El comité de Dios de Daniel Veronese
Por Raquel Tesone
¿Cuáles son las implicancias y los efectos que se desencadena en un ser humano cuando tiene en sus manos la decisión sobre la vida o la muerte de otro? Uno de los efectos es que se crea Dios. Y cuando esto se produce, se pierde la esperanza.
Esta obra teatral nos confronta con esta cuestión y también con las implicancias éticas, científicas y religiosas que atraviesa el universo de los cirujanos. ¿Y qué sucede con el plano de lo emocional en esta toma de decisiones? ¿Cómo influye y cómo muchas veces puede prevalecer sobre los criterios éticos? Se trata de decidir qué paciente de la lista de espera recibirá un corazón disponible para ser trasplantado. Y todo lo que simboliza el corazón se pondrá en juego en este grupo.
Los espectadores asistimos a una reunión de equipo interpretado por actores que nos hacen creer que podríamos estar presenciando una reunión en un hospital, y este equipo conforma un comité para decidir en cuarenta minutos qué paciente se hará o no acreedor del corazón. Allí hay médicos cirujanos, un cardiólogo, una jefa de psiquiatría, una enfermera y un sacerdote, este último invitado especialmente para participar ya que se encuentra en la lista de espera el hijo de un multimillonario que promete una importante donación. ¡Como si un cura per se podría estar exento de la implicación del poder económico!
Esta obra nos interroga sobre cuál es el papel que juega lo económico en la decisión final, así como también sobre la cuestión de la pugna de poderes en un grupo y el rol cada uno de sus miembros, que puede predominar sobre los otros criterios más bien objetivos, como la contención familiar necesaria para la total recuperación postoperatoria y el tiempo de sobrevida después del trasplante. Es ostensible la forma en que la relación de cada integrante del equipo va a influenciar sobre la decisión final. Se trata de seres humanos que deciden, además, desde su transferencia con el paciente, desde esa empatía de la que no son conscientes cuando, al creerse dioses, la humanidad parece extraviarse y extraviarlos. Sin embargo, esa humanidad trasunta en los narcisismos de cada uno, ya sea en la necesidad de prestigio, de reconocimiento, y en el deseo de ser amado. Un tema polémico que genera controversia y que nos pone de frente con nuestra sensibilidad y con la esperanza que se encuentra inserta en ella, y nunca fuera de nuestra subjetividad, por eso es que Einstein descubre con la física cuántica que el observador influye en el objeto observado.
La cuota de humor ácido no solo pertenece al texto de Mark Saint Germain, sino también a la modalidad de dirección de Daniel Veronese, que sabe cómo hacer para que el público tome conciencia desde el humor y desde los ínfimos gestos que los actores expresan. Veronese logra, por momentos, mostrarnos un equipo de profesionales debatiendo como si fueran parte de un Gran Hermano.
Nos encontramos con un elenco en el que nadie se destaca y en el que todos se lucen, marca de la mano y del estilo de Veronese, quien sabe extraer de cada actor lo mejor.