Derecho de Sangre
Por Rafael Giménez – corresponsal en Lisboa
Portugal es un país pacífico y progresista que se jacta de ser receptivo a los extranjeros. Ex metrópoli del primer imperio de dimensión global, en su capital conviven hoy inmigrantes de todos los rincones del mundo. Pero Lisboa responde a Bruselas, y Europa lo que quiere es parar la inmigración. Y así se aprueban leyes. Y comienzan las deportaciones.
Portugal suele citarse como uno de los países más receptivos de Europa para los inmigrantes pese a que los extranjeros representan no más que el 4% de la población del país y se concentran en su mayoría en la capital, Lisboa.
Este pequeño país atlántico fue el primer imperio de carácter global y a fines del siglo XV y comienzos del XVI sus dominios se extendían por América del Norte, el Caribe, América del Sur, grandes extensiones de África, el golfo Pérsico y el Mar Rojo, la India y el sudeste asiático.
Muchos angolanos, mozambiqueños, brasileños, indios, pakistaníes, marroquíes y gentes del sudeste asiático, del Tibet, de Macau y de incontables regiones y culturas comenzaron a emigrar a Portugal. A algunos les fue bien, se instalaron en Lisboa y pusieron un negocio, otros fueron aceptando los empleos que los portugueses rechazaban, otros se instalaron en el campo, donde muchos fueron viendo reducirse sus derechos hasta la servidumbre y el trabajo esclavo.
A solidariedade imigrante
En 2007, Portugal sancionó una ley que delega lo concerniente a la inmigración al Servicio de Extranjeros y Fronteras, un organismo nacional con poder de policía y a cuyos empleados otorga la facultad de interceptar inmigrantes en las calles y solicitarle los papeles. Si su situación es irregular, se le notifica que tiene 20 días para presentar su visto de residencia o marcharse voluntariamente del país. Esta situación se resuelve, generalmente, presentando un contrato de trabajo y una carta solicitando la residencia. Pero no siempre es facil conseguir un trabajo con contrato. Y no siempre las autoridades del SEF están tan sensibilizados con la realidad de los inmigrantes.
Desde 2001, Timóteo Macedo se carga al hombro la Associação Solidariedade Imigrante, una organización de ayuda y apoyo a los inmigrantes que se organiza en base a dos pilares: autonomía y participación. La autonomía económica les permite mantener su libertad, no depender del gobierno de turno. Pero sin participación, no hay autonomía. Solidariedad Imigrante tiene 30 mil asociados y contando. Es una referencia en Portugal y en Europa.
“Esta política – cuenta Timóteo – dejó en la ilegalidad al 90% de los inmigrantes en Portugal, aunque estuvieran en proceso de regularizar su situación. A esto se le suma la ley aprobada por el Parlamento Europeo en 2008 que permite que a todo inmigrante que es interceptado en la calle sin papeles se lo deporte en un plazo de 30 días, independientemente de si está o no tramitando su residencia.”
Ius sanguinis
Con movilización y desobediencia civil los inmigrantes consiguieron algunas victorias, y están bien organizados. Pero el gobierno socialista de Portugal está alineado a Bruselas y seguirá lo que el parlamento europeo dictamine en materia de inmigración, de refugiados y (en la misma bolsa) de política antiterrorista.
Pero en Portugal no hay Ius Soli, el derecho de suelo que reconoce automáticamente la ciudadanía de un país a quien nace en su territorio soberano, independientemente del orígen de sus padres. Es decir, si una pareja de inmigrantes que vive en Lisboa de manera legal tiene una hija en Lisboa, esa niña será lisboeta pero no será automáticamente portuguesa, no para la Ley. Los hijos de esa niña lo serán, pero no ella.
En Portugal, siguiendo la tendencia europea, no basta con nacer para ser. Aquí rige Ius Sangunis, el el derecho de sangre.
De sangre europea.