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18 septiembre, 2020

Florencia Qualina: “Cada curaduría es la posibilidad de ser parte de una inteligencia colectiva”

Por Verónica Glassmann

Florencia Qualina: “Cada curaduría es la posibilidad de ser parte de una inteligencia colectiva”

Florencia Qualina es curadora y crítica independiente, sus investigaciones se centran en el arte moderno y contemporáneo. Todo en ella desprende una pasión alegre por su trabajo. Valora la riqueza que le aporta el contacto con sus pares. Brillante, luminosa y desprovista de soberbia académica. Cálida y cercana. Hoy te contamos todo sobre su trabajo y nos adentramos al mundo del quehacer de un curador de arte.

 

Entre las curadurías recientes  de Florencia se encuentran “Silvia Torras. Resplandor. 1960-1963” en el Museo Sívori (2019); “Desarme” en la Fundación Klemm  (2018); “300 actas” la exhibición individual de Cristina Piffer en C.C.Conti, Bienal Sur (2017); “Vanguardia/ Caballo de Troya/ América, una exposición en tres actos”, Magdalena Jitrik, Leila Tschopp, Germaine Derbecq Macba, Buenos Aires (2016).  Además co -curó las ediciones 2017 y 2019 del Premio Braque en  el Centro de Arte Contemporáneo-Muntref. Entre 2010 y 2012 trabajó en el Archivo Kenneth Kemble y ha sido curadora de la exhibición “Kenneth Kemble. Archivo”, en la Embajada Argentina en Paris en 2012.

Produjo “Escritos” y “Entre el Pincel y la Underwood” dedicados a la escritura de Kemble. Escribió en libros dedicados a Diego Bianchi, Mariana Tellería, Débora Pierpaoli, Marcelo Pombo, Miguel Harte. Es co-editora del libro de Carlos Huffman, “Extraño gobernante para un corazón”. Editó en 2020 junto a Federico Baeza el libro “Germaine Derbecq. Lo que es revelación. Textos críticos y curatoriales”.

Junto a Vanina Scolavino desarrolló las jornadas “Conversaciones errantes entre el cuerpo y sus alrededores” en el Departamento de Arte de la Universidad Di Tella en septiembre de 2019. Participa con regularidad en mesas redondas, presentaciones de libros y es jurado de premios. Obtuvo en 2015 el Premio Adriana Hidalgo – ArteBA al ensayo crítico, titulado “Subsuelos”.

 

¿Cómo definís tu profesión? ¿Qué hace un curador de arte?

Entiendo la curaduría como un trabajo de articulación entre la obra de un/a artista, el medio expositivo o editorial donde se desplegará y el público. La curaduría es plantear una narrativa posible, una vía de acceso a determinado cuerpo de obra, es abrir una perspectiva y producir una escritura. Entiendo también que cada curador/a hace su trabajo desde sus propios marcos de pensamiento, formación, ideología; cada unx pone en juego una percepción que tiene una historia. Implica pensar determinado cuerpo de obra en sus particularidades, en su tiempo. Acercarse a ella como mirando un prisma: qué se escribió, dónde circuló, cómo fue y es leída en el presente. Hacer preguntas, proponer lecturas, acentos. Entonces, puedo decirte que entiendo la curaduría como la construcción de una narrativa. Es un pensamiento colectivo, porque cuando estás haciendo una exposición, un libro o un programa de charlas, es un proceso en el que intervienen muchas personas con sus saberes particulares y es esa polifonía lo que enriquece la lectura sobre determinado corpus de obra.

 

¿Cómo es la relación con el artista?

Cada trabajo en curaduría lo vivo con alegría porque siempre abre una posibilidad nueva; de conocer más, o mejor la obra de un/a artista y de ser parte de una inteligencia colectiva que se mueve para enriquecer nuestra cultura. Entonces, las relaciones que se van estableciendo con lxs artistas con los que trabajo se fundan en la admiración por lo que hacen. Es igual a la relación que tengo con mis pares. Durante estos meses de aislamiento tener charlas con artistas y colegas me resultó salvador, te diría. Hablar con Ana Amorosino, Leandro Martínez Depietri, Juan Garcia, Hernán Borisonik es invaluable, cada vez que me cuentan lo que están pensando y leyendo verdaderamente abren las perspectivas de mundo que tengo.

 

Como curadora, ¿qué te interesa visibilizar?

Me interesa la diversidad del arte, las obras que piensan las relaciones entre arte y política, las instalaciones hechas con residuos nucleares, las pinturas al óleo que representan un ramo de jazmines. El amplio espectro que va desde la belleza al horror del mundo, entonces quizás lo que me interese – el inconsciente es misterioso –  sea la singularidad de las obras que nacen de determinada experiencia del mundo.

