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18 mayo, 2013

ECOLOGÍA

El comercio ilegal de animales exóticos o especies en peligro es un negocio rentable que trastoca la biodiversidad y los ecosistemas del planeta.

Por: Candela Vizcaíno (corresponsal España)

El problema no es de ahora, pero se ha agravado en las últimas décadas. Y comienzo con un dato: aunque no se tiene constancia del volumen de negocio total, ya que es una actividad al margen de la ley, se estima que solo es superado por el tráfico de armas y de estupefacientes.

Esta lucrativa actividad se basa en un trasiego de animales y plantas a nivel planetario, que pone en peligro no solo la sostenibilidad y la biodiversidad de los ecosistemas, sino también la viabilidad de algunas especies. Ya a inicios de la década de los setenta, se planteó la necesidad de aunar esfuerzos, con un convenio internacional que firmaron casi todas las naciones desarrolladas. Eso fue el 3 de marzo de 1973, cuando se ratificó en Washington la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas y Flora Silvestre. Entonces, ¿no se está cumpliendo? Parece que no, y además el problema es tan complejo que constantemente surgen nuevas amenazas.

Tráfico de animales y especies en extinción

Pero empecemos poniendo un poco de orden. El comercio de animales y plantas, en principio, no está prohibido, ni es ilegal ni tampoco tiene que ser una amenaza para los ecosistemas, siempre y cuando se haga con sentido común y generosidad para con las criaturas. Desgraciadamente, esto está lejos de cumplirse, ya que la codicia y la arrogancia humanas (que no reconocen límites) tienen mucho que ver en este auténtico desaguisado. Circunscribiéndonos a los animales salvajes (no se cuentan los movimientos de ganado), salen de su

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hábitat por distintas razones:

  • Para formar parte de zoológicos o parques naturales totalmente legales y estatales. En este caso, se intenta la cría en cautividad, y los traslados se desarrollan con respeto para que el animal no sufra ni enferme. Aquí, en principio, no habría problemas.
  • Para incorporarse a granjas, normalmente con el fin de hacer usos de sus pieles. En este caso, en Europa, por ejemplo, las normativas son muy estrictas, y se vigila que no se produzcan ni crueldad ni daño para el medio ambiente. De aquí salen las pieles de visones o pitones para calzado o cinchos, por ejemplo.
  • Como animales de compañía de caprichosos individuos de Europa y América del Norte, hasta hace apenas unos años, y de los nuevos ricos de China y el Sudeste Asiático en la última centuria. Las especies que se mueven de un lado a otro del planeta, en este caso, viajan en tan malas condiciones que tan solo un 10% logra sobrevivir. En este apartado, puede entrar desde una boa hasta un tigre. Recordemos que con esta práctica no solo se ponen en peligro los ecosistemas de procedencia del animal (al cazarse indiscriminadamente) sino también el de llegada. Cuatro boas pueden acabar con la población de conejos de un pueblo europeo, y un tigre, si se escapa de sus dueños, deberá ser abatido.
  • Además, entre las clases adineradas del Sudeste Asiático, se está poniendo de moda tener un zoológico particular en casa, y no solo con animales exóticos sino también con especies amenazadas. El dueño de esta particular Arca de Noé demuestra así su triunfo social y económico ante invitados y posibles clientes. Con esta práctica, se sigue esquilmando, aun más, la naturaleza.
  • Los colmillos de los elefantes o las conchas de la tortugas (para hacer objetos de carey), por ejemplo, también son motivo de tráfico, ya que el animal tiene que morir para que sus dientes o su caparazón sirvan como adorno. En Europa, en América, en Rusia, en África y en Asia, pueden encontrarse objetos preciosos realizados con estos restos de animales en peligro, como es el caso de los elefantes (tanto los africanos como los indios) y de la gran mayoría de tortugas de gran tamaño (ya sean terrestres o acuáticas).
  • Y, por último, también se está poniendo de moda, en ciertas fiestas (de todo el mundo), el uso de partes molidas de hueso o cuerno con propiedades diversas y variopintas según la medicina tradicional. No vamos a cuestionar aquí la eficacia del Ayurveda que, en la gran mayoría de las plantas, especialmente, está demostrando (con estudios científicos) su eficacia. Otra cosa es la oportunidad. Aunque sirva el hueso de rinoceronte (el más demandado) para curar la resaca o como afrodisiaco, ¿vale la pena tomarlo si estamos liquidando la especie?

El tráfico de especies y sus cifras de negocio

Este movimiento incesante de criaturas de un lado para otro es, por un lado, un peligro para el planeta, por las razones expuestas al principio, pero también para las comunidades aborígenes que conviven con estos seres. Por supuesto, es un lucrativo negocio, pero tan solo para los intermediarios o vendedores finales. Ni que decir tiene que el cazador local recibe unas cuentas monedas, mientras que, en un mercado de Nueva York, o en el incipiente de Bangkok, el precio puede multiplicarse por 10.000.

Más datos de este negocio: se llega a pagar hasta 70.000 dólares por un loro azul de Brasil; 1.500 dólares por una boa; 25.000 dólares por un mono; 60.000 dólares por un kilo de cuerno de rinoceronte molido, y casi 80.000 dólares por veneno de serpiente, el cual se utiliza en cosmética con un efecto, al parecer, semejante al botox (que también es veneno).

Cuanto más exótico (esto es, único), más alto es el precio que se llega a desembolsar y, por tanto, más destrucción se emplea en su captura. Como he anotado un poco antes, el traslado de estos animales se hace en condiciones deplorables. Sin agua, sin alimento, con apenas un aliento de oxígeno, se mueven en cajas cerradas con el fin de evitar los controles de las aduanas. El resultado es que la gran mayoría llegan muertos a su destino, lo que merma aun más la población. España es uno de los destinos de entrada de especies americanas, y el SEPRONA (unidad encargada de la conservación ambiental, perteneciente a la Guardia Civil) interviene cargamentos casi a diario.

La lista de animales en peligro de extinción es amplia y va desde loros, ballenas y algunos tiburones hasta albatros y algunas especies de buitres. En los últimos años, son los grandes mamíferos, como elefantes o rinocerontes, los que se están llevando la peor parte, tal como denuncia WWF. Y eso sin contar la crueldad a la que están siendo sometidos tigres, leopardos, jaguares o algunos lobos, «joyas» de algunos zoológicos privados o presa principal en cacerías de lustre.

Otros animales, siendo salvajes, se reservan como mascotas sin tener en cuenta el peligro para la salud general, por la propagación de enfermedades. En este caso, sí podemos hacer mucho, ya que en cualquier lugar del mundo existen perros o gatos que se han adaptado a vivir con nosotros con la consiguiente alegría para todos. Siempre y cuando nos propongamos tratarlos bien.

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