Tras el éxito en el Museo del Prado, la exposición de Rafael en el Louvre coincidirá con la subasta de un dibujo del artista en Sotheby’s de Londres. Se esperan récords de visitantes y de remate.
Por Candela Vizcaíno (Corresponsal España)
Oscurecido por el genio de Leonardo y de Miguel Ángel, Rafael fue considerado en vida uno de los mejores pintores (también arquitecto) del momento. Su prematura muerte (cuando aún no había cumplido los 37 años) y el hecho de que mantuviera un intenso taller con decenas de ayudantes no han ayudado a poner orden en su obra hasta ahora y, por tanto, a dilucidar cuáles de ellas salieron de su mano y cuáles fueron ejecutadas por sus discípulos aventajados.
Como es frecuente en la historia del arte, en que se admira o desprecia a los creadores según los gustos imperantes del momento, Rafael fue prácticamente arrinconado por la renovación impresionista y la irrupción de las posteriores vanguardias. Su pincelada, refinada y ordenada en extremo, no se adaptaba a la premisa de libertad total. Porque Rafael de Sanzio (o de Urbino), nacido en 1483 y muerto en 1520, dibujaba y pintaba siguiendo una ecuación aritmética, sin utilizar modelos.
Para él, la belleza estaba fuera de la realidad circundante, y ese idealismo solo podía plasmarse siguiendo una regla áurea de proporcionalidad perfecta (cuando no divina). Así, la gran mayoría de los cuadros más reproducidos y reconocibles de Rafael (desde La Galatea hasta El Parnaso, pasando por el Retrato a Baltasar de Castiglione) se entienden mejor cuando se aplica una cruz virtual al lienzo o al fresco, y se analizan desde el plano simbólico los elementos presentes en cada una de las cuadrículas resultantes.
¿Qué ha pasado para que Rafael vuelva a estar en primera fila?
En la sociedad mediática en la que estamos inmersos, basta que se produzca una noticia en los periódicos, sobre cualquier autor del pasado, para que momentáneamente se retome el interés por ese creador.
Y Rafael ha tenido la fortuna de ser objeto de una exposición organizada por dos instituciones de renombre: el Museo del Louvre y el Prado. En estos dos templos de las musas, se atesoran la gran mayoría de las obras del último Rafael, es decir, las creadas (por sí mismo o con ayuda de sus discípulos) en los años anteriores a su muerte.
Ni que decir tiene que los frescos del Vaticano no se pueden trasladar (por tanto, hay que disfrutarlos «in situ») y que, cuando se ponen en movimiento dos instituciones de tan renombre, colecciones de menor envergadura no tienen reparos en prestar obras.
Y eso es lo que ha sucedido con Rafael: que en este evento dual está la gran mayoría de sus obras últimas, exceptuando los frescosLa del Pradocierra sus puertas el 16 de septiembre, con récord de visitantes. Se barajan más de 250.000 entradas. Y está previsto quela del Louvre, con las mismas obras expuestas en la pinacoteca madrileña, sea la exposición dela temporada. Estaabrirá sus puertas el 11 de octubre y cerrará el 14 de enero de 2013. Si el número de exposiciones temporales (solapándose hasta 5 o 7), unido a eventos, actividades, encuentros y conferencias, del museo parisino es ya en sí una barbaridad, el que una de ellas despunte de tal manera nos dice (y mucho) de su calidad y su importancia.
Por si esto fuera poco, al Prado y al Louvre se ha unido, en la última semana, la afamada casa de Subastas Sotheby’s, con el anuncio de una sesión extraordinaria, a principios de diciembre, dedicada a dos libros manuscritos, joyas renacentistas que merecen mención aparte, y un dibujo de Rafael. Aunque en esto del coleccionismo del arte no se pueden hacer previsiones a ciencia cierta, sí se baraja una cifra de mareo, ya que se estima que el remate puede alcanzar entre 10 y 15 millones de libras (es decir, casi 20 millones de euros). Si se llega a consolidar ese importe, estaríamos ante unos de esos precios que copan cabeceras de todos los diarios internacionales.
El dibujo a subastar es un boceto con el rostro de uno de los personajes de una de las obras cumbres del maestro, La Transfiguración, perteneciente al Vaticano y presente en ambas muestras, así que más oportuna no puede ser la venta. Considerado uno de los dibujantes más finos de todos los tiempos, sus contemporáneos anotan que Rafael hacía bocetos en papel y grafito, prácticamente de todo, especialmente de los rostros, que los extendía en el suelo y que, de forma pasional, iba cogiendo de aquí y allí, casi al azar, formando un puzzle hasta componer el cuadro final.
Las obras de Rafael expuestas en el Louvre
Desgraciadamente para el aficionado al arte, el dibujo a subastar en Londres, perteneciente, en la actualidad, a la colección de los Duques de Devonshire, pasará a manos privadas sin muchas posibilidades de ser exhibido públicamente. No sucede, por suerte, lo mismo con la exposición del Museo del Louvre.
Junto a grandes obras de altar o lienzos religiosos de gran formato, como Santa Cecilia o Sagrada Familia con San Juanito, conocida como La Perla (y reproducida en estampas religiosas hasta la saciedad), se puede disfrutar de los serenos retratos de personajes ilustres de la época. Cabe destacar el Retrato a Baltasar de Castiglioni, creador de la obra El Cortesano (traducida al español por Juan Boscán y que tanto influyó en la manera literaria de un autor clásico tan señero como Garcilaso de la Vega).
El exquisito Retrato de Bindo Altoviti, de lánguida mirada y largos rizos rubios, custodiado en la National Gallery of Art de Washington, y el conocido como Donna Velata o el Autorretrato con Giulio Romano acompañarán al famoso Pasmo de Sicilia, recién restaurado, y a la Sagrada Familia con San Juanito, conocido como La Rosa.
Decir que esta exposición es una oportunidad irrepetible para admirar a uno de esos pintores que contribuyeron a crear joyas del arte universal, como parte dela Capilla Sixtina, es una obviedad; pero pocas veces se concentran en un emplazamiento concreto tanto y tan bueno de uno de los mitos de la historia.
Rafael, a pesar de ser considerado un niño prodigio desde pequeño, desarrolló su técnica gracias al generoso mecenazgo de papas y ricos miembros de la curia eclesiástica. Con estas obras, querían afianzar poder y prestigio. Cinco siglos después, nos queda la belleza.
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