 

¿Quién define qué es arte?

Ningún individuo define que es arte, quizás las preguntas que tanto nos inquietan sean: ¿dónde hay arte?, ¿cuándo aparece la experiencia del arte en nuestras vidas?, y esas son cuestiones que se dirimen en una telaraña que podemos llamar, subjetividad. Entiendo el Arte como una categoría infinitamente elástica, eso no quiere decir que yo tenga la capacidad de interesarme, conmoverme o tener la disposición necesaria para estar receptiva a esa infinitud. Es interesante cuando aparecen los límites, cuando una obra produce fastidio, rechazo, o desinterés  porque ahí marca hasta dónde llega cada unx, pero también en términos más amplios que eso, señala la parcelación de la capacidad de atención de determinada época. Y en este punto es fascinante el sentido dinámico del arte; lo que hoy puede ser el objeto de nuestro interés, en semanas, meses o años, quizás ya no lo sea; y a la inversa, las obras que hoy no están muy atendidas, van a revertir esta situación. Pero de lo que estoy segura es que Arte no es sinónimo de Obra Maestra; no es un adjetivo de algo superlativo; es  forma del lenguaje humano, una forma de pensamiento.

 

¿Sentís que el arte argentino tiene algunas características particulares en el contexto de la globalización cada vez más evidente en el mundo del arte también? En caso que sí, ¿cuáles  serían?

Un fenómeno de los últimos años diez o doce años es la atención por nuestra historia del arte desde marcos más amplios que los exclusivamente académicos. La des-centralización del canon porteño y la atención a otras escenas históricas contemporáneas es un rasgo distintivo de este tiempo. Otra característica es que las generaciones más jóvenes de artistas, críticxs, curadorxs tengan mayor conciencia no solo sobre la pluralidad de las escenas de arte en todo el país, sino también de las tradiciones más allá de Buenos Aires

 

¿Qué artistas te interesan especialmente en este momento?

Débora Pierpaoli, Guido Yanitto, Cynthia Cohen, Alfredo Frías, Diego Bianchi, Mariana Tellería, María Guerrieri, Sofía Bothlingk, Mildred Burton, Margarita Paksa, Magdalena Jitrik, Cancela & Mesejean, Marcelo Pombo, Carolina Antoniadis, Noemí Gerstein, Andrei Fernandez, Alan Segal, Gustavo Nieto, Emilio Renart, Sofía Durrieu, Laura Códega, Gabriel Baggio, Miguel Harte, Rodolfo Azaro, Zoe Di Rienzo, Martín Sichetti, Nicolás Martella, Julián Sorter, Alejandro Gabriel, Erica Bohm, Victor Grippo, Juan José Cambre, Martha Peluffo, Xul Solar, Martha Zuik, Dalila Puzzovio, Noemí Di Benedetto, Nicolás Licera Vidal, Sofía Kauer, Graciela Martínez, el CAyC, el Informalismo, Luis Pazos, Clorindo Testa, Jaime Davidovich, David Lamelas.

 

¿Existe una contraposición de protagonismos entre curadores y artistas?

Creo que lxs curadorxs trabajamos para las obras más que para lxs artistas. La obra es del/a  artista, de eso no hay duda;  pero también – y esto es afortunado – lx excede porque forma parte de una cultura, de una memoria social colectiva. Nuestras vidas son finitas y el tiempo de la obra puede que perviva algún o mucho tiempo más. Entonces más que una cuestión de protagonismos, es una cuestión de conciencia sobre la importancia que el arte tiene en una sociedad. Poder trabajar juntxs, aportando desde diversos lugares.

 

¿Qué pesa más en el trabajo de un curador: el compromiso con la creatividad o con el mercado? ¿Cómo se mantiene el equilibrio?

Nunca pensé en el mercado, pienso más bien en términos de campo cultural – lamento no poder sacarme de encima a Bourdieu que seguro ya está viejo –.  No siento ningún orgullo al decir que no tengo la menor idea del precio de las obras que curé en una muestra en una galería. Es una tara, sin dudas. Sí me sorprende cuando el “mercado” se filtra en los resquicios del lenguaje, por ejemplo cuando alguien habla de su obra como un producto, o la insistencia con la que aparecen palabras como “gestión”, que entiendo corresponden al lenguaje de los publicistas o los escribanos. En el arte son palabras desagradables, tristes.

 

Curaste muestras de artistas de otras generaciones haciendo un trabajo de revalorizar su obra, ¿cómo fue esa experiencia y por qué la elegiste?

