Marina Yuszczuk: «Ser un escritor es estar en un estado de aprendizaje permanente»
Por Verónica Glassmann
Marina Yuszczuk es escritora y Doctora en Letras. Colabora como periodista y crítica de cine en el suplemento Las12 de Página12. Escribió las novelas La Sed (Blatt & Ríos) y La Inocencia (Ivan Rosado), los libros de relatos Lo que la gente hace, ¿Alguien será feliz? (ambos Blatt & Ríos) y Los arreglos (Rosa Iceberg). También escribió Madre soltera y otros poemas, editado por Blatt & Ríos, que reúne sus tres libros de poesía: Madre soltera, La ola de frío polar y Lo que la gente hace. La sed, es la flamante ganadora del Primer Premio de Novela Sara Gallardo organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación. Junto a Tamara Tenenbaum y Emilia Erbetta creó Rosa Iceberg, un proyecto editorial que publica libros de autoras
La Sed reflexiona sobre la muerte. En la primera parte de la novela, narra la historia de una vampira, ubicada en la Buenos Aires del siglo XIX, que atraviesa la epidemia de la fiebre amarilla, que, también, se involucra con el personaje central de la segunda parte, una mujer que transita el dolor ante la muerte de su madre. Una novela con dos universos que hablan de muerte y enfermedad en distintos momentos históricos. ¿Cómo fue el proceso de la escritura de esta novela?
Todo empezó con un paseo por el Cementerio de la Recoleta a partir del cual escribí la introducción del libro, incluso antes de que apareciera la idea de la vampira. Después se me apareció este personaje, una especie de Carmilla que llegaba a Buenos Aires huyendo y se ocultaba en la ciudad. Lo que yo quería desplegar a través de ella tenía que ver con la mortalidad, la idea de posteridad, tan difícil de pensar hoy en día, el deseo. Pero de a poco empecé a ver que los dos personajes, la mujer contemporánea y esta otra que ni siquiera era humana, podían dialogar y servir para enfocar ciertas cuestiones, la muerte más que nada, desde dos puntos de vista y experiencias casi opuestas. El trabajo final fue construir el camino para que una llegara hasta la otra.
¿Cómo se construye un personaje tan fuerte como la vampira protagonista?
Es un ejercicio de imaginación enorme. Cerraba los ojos antes de escribir y trataba de ver lo que ella veía, qué sentía, cómo lo experimentaba. Creo que la ficción es la construcción laboriosa y llena de detalles de algo que, en principio, parece imposible, pero termina siendo muy real. Y una vez que el personaje se empieza a mover, es cuestión de estar atenta para ver hacia dónde, y de qué modo, porque empieza a plantear su propia lógica. Pero hay algo que no es tan difícil y es habitar un personaje así mientras se escribe; quiero decir, los vampiros nos convocan porque tienen esta manera tan brutal de exteriorizar y hacer visibles (por eso la palabra «monstruo») ciertos rasgos de lo humano, como la soledad, la necesidad de otros. El hecho de «alimentarse de».
En La sed se combina la novela histórica, el terror y lo erótico. ¿Cómo es el proceso de escribir atravesando varios géneros?
Yo siento que es el mismísimo propósito de escribir. Escribir en realidad no tiene un propósito. Pero quiero decir: no solo en esta novela, sino en mis libros anteriores, pasé de una forma a la otra, de un género al otro. Poemas, poemas en prosa, relatos breves, cuentos. Para mí, ser un escritor, no hacia afuera, socialmente, sino en esa especie de laboratorio que llevás adelante en soledad, tiene que ver con hacer experimentos y con estar en un estado de aprendizaje permanente. Casi nunca tenés la sensación de que «sabés» algo, si bien hay un oficio. Es así de contradictorio. Y escribir La sed fue meterme en un territorio nuevo para mí, pero a la vez, mientras la escribía, por ejemplo, mientras escribía las escenas de terror, me daba cuenta de que todo era poesía: elección ultra precisa de las palabras, ritmo, descripción. Y con lo erótico pasa algo parecido.
En La Inocencia hablás de una madre que decide entrar a una religión cerrada y fundamentalista y una hija que pasará su infancia y juventud bajo esa influencia, marcada por las prohibiciones que le son impuestas. ¿Cómo surgió la escritura de esta novela?
