Eutopía, el lugar de lo posible
Por Rafael Giménez
Entrevista con Francisco Gómez Paz
Este año el mayor premio de diseño industrial del mundo fue para una silla diseñada y construida en Salta. Su autor, Francisco Gómez Paz, nos cuenta de qué se trata esta profesión, qué significa este logro y cuál es la relación entre lo funcional y lo bello.
El Compasso d’Oro es el más antiguo y prestigioso premio que puede recibir un diseñador industrial en el mundo. Se otorga trianualmente en Italia y muy pocos conocen su existencia por fuera del mundo del diseño, pero para quienes ejercen esta profesión obtener este galardón equivale a ganar un Oscar o coronarse campeón del mundo.
Todos estamos de acuerdo en que 2020 ha sido (y es todavía) un año atípico, sin duda, debido a la pandemia de coronavirus. Pero también hemos sido testigos de otros acontecimientos inéditos, como la de jóvenes europeos derribando estatuas de próceres esclavistas, el triunfo de la reforma constitucional en Chile, la realización de la muy prolongada salida del Reino Unido de la Unión Europea, la fuga del rey emérito de España, el regreso del MAS al poder en Bolivia y la revelación de contactos con OVNIS por parte del gobierno de los Estados Unidos, entre muchos otros hechos inesperados que, en un año más “normal” habrían bastado para hacer de 2020 un año memorable.
En el campo técnico-creativo este año también se salió de la norma: se otorgó el Compasso d’Oro a un producto diseñado y producido en Salta.
Se llama Eutopía y es una silla de madera de kiri (paulownia) fabricada en serie con tecnologías de corte láser y control numérico. Pesa menos de 2 kg, pero es capaz de soportar hasta 100 kg. Además, no lleva ni un solo tornillo o clavo. Es totalmente encastrable.
En diálogo con El Gran Otro, el diseñador industrial Francisco Gómez Paz nos cuenta de qué se trata Eutopía, el lugar de lo posible.
Un despegue afortunado
Francisco nació en Salta en 1975. Estudió Diseño Industrial en la Universidad Nacional de Córdoba y en 1998 viajó a Milán para cursar una maestría en diseño en la Domus Academy. No lo sabía entonces, pero años después él mismo habría de impartir clases en esa casa de estudios.
Año 2001. Francisco terminó la maestría, pero las perspectivas de trabajo en la Argentina no eran muy alentadoras. Encaró algunos proyectos en Milán con la idea de quedarse. En Italia hay bastante trabajo en el campo del diseño industrial, pero también la competencia es feroz. Pero Fortuna es una diosa caprichosa y lo que Francisco no sabía es que ella estaba a punto de ofrecerle su sonrisa.
«Desde el inicio he tenido mucha suerte. Mi carrera ha sido muy generosa conmigo, me regaló momentos realmente particulares y extraños desde que empecé. En uno de los primeros trabajos que hice, apenas salí de la maestría acá en Italia, gané un concurso muy importante que hizo BMW a nivel internacional para un auto en la ciudad del futuro. Eso me llevó de un día para el otro a los diarios de Italia y a la televisión y a un montón de cosas que no comprendía porque era muy joven».
Se trataba de una competición llamada A Key For Future Mobile Solutions. Francisco tenía 24 años cuando BMW le envió un avión para que viajase a encontrarse con la junta directiva de la compañía. Querían que les explicase el proyecto.
«Son regalos que me dio la carrera. Yo creo que por amar mucho lo que hago, por hacerlo de un modo muy comprometido, muy serio. Por poner mucho esfuerzo, mucho empeño en cada uno de mis proyectos; creo que eso a la larga te va dando tus satisfacciones y tus resultados».
Hoy su nombre figura entre las figuras destacadas del diseño industrial contemporáneo. Desde aquel primer reconocimiento en 2001, Gómez Paz ha ido cosechando premio tras premio: Index Award 2007, Red Dot Award 2010, Good Design Award 2010, Premio Dei Premi 2011, Compasso d’Oro 2011, Interior Design Magazine Boy Award 2015, Red Dot Award 2016, Elle Decor Award 2017, German Design Award 2018 y el más reciente: Compasso d’Oro 2020.
