«Nunca me propuse ser artista… hasta que me di cuenta de que podía hacerlo de forma profesional»
Por Soledad Arréguez Manozzo
Cientos de arabescos, formas geométricas, patrones y manchas de colores se entrelazan como en un laberinto de sueños. Los dibujos de la joven artista rusa Polina Ivanova combinan, con una marcada influencia del surrealismo, el tribalismo y la técnica de los tatuajes con diferentes corrientes artísticas. «Me voy nutriendo de las imágenes que veo en la calle, ya sea de grafitis, publicidades, sonidos y sensaciones. No se trata de nutrirse de una imagen para plasmarla en otra, sino de detalles como el relieve de un árbol», asegura la plástica que presenta sus obras en la muestra «Colores de Janeiro», en el Museo de Artistas Emergentes (ARTEME), un proyecto sin fines de lucro promovido por Carlos Regazzoni, consagrado como uno de los artistas contemporáneos más vanguardistas.
Los trabajos de Ivanova, realizados con acrílicos, acuarelas, tinta china y hasta marcadores, presentan una dualidad. Por un lado, plasma un concepto fuerte a través de líneas acentuadas que definen los límites y, por el otro, utiliza el azar del automatismo para crear sus obras. De esa forma, la intuición y atención a lo inconsciente distinguen a las imágenes de sus creaciones.
«No me propuse ser artista. No hubo un momento en el que dije que quería pintar, siempre lo hice de forma natural. Fui dibujando y en un determinado momento me di cuenta de que lo podía hacer de forma profesional», subraya la joven radicada desde hace quince años en la Argentina. Con sus veintiséis años, conjuga su pasión por los pinceles y una carrera de publicista.
―¿Por qué elegiste ser autodidacta?
―De chica no estudié arte por una cuestión geográfica. La escuela quedaba muy lejos de mi casa y mis padres no me podían llevar. Entonces, fui al colegio normal. Cuando terminé el secundario, me habían dicho de seguir arte. Mi mamá no quería porque pensaba que me iba a frustrar. Entonces, estudié publicidad.
―A pesar del estudio, nunca dejaste de dibujar…
―Siempre dibujé. Investigaba técnicas, libros, probaba técnicas. Era más intuición. Después de que me recibí como publicista, empecé a tomar clases con artistas que me gustaban como Luis de Bairos Moura, Georgina Ciotti y Alberto Carusso en Estímulo de Bellas Artes. Ahí fui eligiendo con quien quería estudiar.
―¿Cómo definís tu estilo?
―Está relacionado con el tribalismo, una demostración de la cultura contemporánea relacionada con tatuajes, juventud y arte. Me voy nutriendo de las imágenes que veo en la calle, ya sea de grafitis, publicidades, sonidos y sensaciones. No se trata de nutrirse de una imagen para plasmarla en otra, sino de detalles como el relieve de un árbol. Si solo se traduce la imagen es copia, no creación.
―¿Con qué movimientos artísticos te identificás?
―Me gusta muchísimo el surrealismo. Me gusta la perspectiva que no existe, mucho de sueños y del inconsciente. Me siento cómoda con el automatismo, dibujar sin pensar. Es un momento de relajación. Es como meditar. Cuando dibujo, no pienso, tengo la mente en blanco. El arte es así, una liberación.
―¿Tu infancia en Rusia influyó en tu obra?
―Todo termina plasmándose de algún modo, pero todavía no es algo explícito como para darse cuenta. Creo que sería aburrido dibujar una bandera de Rusia, para que la obra hable de mí. Me parece vulgar. No tengo la transformación de las imágenes tan simple como una publicidad. Es más del inconsciente, es muy difícil de explicar. Mis dibujos son una proyección de mí misma.
―En muchos de tus cuadros, las mujeres están en el centro de la escena. ¿Creés que hay una perspectiva femenina particular en el arte?
―No me lo había planteado. Puede ser una traducción del momento histórico porque hoy en día las mujeres empiezan a tomar otro rol dentro de la sociedad. La mujer se fue transformando. Me sorprende que en el arte haya muy pocas mujeres. De los grandes artistas del mundo, la mayor parte son hombres. Me gustaría que haya más mujeres.
«Colores de Janeiro» se presenta hasta el 1 de febrero, en el Museo de Artistas Emergentes (ARTEME), ubicado en Av. Libertador 405, Galpones 1 al 5, Ciudad de Buenos Aires.