un intenso despliegue de macabro humor, hacen de esta una trama atractiva y vanguardista única en la temprana carrera del autor. Captar los elementos de la oscura pasión del odio y lograr codificarlos en clave estética hicieron que esta obra resulte atemporal, ideal para su adaptación al cine y la televisión, como lo ha sido en diversas oportunidades. Sin ir más lejos, Tito fue interpretado en el cine superlativamente por Anthony Hopkins.
Sin embargo, llevar esta violenta obra al teatro no resulta tarea sencilla, especialmente si se quiere realizar una estetización de la violencia sin caer en lo morboso. La difícil apuesta la levantó Martin Barreiro, adaptándola de forma muy lograda. El elenco demostró su calidad actoral, con un muy buen manejo espacial. El desafío de esta obra se encuentra también en la acción, exigiendo a los protagonistas poner el cuerpo en escena, entre ellos y jugando con la escenografía, con una tarima multipropósito que recreaba los diversos espacios y momentos. Las voces amplias, los distintos tonos de voz, los grandes monólogos y diálogos se desplegaron adecuadamente, mostrando una declamación ajustada a los diversos roles.
Fernando Blanes (Tito) se destaca por su gran desempeño, su interpretación sentida, y su experiencia se ponen en juego y pesan al personificar a Tito, quien regresa abatido tras la larga guerra contra los godos del norte, que se cobraron la vida de casi todos sus hijos. En su actuación nos transmite el dolor y la locura de quien, abrumado por los fantasmas de sus hijos caídos en batalla, ofrece el sacrificio humano del hijo mayor de Tamora. Mimi Ferraro (Tamora), reina de los godos, suplica por la vida de su hijo ante los insensibles oídos de Tito. Esta decisión de venganza, sumada al rechazo del título de emperador, da comienzo a un ciclo implacable de venganzas tan horribles como grotescas.
La interpretación de Tamora, si bien es correcta, exhorta a un mayor arrojo y sensualidad de esta engañadora y vengativa mujer que no dudará en usar a sus dos sobrevivientes y degenerados hijos para dar rienda suelta a su tétrico plan de venganza. Sus artificios la convertirán en la nueva emperatriz de Roma, al casarse con Saturnino (Adrián Sett) y, en alianza con su amante moro (Oscar Sandoval Martínez) atormentará a Tito vengando su sangre, ultrajando y mutilando donde más duele, en su hermosa hija Lavinia (Pam Morrison).
En esta obra, Oscar Sandoval Martínez simboliza la oscuridad, que acompaña la acción y guía al espectador a través de la obra y por la tenebrosidad del relato. Esas tinieblas se irán apoderando de la acción, arrastrando a los personajes a la demencia, aplastando toda posible compasión y piedad.
Adrián Sett (Demetrio – Saturnino) y Fernando López (Lucio – Quirón), realizaran una excelente doble actuación, jugando mucho con la acción, con sus cuerpos, con el humor, el grotesco y la desmesura, en cada uno de ellos.
En esta obra, más que en ninguna otra del autor, la sangre clama la sangre, y queda expuesta la inutilidad de la venganza y la violencia. Cada sábado, podemos disfrutar de un clásico resuelto en una forma vanguardista, con una iluminación y escenografía que resuelve todos los desafíos que la obra presenta, y un vestuario que oscila entre lo tradicional y lo trash, típicos del tiempo apocalíptico y eterno que la obra propone.
Traer a la escena porteña esta experiencia estética que pone de manifiesto una vez más la relación del arte con la violencia, nos da la posibilidad de poner en diálogo una problemática actual. La representación de la violencia no es nueva en la historia del arte, en cualquiera de sus manifestaciones. Su mayor o menor grado de tolerancia hacia las escenas más crudas, dependerá de la sensibilidad de cada época de la historia. Podríamos decir que a cada época le corresponde su nivel de atractivo por el morbo y su estética de la violencia y la obscenidad.
El drama conocido como la más grande historia de amor de nuestro dramaturgo en cuestión, Romeo y Julieta, no deja de ser un relato del odio familiar, asesinatos, suicidios y duelos. La estética de la obra que tiene a Tito de protagonista se acerca a las obras que en la clandestinidad realizaba Goya, cuando hacía sus grabados con tintes infernales y dioses devorando a sus hijos. Aquí también Tito servirá a los hijos como el banquete amargo y macabro de la represalia.
La violencia en el arte es el fruto de aquella presente en la sociedad que el artista cataliza y sublima en la creación del espíritu. Esta lectura se desprende de las ideas de pensadores y teóricos como Vattimo, o bien el célebre psicoanalista Sigmund Freud o su discípulo, Jacques Lacan. Para este último, el vínculo entre arte y violencia ha sido una constante en la historia de la cultura, ya que el artista refleja su realidad. En tiempos del capitalismo salvaje, donde el tejido social se encuentra desgarrado y lo intersubjetivo está obstaculizado, la violencia es la traducción de una forma de ser con el otro.
Los artistas son, en definitiva, quienes mejor saben captar el sentido de la realidad y codificarlo en términos estéticos. La violencia es inherente al ser humano, y en los tiempos clásicos, modernos y posmodernos, existe un trasfondo que persiste y busca sus medios para expresarse.
Tito Andrónico en la actualidad se puede leer como la captación de la crueldad significada en términos de las artes escénicas, como la eterna denuncia y condena por la inutilidad de la venganza, de la violencia y la sangre. Una traducción estética necesaria para reflexionar en estos tiempos violentos sobre el exceso, la morbosidad de la imagen y la pornografía latente en la violencia.
TEATRO EL CONVENTO
presenta
«TITO ANDRÓNICO»
de William Shakespeare
Elenco por orden de aparición:
Fernando Blanes (Tito Andrónico), Fernando López (Lucio – Quirón), Mimi Ferraro (Tamora), Adrián Sett (Demetrio – Saturnino), Pam Morrison (Lavinia) y Oscar Sandoval Martínez (La oscuridad)
Escenografía, vestuario y diseño de luces: MB-MB
Diseño Gráfico: Adrián Sett
Prensa y difusión: Laura Castillo
Adaptación, puesta en escena y dirección general: Martín Barreiro
Sábados 21 hs
TEATRO EL CONVENTO
Reconquista 269
Informes y reservas: 4264-1101
Entradas: $ 100.- Desc jubilados y estudiantes: $80.-
TEATRO ARGENTINO DE CÁMARA- TEATRO EL CONVENTO
Es una compañía de teatro estable, de repertorio, fundada en el año 1995 y que hoy forma parte del circuito teatral de C.A.B.A. Está dedicada al estudio y puesta en escena de obras del género clásico.
Sus espectáculos han sido declarados de Interés Público por el Ministerio de Cultura de la Nación y en distintas ocasiones han sido auspiciados por las Embajadas de España, Francia y Austria .
Tiene como sede el Convento Grande de San Ramón Nonato, monumento histórico nacional que data de 1601.
Han trabajado en distintos teatros privados y oficiales de Argentina, Chile y España.
En esta sala teatral se realizan funciones durante todo el año. Dentro de su repertorio cuentan con 25 producciones.