Romeo y Julieta: Amar/Odiar/Indiferencia.
Por Maria Nieves Gorosito
Uno de los grandes enigmas para el hombre, similar a la muerte, es el amor. Con sus misterios se ha ganado el lugar de objeto de estudio en diversas ciencias como la filosofía, la medicina y la psicología. A su vez, el arte intenta arribar a un entendimiento de cómo este sentimiento atraviesa al hombre, y puede tanto elevarlo como hundirlo en sus pasiones.
El dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare es autor de la obra clásica de teatro Romeo y Julieta; la misma que, a medida fueron pasando los siglos, acuñó bajo su nombre el ideal de amor por excelencia. Una de las ideas que se desprende de sus múltiples análisis es el reflejo en ella del concepto literario de amor cortés, que se idealizaba en su época. Entre sus principales características se destaca la presencia de un amor secreto dentro del ambiente de la nobleza; en el seno de una sociedad donde los matrimonios, por lo general, eran arreglados. En ese escenario gris de pasiones, un caballero enamorado se muestra pendiente de su dama inalcanzable. Coteja a su amor una y otra vez con el dolor agudo y consciente de que nunca podrá hacerla suya.
Sin embargo, algunos críticos literarios coinciden en que a este gran autor no se la ha interpretado del todo bien. Salteando las superficialidades y buceando en su profundo compromiso político y social, la obra resultaría más bien una crítica o una parodia hacia el amor cortés.
“El amor de Romeo y Julieta no es virtuoso”, opinan sus críticos. “Es un amor adolescente, egoísta: un amor liviano”, argumentan otros. Romeo, en el comienzo, estaba perdidamente enamorado de Rosalinda, pero la dama no le correspondía. Manifestaba ante sus pares que no hallaría una mujer igual a Rosalinda en toda su existencia, pero una noche, en una fiesta en la casa de los Capuleto, ve a Julieta y cae rendido a sus pies, dejando en evidencia que su amor tiene fundamentos débiles. A partir de allí Rosalinda pasa a segundo plano, y Julieta se convierte en su mundo. En cuestión de horas Romeo, nuestro modelo de príncipe azul, es capaz de deshacer y hacer amores.
Romeo sólo ama la posibilidad de poseer un amor, y esto parece coincidir con la industria cultural que busca prototipos simples, rápidos, binarios y sin matices. Pero el mundo de los afectos es mucho más complejo que la binaria simplista y opuesta de amor/odio.
En el campo de la psicología es fácil definir que el amor y el odio, tomados en su conjunto, se oponen al estado de indiferencia, mientras que la presencia del odio y sus matices hacia el objeto es señal de que el monto de afecto aún no se ha extinguido. De este modo, se afirma que la indiferencia implica la ausencia total de ambos sentimientos (amor- odio).
El primer opuesto del amar no es el odiar, sino la indiferencia. El amor es originalmente narcisista. Es decir, en sus comienzos, el mundo exterior es indiferente para el sujeto, y así de las oposiciones del amar la indiferencia es la primera.
El odio, en su relación con el objeto, es más antiguo que el amor. Es la repulsa del yo al mundo exterior generador de estímulos. El amor es del yo total, pero nace de las pulsiones sexuales, mientras que el odio lo hace de la autoconservación. De este modo, amor y odio conviven en el mismo objeto.
Cuando el vínculo de amor con un objeto se interrumpe, suele reemplazarlo el odio. Percibimos la sensación de que el amor se muda en odio. Freud explica en “Pulsiones y destinos de pulsión” que uno de los diferentes destinos de la pulsión es su transformación en lo contrario (actividad – pasividad/ amor – odio). Romeo hace tan rápido su cambio de objeto amoroso, que ni siquiera llega a enojarse cuando Rosalinda le priva de su amor. Le cambia el rostro a su amor como si nada importase: sale Rosalinda, para que entre Julieta.