Eutopía y la artesanía digital
Entonces, ¿Francisco Gómez Paz ya había ganado el Compasso d’Oro en 2011? Sí, pero en aquella oportunidad el premio lo compartió con Paolo Rizzatto por el diseño de un espectacular candelabro titulado Luceplan. Pero este año el galardón tiene un valor adicional, porque significó el reconocimiento de una apuesta disruptiva, un corrimiento del eje del mundo del diseño y un llamado de atención a la industria: las democratización de las nuevas tecnologías permite el desarrollo del talento y la creatividad desde la periferia.
«El mensaje más importante que puede dejar Eutopía a la Argentina o a Sudamérica es de esperanza para esa cantidad de personas creativas y diseñadores que existen en nuestra tierra, que quizás no logran encontrar expresión para su creatividad en el tejido industrial, porque es difícil, porque es rígido, porque quizás no lo sabe comprender, pero en una de esas, gracias a la aparición de esas tecnologías que le dan potencia de creación al individuo, empiezan a surgir cosas de calidad e interesantes, que después quizás hasta son competencia para la industria tradicional».
En 2017 Francisco armó un taller en Salta y lo dotó con maquinaria de última tecnología. Su objetivo: desarrollar una silla funcional, bella y sustentable. Tres años después un jurado italiano de eminencias del diseño industrial le daba razón.
«Yo creo que el diseño en sí puede aplicarse a cualquier contexto, ya sea industrial o no tanto. Y la idea de Eutopía era eso: poner a prueba el proyecto que yo llevo adelante en Europa, donde hay un tejido industrial muy rico y muy acostumbrado al rol del diseñador, del diseño y de la creatividad en un proceso, que es un sistema que en algunos casos funciona bastante bien en producir valor, donde muchas partes de un sistema muy orgánico se alinean a la energía del diseño y acompañan ese proceso con inversiones, con inteligencia, con nuevas soluciones tecnológicas para que algo sea posible, que es muy diferente en un contexto no industrial».
Fracisco se pregunta si en la industria argentina el diseño industrial tiene el espacio central que ocupa en contextos como el italiano o el alemán, donde el diseñador es una pieza clave en los procesos industriales.
Argentina tiene un gran potencial, sin duda, y la disponibilidad de tecnologías de corte láser, control numérico y robótica, entre otras, puede ser la clave para que el país reconozca y active los mecanismos necesarios como para encaminar el desarrollo productivo nacional hacia una convergencia con la cuarta revolución industrial.
La búsqueda y los límites
La cuarta revolución industrial es un período histórico hipotético (que todavía está en discusión) que se usa para definir a la incipiente nueva era de la evolución técnico-económica de la humanidad que estaríamos viviendo.
Esta nueva fase de la civilización, también llamada de Industria 4.0, está marcada por la inteligencia artificial, el big data, los algoritmos y la interconexión masiva de sistemas y dispositivos digitales. Francisco no esconde ni pretende esconder su entusiasmo ante las posibilidades que ya se vislumbran en el futuro inmediato.
«Mi profesión tiene una fuerte relación con la innovación y con tratar de mover un poquito más allá la rueda de esto que es la evolución de nuestra especie. Yo pongo el marco de mi trabajo en esa responsabilidad, que es muy pesada y muy grande, pero a veces lográs hacer algún pequeño paso adelante que genera una gran energía, porque como seres humanos tenemos esa valoración de esa dimensión adentro nuestro. Sino, seguiríamos viviendo en las cavernas».
Es cierto. Alguien alguna vez decidió por primera vez bajar del árbol, salir de la caverna, erguirse en dos patas, afilar una piedra, controlar el fuego. Y detrás de esos pioneros, otros siguieron el ejemplo.
«Es un poco como cuando la gente se reúne a ver las Olimpíadas: cuando ves que una gimnasta se lleva a sí misma hasta el límite del fracaso absoluto y logra hacer esa pirueta que nadie hizo antes y genera la explosión del público y la admiración de los jueces. El Hombre tiene dentro esa admiración para con ese gesto. Creo que el diseño, cuando trata de tener esas pretensiones y se pone en ese marco, cuando trata de empujar lo conocido un poquito más allá y lo logra, genera una energía que es difícil de explicar».
