Andrés Waissman Un creador atento a su propia voz interior
Si el mundo fuera claro, el arte no existiría.
ALBERT CAMUS
Los anímales mitológicos y las multitudes fantasmagóricas que aparecen en las obras de Andrés Waissman surgen de las profundidades de su voz interior. En ellas, se perciben el desgarro y un secreto sufrimiento, retazos de tiempo anudados al compromiso con el arte y con la vida.
¿Cómo se armó tu último catálogo?
Cuando se armó el libro con los coleccionistas, la idea era hacer algo más retrospectivo, para poner todas las épocas. A mí me hubiera convenido mucho más hacer un libro con la obra de ese momento, que es más impactante para un coleccionista, pero decidimos que fuera retrospectivo porque marca desde los 14 hasta los 50 años. Hicimos también un documental en el cual aparecen obras muy anteriores y posteriores, después está el lugar que uno ocupa, el sentido del documental, y el libro implicó ayudar a la gente a que me conociera, para que vieran de dónde vengo y qué hago. El libro me sirvió para darme cuenta de que realmente había sido yo desde siempre, que no había nada forzado, que nada fue premeditadamente ligado a la tendencia que había que hacer.
Eso se nota. Mientras uno avanza en las páginas de adelante hacia atrás y viceversa, tiene coherencia. Pocos artistas lo consiguen.
Te voy a contar una cosa que me pasó hace poco y fue muy graciosa para mí, pero triste por otro lado. Yo presenté en un salón importante un trabajo, muy grande, y el trabajo fue rechazado. Hace mucho tiempo que no me rechazaban un trabajo, en general porque vas teniendo un nombre. No digamos si eso es justo o no, ya que no hay tiempo de ver mil cuadros en un día para mil jurados. Bueno, presenté esa obra, me encuentro con uno del jurado, y me dice: «Che, ¿no presentaste nada?» Le dije: «Sí, presenté». «No, yo no vi ninguna Multitud». Le dije: «¿Vos querés que presente una Multitud? Traje un Blanco Negro de más de dos metros, rectangular» (porque no me gustan los cuadrados). Me dice: «Yo estaba esperando la Multitud, y la verdad que no recuerdo haber visto nada tuyo»…
Es como si te hubiera encasillado.
Creo que así funciona la cosa. Como dijo alguien una vez: «Usted tiene cinco líneas». ¿Cómo hacés para que cinco artistas hagan cinco líneas con sus vidas? Alguien podría dedicarse a trabajar con materiales. Ahora estoy pensando qué más puedo hacer con la viruta, sin usarla como un material para modelar ni nada. ¿Qué más, tapar una figura con la viruta? ¡No! La viruta es lo que es la viruta. Para mí es eso. Yo puedo hacer cien virutas pero, si me preguntás hoy qué más se me ocurre hacer con la viruta, creo que no se agotó, pero no pasa por eso, entonces ya sé que ahí no va a haber cambio.
En algunas de tus obras, percibo un oculto sufrimiento, sobre todo en esas Multitudes que migran.
Con la palabra «sufrimiento», me metiste en un tema… Sí, evidentemente ningún trabajo mío…, es decir, son Multitudes sin puerto de llegada. Cuando yo empecé a trabajar con las Multitudes, y lo dice Fabiana Barreda en el libro, yo había recuperado mucho del paisaje argentino, de cierta obra, de cierta época del paisaje argentino. Rodrigo Alonso me pone más cerca del mundo contemporáneo, y fueron esas situaciones con las que trabajaba, a partir de hechos muy concretos. Las multitudes son un hecho muy concreto, no son un hecho detenido hace 20 años. Esto tiene que ver con un peregrinaje eterno que hay. Cuando yo empiezo con esto, comienzo con los barcos, luego hago un close up sobre las Multitudes, y es cuando logro que las multitudes sean las telas completas. Tampoco especulé cambiando los formatos, cosa que pude haber hecho. Ahí sí me agarré o me quedé en el formato tradicional de la tela, porque me pareció que también encerrarlas o darles un límite era interesante como impacto, que era esto de hablar de sufrimiento, el sufrido caminar de mucha gente.
Hablame de la etapa anterior a Multitudes.
Tengo una etapa previa que se llama Alfabeto perdido, que también tiene que ver con esto, con un lenguaje. Para mí, como idea: las Multitudes comienzan a necesitar un lenguaje; fijate que el lenguaje con el que trabajo, que también podría ser abstracto, está llevando la mirada a una hoja perdida de un libro de hace 2.500 años. Además está trabajado en color, cocido, trenzado; este croché de formas tiene que ver con letras que de repente parecen arábicas, hebreas, arameas o más recientes. Entonces hay un lenguaje que produce esa voz que tiene esa Multitud. A mí francamente eso me gustó; no seguí trabajando en esa serie porque ahí sí me parece que se agotó temporariamente; de hecho, en mi casa en Tigre estoy haciendo unas tablas chiquitas de madera que tienen que ver otra vez con el Alfabeto, porque no se terminó.
Parece que siempre hablás de la misma obra. En las Multitudes, estas pierden su alfabeto porque van a otro lugar con otro alfabeto. Ves cómo ese tema va teniendo sus desgloses en diferentes obras, territorios, lenguajes, búsquedas.
Cuando hablo de los Animales mitológicos, también tiene que ver con la multitud porque está con el lenguaje de las Multitudes, voces con entorno selvático, con los animales mitológicos que son parte de esta comunidad. Como yo mínimamente leí cosas sobre la Cábala, estas tienen que ver con las obras del Alfabeto perdido.
¿Te pasó alguna vez épocas, semanas, donde no aparece nada?
Yo he estado seis meses sin hacer nada; lo que tenés que pensar es que en meses de trabajo aparecen destellos. Picasso, cuando estaba en Italia, se había paralizado por mucho tiempo y de repente salió con las mujeres italianas, luego siguió creando. Hay momentos en que mirás las obras en general y decís «yo aquí no tengo nada que aportar». A uno lo agarran depresiones enormes, hablamos de algo muy sensible y creativo. En algunos momentos, te podés sentir un fracaso; seis meses después, empezaste a dibujar, y aparece.
Lograste una obra contundente, fuerte y dramática.
Cuando vos ves las Multitudes, cuando arranca, no solo era sobre los que no eran argentinos, que llegaron en barco y armaron la comunidad del Río de la Plata. Yo estoy pensando en eso y posteriormente, es decir, Las hileras, Los peregrinos…, hay una obra mía que se llama Los cabalistas, tienen que ver con esta muy actual situación de peregrinaje perenne. Lo tenés desde los judíos saliendo de Egipto, y hoy visiblemente. Yo nunca me aparté de eso, lo mío siempre se trata de la cuestión humanitaria, porque además es en función de lo que pasa. Mi respuesta trata de ser componedora y generosa en la obra, pero es inevitable que no caiga en lo que yo soy, y soy esto desde hace muchos años. Acabás de decirme cosas que son así y que tengo capítulos, y los capítulos los tengo del pasado.