La construcción de la memoria colectiva me interesa mucho. Formo parte de una generación nacida durante la última dictadura militar y esta cuestión creo que atraviesa de maneras conscientes o no tanto muchas de nuestras prácticas. Hablando con artistas que comenzaron a trabajar durante la década del 80 es muy insistente en sus relatos cómo no tenían mayor conocimiento de todo lo que había ocurrido en el arte durante los años 60′ y 70′; esa laguna no era otra cosa que el programa sistemático de destrucción organizado por la dictadura cívico-militar. Entonces, esta fascinación que personalmente tengo con lxs artistas de otras generaciones se enlaza, indudablemente en una trama generacional, creo que todes estamos implicadxs en trabajar para recuperar momentos, episodios, biografías, movimientos que quisieron ser denegados, sustraídos de nuestra memoria colectiva.

 

¿Por qué te interesa y pansás que es importante darle visibilidad a las artistas mujeres del pasado (por ejemplo la expo de Silvia Torras en el Sívori) y del presente?

Por dos razones que tienen igual peso: porque me fascina la obra de las artistas con las que trabajo y porque somos el sujeto silenciado de la historia. Una artista mujer si pinta margaritas es leída con frecuencia como una artista frívola, hace pintura de “género señora”, en cambio si un hombre pinta un ramo de flores es sensible, es celebrado, es heredero de Matisse. Es importante detectar el amplio rango de machismos que siguen organizando, qué es lo central y qué es lo subalterno e ir contra eso.

 

¿Cuáles son las dificultades para las artistas y las curadoras mujeres en el contexto específico del mundo del arte? 

He tenido pésimos encuentros con determinadas personas, que por suerte puedo contar con los dedos de una mano, y en varios de estos casos, no dudo de la misoginia que los han propiciado; pero mirando en perspectiva no significaron más que un mal rato.  No puedo poner esas experiencias amargas dentro del panorama de maltrato y violencia que muchas mujeres padecen tanto en sus respectivos espacios laborales, como en la vida doméstica; más bien, lo contrario. Con esto me refiero a lo siguiente: en la facultad tuve profesoras maravillosas como Laura Malosetti Costa, Gabriela Siracusano, Adriana Lauría, Cristina Rossi, Elena Oliveras, Teresa Espantoso Rodríguez, Estela Auleta, Cristina Serventi, María Alba Bovisio, por nombrar solo algunas. El feminismo formaba parte de los marcos teóricos desde los que se abordaba la historia del arte. Cuando comencé a trabajar, lo hice y lo hago en gran medida acompañada e inspirada por colegas mujeres, por ejemplo Lara Marmor, Victoria Sacco, Vanina Scolavino, Jimena Ferreiro. Lucrecia Palacios, Fernanda Pinta por nombrar solo algunas de ellas. Entonces no poner en escena cómo el campo del arte se alimenta y es impulsado, desde hace mucho tiempo por fuerzas femeninas me parece además de corto de vista, peligroso porque implica invisibilizar el trabajo de  historiadoras de arte, curadoras y críticas. Es ingrato obviar todos los aportes que se construyeron desde los ámbitos académicos y expositivos cuando sabemos que ningún/a curador/a tiene una varita mágica para sacar a nadie de los polvorientos archivos del Hades. Entonces, te diría que más que dificultades, la balanza de mis experiencias se inclinan por mucho del lado de la solidaridad, la cooperación y la generosidad que he recibido.

 

¿Cómo fue la experiencia de curar con Fede Baeza, el libro de Germaine Derbecq?

Fede y yo estábamos cautivados por la obra de Germaine desde hace mucho tiempo, y ambas habíamos trabajado sobre su legado. Hace algunos años yo había incluido una obra de Derbecq en la exposición “Vanguardia” junto a Leila Tschopp y Magdalena Jitrik en el Macba, porque entendía que era una figura central para los movimientos de vanguardia en Buenos Aires y que era una buena oportunidad para situarla junto a dos artistas contemporáneas y esbozar una suerte de genealogía perdida. En 2019 Fede curó una exposición maravillosa sobre Derbecq, “Frenéticamente decidida a ir hacia adelante” en la Galería Calvaresi, en esa oportunidad me invitó a hacer una selección de escritos de Derbecq para disponer en la sala. Cuando Fede nuevamente me invitó a participar del proyecto editorial que la tendría como protagonista fue muy estimulante. Nos juntábamos a leer sus textos, seleccionamos, compartíamos ideas sobre cómo podríamos trazar algunos ejes en nuestros respectivos textos sobre ella, etc. Estoy segura que vamos a seguir trabajando sobre Germaine juntas.

 

Fotografía:  Florencia Qualina Gentileza de Fundación Foro del Sur