Sí, es difícil de explicar, pero también es fácil de reconocer. ¿O acaso no estoy escribiendo yo, por primera vez en mi vida, un artículo sobre diseño industrial gracias a Gómez Paz? ¿Acaso usted, señor/a lector/a, no está leyendo esto con creciente curiosidad? El diseño pareciera tener esa capacidad de la que habla Francisco, ese poder para inspirar, para renovar la fe en el progreso, para recordarnos que solo se puede avanzar hacia adelante.
La virtud
A esta altura de la entrevista, me atrevo a preguntarle a Francisco Gómez Paz sobre la relación entre lo funcional y lo estético. Le pregunto si existe una dicotomía entre la practicidad y la belleza. Me dice que no, al menos para él. Reconoce, no obstante, que puede darse un cortocircuito entre lo funcional y lo estético cuando, por ejemplo, la premisa está puesta en uno de los dos aspectos.
«Es algo que me ha pasado: “Tenemos esto y queremos que sea lindo. Vos que tenés mano, ¿por qué no lo hacés lindo?”. Y no. El diseño nace desde adentro hacia afuera. Esa es una idea que poco a poco se plasma en una forma. No es una forma que se plasma en una idea. Entonces, si es un proceso que sigue una búsqueda de hacer la cosa correcta, siguiendo el bien, siguiendo la verdad, siguiendo en ella también la belleza, se llega a un resultado que tiene que ser armónico entre la función y la forma. En cambio, si vos estás buscando la forma por la forma, es probable que te desconectes de la realidad y no termines haciendo la cosa justa, la cosa correcta. Entonces, podés diseñar una silla muy linda, pero en la cual nadie se puede sentar».
La conexión entre función y forma es, entonces, ineludible. Francisco sostiene una idea del diseño industrial ligada al bien, a lo correcto. Se nota que al hablar de su profesión lo hace desde un lugar idealista. Se nota que Francisco ama lo que hace.
«En el mundo de hoy -reflexiona- es necesario que retomemos la sensación de responsabilidad individual. Cada ser humano, desde su lugar o su profesión, siempre puede generar algo de valor, haciendo las cosas con esfuerzo, sacrificio y trabajo; y con el tiempo las cosas se van alcanzando. Y si después eso inspira a otros, ayuda a generar un mundo más virtuoso. Espero que ese sea el mensaje de fondo, más que el diseño en sí».
Pero no se confunda, señor/a lector/a. No crea que Francisco habla desde la comodidad de quien ha alcanzado cierto estatus o cierto nivel de éxito en la vida:
«Mi carrera fue muy difícil. La única forma de levantarte todas las veces y seguir adelante pese a los obstáculos y a los “no” que uno recibe es asumiendo que no queda otra, porque es lo que amás y no podés vivir sin hacer eso».
Hacer con amor. Quizás sea esa una de las claves que explicaría cómo es posible que una silla desarrollada en Salta haya subido al podio este año junto a productos diseñados por empresas como Ferrari o Brembo, que cuentan con presupuestos millonarios y tienen a su disposición a los mejores diseñadores y técnicos del mundo.
Utopía vs. Eutopía
Algo de razón debe tener Francisco, porque su experimento ha dado resultado. La tecnología puesta al servicio de la creatividad produce frutos incluso en los contextos más desfavorables. Si volvemos atrás en el tiempo y nos ubicamos en la Universidad de Córdoba durante la década del ‘90, veríamos entre los estudiantes de diseño industrial a un joven salteño lleno de ilusiones, pero también de incertidumbres. Si le preguntásemos a ese Gómez Paz del pasado su opinión sobre la posibilidad de realizar diseño industrial en su tierra natal, posiblemente nos respondería que le encantaría, pero que se trata de una utopía. Pero el tiempo ha demostrado lo contrario:
«La diferencia es que la utopía es un ideal inalcanzable, mientras que la eutopía es el ideal realizable. Para mí era utópico hacer diseño industrial en el contexto del que vengo. Por eso, Eutopía me da mucha alegría, porque es el lugar posible».