Por Raquel Tesone

«¿Querés ser escritor o no?». Con esta interpelación al deseo y con una modalidad provocadora, Víctor, un excéntrico y prestigioso escritor y docente de fama internacional, invita a los elegidos por él ―cuatro candidatos a novelistas― para la búsqueda y exploración de la escritura en su taller literario. Víctor es un profesor que propone un desafío apasionante: soportar los «cachetazos» a lo preconcebido y a toda certeza, y así transitar por el camino de la incertidumbre. Desde la desfachatez, el desparpajo y todo tipo de comportamiento estrafalario, llegando hasta la insolencia y con toques de soberbia, este personaje, encarnado con maestría actoral por Marrale, es heredero de Lacan y sacude mentes con la misma emotividad del maestro del film La sociedad de los poetas muertos.

¿Qué es ser escritor? Cada alumno hará su propio recorrido para enfrentar esta pregunta, que no tiene respuesta universal, encubriendo la única intención de lograr la fama y el reconocimiento del maestro. Aquí, la mirada del otro es sostén del narcisismo. Sin embargo, Víctor les provoca constantes heridas narcisísticas. Les impone seguir por un camino escarpado y doloroso, camino inevitable para llegar a parir una creación literaria. Siempre que abre una cuestión, deja a sus alumnos en cada clase formulando más interrogantes, en una suerte de pensamiento espiralado y complejo. Quizá, por eso termina la clase minutos antes, como las sesiones escandidas de Lacan, y el grupo se queda completando la clase con sus propias reflexiones.

En un principio, defenestra a Mara. Sin dudar a la hora de tirarle a la basura un escrito que le llevó seis años realizar, Víctor la arranca del efecto de fascinación que ella tiene por otro escritor y que le obstaculiza el camino, ya que se queda en la mera imitación. El profesor le pone un espejo de frente para que pueda comenzar a mirarse a sí misma. Paloma Contreras, que interpreta excelentemente este papel, desarrolla un personaje con múltiples facetas. Escondida detrás de la máscara de una intelectual con una «sexualidad inadecuada», Víctor la convoca a deconstruir todo lo aprendido para así construir su identidad. Es sumamente doloroso para Mara poder darse cuenta quién es, dejar de ser una mera copia de los que considera talentosos. El grupo comprende que Kerouac, Bukowski y otros son ellos mismos; pueden tener muchos, pocos o selectos lectores, da igual, pero solo hay un Kerouac o un Bukowski.

Víctor continúa desconcertando al grupo cuando elogia el trabajo de Nati. Nos muestra que ella, pese a su apariencia sexi y casi ligera, por lo que no condice con la idea prejuiciosa del aspecto de una escritora aguda y profunda, es genuina en su escritura. Y así como se levanta la remera, mostrando sus pechos al grupo, cuando escribe, hace lo mismo: se desnuda frente a los lectores y despliega su sensualidad sin tapujos. Nati no es una imagen, es así, y al aceptar su naturaleza, escribe con naturalidad.

El profesor nos deja otra lección con Tomás. Él es un escritor «técnicamente correcto» y que intenta gustar a los otros, con lo que toma distancia de sí, por lo que caerá indefectiblemente en el esnobismo. Esto no le impedirá hacerse famoso y hasta ser un best seller, pero nunca llegará a ser un escritor comprometido con la palabra, es decir, un Borges o un Cortazar.

El vínculo más interesante lo tendrá con Martín, interpretado por Esteban Meloni, que se luce siguiendo la complicidad actoral con Marrale, transitando por una relación ambivalente de amor-odio y de competencia con su maestro. Víctor se deja odiar con su provocación extravagante y casi pretenciosa al desafiarlo a Martín para enfrentarlo con sus miedos. Él es el que no muestra lo que escribe, no se anima, y al no exponerse, cree salvarse de la mirada del otro. El momento de quiebre surge cuando Martín puede destituir al profesor de un lugar idealizado para, en un segundo tiempo, reconocerse en la necesaria e instituyente mirada valorizadora de su ser escritor. Esta relación entre alumno y maestro nos muestra hasta qué punto la mirada del otro es constitutiva del yo y desde la cual se alcanzar un proyecto identificatorio.

Ser escritor es ir al encuentro del alma y

poder plasmarla en un papel y traducirla en palabras. Esto nos enseña este profesor: se escribe con y desde el alma. Por esto, Los elegidos apela a la autenticidad del ser que adviene en soledad pariendo con dolor, y se sostiene desde la mirada del otro, en la cual el escritor se amasa en su singularidad y en su ser.

Esta obra de teatro contiene dos ingredientes fundamentales que Daniel Veronese maneja con muchísima habilidad: el humor y la atracción sexual, que están presentes en los vínculos del grupo.