Cadena global de acciones climáticas
Por Ayelen Dichdji
La crisis climática se afronta con la colaboración de la ciudadanía y las decisiones políticas de los gobiernos de turno en todo el mundo .
El pasado 6 de diciembre fue conocido mundialmente como el 6D donde diversas organizaciones ejecutaron distintas acciones en favor del ambiente.
Los números impactan, una vez más, cuando se advierte que fueron más de 14 mil personas, 1095 organizaciones, 329 acciones concretas en 93 países con 162 ciudades y territorios gritándole al mundo la necesidad de emprender un camino alternativo frente al desastre ambiental que estamos viviendo.
El último 6D se desarrolló en paralelo a la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP25), que tuvo lugar entre el 2 y 13 de diciembre en España. La conferencia fue pensada para conseguir brindar estrategias necesarias en el proceso de negociaciones sobre el cambio climático de las Naciones Unidas. Frente a este contexto, se procuraba mantener vigente el acuerdo en la aplicación de las normas del Acuerdo de París en la COP24, celebrada en Polonia el año pasado, el objetivo principal es rever los puntos pendientes para la puesta en funcionamiento total del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. En teoría, además, la conferencia debiera servir «para aumentar los niveles de ambición para el 2020, año en el cual los países se han comprometido a entregar nuevos y actualizados planes nacionales de medidas para combatir el cambio climático. Las medidas para combatir el cambio climático se incluirán en áreas tales como finanzas, transparencia en medidas contra el cambio climático, bosques y agricultura, tecnología, desarrollo de capacidades, pérdidas y daños, población indígena, ciudades, océanos e igual de género», sostiene Naciones Unidas, y agregan que «la reunión también mostrará el bienestar de las medidas en el ámbito del cambio climático que llevan a cabo terceras Partes y ayudará a impulsar medidas por parte de regiones, ciudades, negocios, inversores y de la sociedad civil».
En la década de 1960 se comenzó a hablar de la crisis ambiental que, como señalara oportunamente Enrique Leff (1986), sólo puede entenderse como en tanto crisis de civilización cuyos factores determinantes, tanto para su desarrollo como para su profundización, exceden la esfera meramente ecológica. Es un síntoma y un cuestionamiento acerca del modelo de civilización erigido por encima del conjunto de factores que constituyen las sociedades modernas. Como tal hay que entender que los recursos naturales forman parte del desarrollo político-económico y cultural de las comunidades. Por consiguiente, sostiene Leff que las condiciones propias de los modos de producción capitalista precisan también del equilibrio ecológico, del usufructuo consciente de los recursos renovables y no renovables, de su reproducción y reciclaje. Algo que parecen no querer entender los líderes del mundo por más cumbres que presidan.
En este sentido, en la actualidad el término crisis ambiental ha quedado obsoleto frente al deterioro brutal que acontece en el planeta, por lo tanto, hoy correspondería hablar de emergencia ambiental. De eso se trata, también, el 6D un movimiento que se congrega en simultáneo para dar voz a la naturaleza. Bajo el lema «¡La ciudadanía global ya está actuando para enfrentar la crisis climática! Ahora, le toca a las autoridades», se proclama que: los gobiernos declaren emergencia climática en sus territorios; las autoridades y líderes del mundo deben comprometer acciones para que el aumento de la temperatura no supere los 1,5ºC; y que nuestros representantes garanticen un futuro a las nuevas generaciones. Estas consignas bregan por dejar la demagógica discusión acerca del cambio climático sí o cambio climático no, y pasar directamente a las acciones concretas para comenzar a frenarlo.
Jorge Tapia, el director chileno de esta campaña, comentó que esta iniciativa se ha inspirado en movimientos desplegados por los jóvenes como Greta Thunberg. Esto nos recuerda que, en rigor de verdad, los tiempos pueden cambiar, pero los problemas continúan siendo los mismos y los protagonistas -una vez más- terminan siendo las juventudes. Esto no debe extrañarnos ya que, como resalta Leonardo Murolo (2011), «alrededor de la década del cincuenta en adelante los jóvenes irrumpieron en el espacio público intentando diferenciarse de las generaciones anteriores, de la cultura adulta y en contra de la cultura dominante. Esta subalternidad se expresó en la contracultura estadounidense, la generación beat, el hippismo, los movimientos políticos y estudiantiles del 68 en Paris, Praga y Tlatelolco, sumándose luego el Cordobazo y la lucha armada en casos como Montoneros, y el episodio conocido como La noche de los lápices, de Argentina». Paralelamente a estos conflictos surgían movimientos mayormente liderados por jóvenes, quienes abogaban por la transformación del mundo que supieron generar una verdadera revolución cultural para la época, mediante manifestaciones y protestas pacíficas. En el caso del ambientalismo la lucha continúa en la actualidad con más vigencia que nunca.
Como resaltaba Miguel Grinberg ya en la década de 1980 «una sociedad que le impide a sus jóvenes el acceso a las decisiones referidas al futuro de la comunidad, fabrica peores monstruos que los que supuestamente intenta combatir». Al respecto, Guillermo Scallan, director de Innovación Social de Fundación Avina, sostuvo que «los jóvenes han sido claves». Además, agregó que «el incendio del Amazonas género un pulir de la conciencia. Además, los eventos climáticos concretos con sus efectos, como las sequías y las inundaciones, hicieron su parte. El efecto concreto y real del cambio climático es otra de las causas que ayuda a cambiar la conciencia de forma paulatina. Lo tenemos arriba de la mesa pero todavía no reaccionamos como se debe: seguimos queriendo no verlo porque verlo implica una incomodidad, la posibilidad de cambios, que aunque sean muy positivos nos sacan de nuestra zona de confort».
En definitiva, queda claro que la emergencia climática es un problema que nos copete a todos y no sólo a algunos pocos, por consiguiente, cada uno desde su lugar puede consignar alguna tarea micro o macro para comprometerse no sólo con la naturaleza, sino además con la vida en el planeta Tierra. Se apuesta, nuevamente como desde hace décadas lo hacían los primeros ambientalistas, a generar consciencia ambiental global.