«El vacío de confundir deseo con anhelo»
Por María Nieves Gorosito
El yo posmoderno es un yo vacío que busca tapar su falta saltando de anhelo en anhelo; confunde la conquista del propio deseo con la satisfacción de un pueril anhelo.
El hombre es un sistema abierto (el medio incide en él y él incide con sus acciones en el medio) que construye su subjetividad inmerso en un contexto histórico, social y cultural determinado. Y, a su vez, como ya lo dijo Heráclito, «todo cambia, nada permanece»: hombre y mundo son afectados por el constante cambio. Sin embargo, el abrupto pase de la modernidad a la postmodernidad vació de identidad y dejó sin futuro al ser.
«La necesidad, considerada por los economistas del siglo XIX el epítome de la solidez —inflexible, permanentemente circunscripta y finita—, fue descartada y reemplazada por el deseo, que era mucho más fluido y expandible a causa de sus relaciones no del todo lícitas con el voluble e inconstante sueño de autenticidad de un yo interior que esperaba por expresarse. Ahora, al deseo le toca el turno de ser desechado. Ha dejado de ser útil: tras haber llevado la adicción del consumidor a su estado actual, ya no puede imponer el paso. Se necesita un estimulante más poderoso y sobre todo más versátil para mantener la demanda del consumidor en el mismo nivel de la oferta. El anhelo es ese reemplazo indispensable.» (Z. Bauman. Modernidad Líquida, pág. 81)
De este modo, hemos pasado de la utópica idea de progreso, que culmina dilucidando una verdad o perfección última, hacia la idea de vivir la inmediatez del presente. La globalización y el consumismo empujan al hombre a la pérdida de la identidad nacional e individual, sin ellas no hay posibilidad de constituirse una identidad saludable. Para dicha construcción, el yo necesita tanto de la identificación como de la diferenciación, cada sujeto se define en relación a los demás y en relación consigo mismo. Tiene la necesidad de pertenecer a una totalidad y, al mismo tiempo, ser reconocido como un miembro particular de aquella. Esta época ha desarrollado un sistema que anula al verdadero ser y lo hace sentir que «es» en cuanto a lo que consume. De Lacan y su sujeto barrado que mediante la castración inicia su camino proyectándose en la conquista de su deseo, hacia el gran engaño de un sujeto de código de barra que instaura la posmodernidad. Este último posee una luminosidad artificial y un vacío profundo porque intenta encontrarse y afirmarse en lo que consume. El sujeto barrado desea, mientras que el sujeto de código de barra no llega a preguntarse por su deseo, lo confunde con un banal anhelo. El concepto de deseo tiene un gran peso dentro del psicoanálisis, va mucho más allá de la acción de querer algo. Implica la pérdida de un goce, es decir, la pérdida del alcance inmediato de la satisfacción, la postergación de eso que se quiere. Mientras que a lo que se anhela se lo reconoce de manera consciente, el deseo es un fenómeno psíquico del inconsciente; es ese motor que moviliza y pone en marcha al sujeto para salir de un lugar estático e inerte de la pulsión de muerte.
En el mejor de los casos, aprensión, preocupación, sofocación, palpitaciones, tensión muscular, fatiga, vértigo, sudor y temblor son algunas de las palabras que resuenan en los consultorios de los profesionales de nuestra época, mientras que en otros el sujeto sólo se queda en la automedicación, la protesta y el sufrimiento rutinario. Las manifestaciones somáticas desplazan al sujeto de preguntarse acerca de su deseo. Está a la caza de consejos, recetas mágicas, medicamentos milagrosos (lo que no quiere decir que, en determinados casos, estos sean necesarios si los prescribe un médico) o cualquier solución rápida que lo libere de la somatización de la desgastante ansiedad y de preguntarse por la causa de su angustia. Calmarla requiere tiempo para darle equilibrio, control, sentido y un trabajo personal que no compatibiliza con el lema cruel de la posmodernidad: «Ser felices todo el tiempo y suprimir el dolor ya». El sujeto vive postergando su angustia con diferentes placebos que ofrece el mercado. El hombre de hoy no es capaz de postergar el goce inmediato, de proyectar un futuro porque le urge lo instantáneo.
La memoria del pasado y la confianza en el futuro que fueron los pilares de la humanidad han sufrido un desencanto ante la preferencia de vivir el momento. En la instantaneidad se busca gratificación sin pensar en las consecuencias, pero, aunque no es erróneo permitirse vivir el momento con atención plena, esto no equivale a ignorar consecuencias, ni el pasado, ni posponer siempre la angustia.
Al sufrimiento no hay que suprimirlo mágicamente o clausurarlo, debemos enfrentarlo e interrogarlo. J.A Miller plantea que la angustia no es completamente un trastorno o disfuncionamiento. Es decir, que debemos darle lugar porque ella actúa como brújula señalando el camino por el cual el sujeto no quiere saber de su deseo; cuando esto sucede, brota el sufrimiento y la somatización. La angustia viene a ejercer en estos casos un corte en el sujeto para que este se pregunte: ¿qué me pasa?; antesala de la pregunta por el propio deseo.
Mientras que Freud sostiene que la causa de la angustia es la separación respecto de la madre, Lacan plantea que lo que le despierta angustia al sujeto es, precisamente, la falta de tal separación y, en su seminario de 1960, subraya la relación de la angustia con el deseo. Es el deseo y no el anhelo el remedio para la angustia. No obstante, este no se encuentra en algo que el hombre pueda obtener del mercado, sino en lo que lo habita, y sólo podrá surgir de aquella falta que el sujeto, a menudo, no puede tolerar. Para Lacan, la angustia es un momento de suspensión del sujeto cuando este no sabe dónde está ni hacia dónde va. El sujeto no puede reconocerse en una sociedad acelerada y saturada de información que lo atropella con sus falsas promesas y lo arrastra hacia una carrera compulsiva e imposible de anhelo en anhelo. Sin embargo, al consumir, se siente consumido, cada satisfacción lo deja un poco más vacío y lejos de lo que realmente desea.
Bibliografía:
Zygmunt Bauman (2000). Modernidad Líquida, Editorial Fondo De Cultura Económica De Argentina, S.A. Buenos Aires, Argentina.
Jacques, Lacan (2006). Seminario 10 (1962-1963). La angustia, Editorial Paidós. Buenos Aires. Argentina.