La verdad es que no sé, ya pasaron unos años. Pero supongo que con la intuición de que había una historia ahí, en un tema (mi propio paso por la religión) que, en un principio, a mí me daba mucha vergüenza. No sé por qué, pero hay algo tan íntimo en decir «yo creí en tal cosa», cuando ya no creés, porque sos otro. Pero me parece que escribir ese libro tuvo que ver con contar la historia de una chica, su crecimiento, pasando por alto absolutamente todas las prohibiciones en cuanto a qué «decir». Es un poco ese intento. En los últimos años, hay muchas cosas que empezaron a poder decirse en público, pero yo soy de una generación a la que se le enseñó que una señorita tenía que cuidar su intimidad, hablar de cierta forma, no decir menstruación en voz alta, ni masturbación, ni mostrarse deseante. Es interesante cuando te das cuenta de que todas esas prohibiciones no están tanto para protegerte a vos como a otra cosa que, bueno, habría que ver qué es. En el libro hay cierto orden dogmático, y cierta idea de familia.
Junto a Tamara Tenenbaum y Emilia Erbetta creaste Rosa Iceberg, un proyecto editorial que publica libros de autoras. ¿Cómo vivís tu experiencia como editora?
No me parece que sea fácil para nada. En parte porque una editorial es también un «emprendimiento», como se dice ahora, y entonces una entra en contacto con una parte de la literatura que tiene que ver con números, cifras, ventas. Yo a veces trato de proteger a las autoras de todo eso, si bien en un momento les liquidás regalías y se enteran, pero cuando me preguntan cómo anduvo el libro después de un mes de publicado, les digo: despreocupate. Me parece que, aunque vivimos en un mundo de números, éxito y exposición, que con las redes sociales explotó, es importante tratar de mantener cierta cordura, un espacio de concentración y de aislamiento, digamos, en el que cada escritor pueda dedicarse a hacer su obra. Después, por supuesto, el trabajo de editora me parece fascinante, no parás de aprender todo el tiempo y a la vez no siempre es sencillo conjugarlo con la propia escritura. ¿Cuántos libros podés tener en la cabeza al mismo tiempo?
Tu libro Madre soltera y otros poemas reúne tus tres libros de poesía: Madre soltera, La ola de frío polar y Lo que la gente hace. ¿Cómo es tu experiencia con la escritura de poesía?
No sabría decirte. Y no es una pose, realmente es algo que quedó muy lejos, más allá de que en algún momento pueda volver a escribir poesía. Los tiempos de la escritura son rarísimos y no tienen nada que ver con la fecha de publicación de los libros; yo me dediqué con tanta intensidad a aprender a escribir narrativa, porque evidentemente necesitaba decir algo desde ahí, que la poesía quedó muy atrás. Sí te puedo decir que escribía los poemas siempre de un tirón y no corregía prácticamente nada.
¿Alguien será feliz? y Los arreglos son libros de cuentos, ¿cómo es el proceso de escritura y selección de esos textos?
Sí, son cuentos en un sentido amplio, no necesariamente narrativos. O no siempre hay una historia, lo cual puede ser desconcertante para ciertos lectores que lleguen con una idea de «cuento» más tradicional. En esa época, empecé a leer mucho a autoras como Lydia Davis, por ejemplo, que es una gran inventora de formas. Escribí cuentos sobre coleccionistas y objetos, sobre recorridos por barrios de la ciudad o por parques a cierta hora y con cierta luz, sobre música… En ese sentido, creo que era una poeta escribiendo relatos y ahora, por momentos, siento que soy una poeta escribiendo novelas porque, si bien una desarrolla cierto oficio para narrar, a mí lo que me gusta es trabajar el fragmento, la descripción, la escena.
¿Cuándo se inicia tu camino como escritora? ¿Tuviste algún docente que te haya impulsado?
No, para nada. Sí amigos poetas, escritores, los lectores con los que uno cuenta, pero ni siquiera tantos. Y hay libros que no leyó nadie más que yo antes de que se publicaran. No sé si es lo ideal, es una manera, pero es posible porque uno se entrena como lector y editor de su propia obra.
¿Cómo es el proceso de escritura? ¿Hay rutinas, ideas previas?
Ideas previas sí, claro, de hecho, uno empieza a escribir mucho antes de abrir la computadora. Tengo una novela inédita y dos más que se me van armando en la mente hasta que llegue el momento de escribirlas. Ahora escribo cuando mi hijo no está en casa, antes escribía cuando él dormía, en la época de Madre soltera por ejemplo. No sé si tengo rutinas, pero estoy sola y en silencio. Me gusta mucho tener días así en los que escribo, no salgo, no hablo. Los poemas se pueden volcar en un tiempo muy breve, pero las novelas necesitan largas horas, días disponibles para retomar, releer varios capítulos, ubicarse y seguir. Además, el poema es muy del instante, pero en la novela hay que estar, habitarla.
Crédito foto portada: Catalina Bartolomé