Es importante mencionar que, por sí sólo, el amor contiene una compleja dualidad: es al mismo tiempo remedio y veneno. Al mismo tiempo que nos salva, nos mata, porque en el amor la salvación viene de la mano de la propia disolución. Para poder entrar en un vínculo amoroso siempre hay que ceder algo de lo propio: renunciar a una parte de nuestro narcisismo para poder formar un lazo con el otro.
Volvamos al ejemplo de Romeo y su nula reacción ante el objeto amado y perdido: Rosalinda. La labor del duelo consiste en retirar cada uno de los lazos de amor que unen a la persona con lo perdido. Se trata de una tarea difícil y dolorosa que requiere tiempo, y aunque varíe de un sujeto a otro, no puede suceder en cuestión de horas o escasos días. Nadie abandona con facilidad aquello que amó. Durante ese proceso el sujeto atraviesa momentos de amor y odio; sólo le importan las cosas que lo mantienen ligado a lo perdido. Por esta razón, se encuentra incapacitado para libidinizar cualquier objeto de amor nuevo; por más bella que sea Julieta.
Si en el odio el sujeto sigue ligado al objeto al igual que en el amor, entonces: ¿finalizaría el proceso de duelo con la indiferencia?
Susana Barroumeres, psicóloga y docente, desde la idea de indiferencia como la primera oposición de amar, entiende a la esquizofrenia como una indiferencia afectiva. Por lo que de esta se sale a partir de un no, que introduzca al sujeto en la antinomia del deseo. Desde este punto de vista, estaríamos en condiciones de decir que la indiferencia no es el punto de finalización del duelo. Porque en ella no se puede amar, el sujeto quedaría fuera del mundo, replegado.
Para J. Lacan, “amar es dar lo que no se tiene, a quien no es”. Tras lo que un sujeto da está todo lo que le falta. Asimismo, lo que un sujeto ama en otro está más allá de ese otro y concierne, también, a lo que al otro le falta. Suele suceder que el sujeto edifica sus relaciones a partir de la carencia, no sólo en relaciones amorosas
Hay un ideal de amor que tratamos de rellenar con esa nueva persona que decimos amar; pero ¿es eso amor? No; o al menos no es un amor que haga bien. Sólo renunciando a ese ideal podremos conocerle la cara al buen amor, que reconoce la falta propia y la ajena. Aquél que no intenta tapar un agujero, sino construir un lugar nuevo, en la que los amantes puedan ser juntos, conservando su singularidad.
Por esta razón, para algunos críticos Romeo no sería más que un Don Juan al que le ha quedado grande el saco del amor. La suya fue una pasión, una ilusión, un deslumbramiento de una mirada correspondida.
Ahorrarse un duelo y comenzar una nueva relación puede costar muy caro. Las negligencias al sanar pueden llevar a un nuevo fracaso: la muerte prematura del nuevo amor.
Aunque la indiferencia parece rozar el desamor, la verdad es otra. Para conservarse sano, uno no puede permanecer en la indiferencia. Un sujeto puede enfermarse por amor, pero “un sujeto sin amor caerá enfermo”, como dice Freud. Ni el odio, ni la indiferencia serán los indicadores de que un duelo ha finalizado, sino la presencia de un trabajo constante y decidido a romper el lazo con el antiguo objeto, para luego poder reconectar con otro. No debemos quedarnos en la indiferencia, ya que el que no ama se enferma, y el amor siempre vale la pena.
BIBLIOGRAFIA:
- Freud, Sigmund. “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915). En Obras completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2001.
- Freud, Sigmund. “Introducción del narcisismo” (1914). En Obras completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2001.
- Lacan J. El seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1987
- Barroumeres, Susana. Comentario presentado en el seminario Amor de transferencia, coordinado por Guillermo Izaguirre en Propuesta Psicoanalítica Sur.
- David Andrés Vargas Castro. “Una paradoja freudiana del amor”. Papers de la Universidad de Buenos Aires.
- Daiana soledad Romero. Tesis “El amor y los tres registros en la enseñanza de Jacques Lacan”. Amor imaginario, amor simbólico y amor real.
- William Shakespeare. “Romeo y Julieta”. Editorial Alma. Buenos Aires.