Feminismo, furia y escena: “Una mujer llena de vicios” estremeció al Teatro Picadero
Por Julieta Strasberg
El pasado sábado 5 y domingo 6 de abril, el emblemático Teatro Picadero fue escenario de un acontecimiento teatral contundente y necesario: la llegada a Buenos Aires de la obra chilena “Una mujer llena de vicios”, basada en el célebre ensayo autobiográfico Teoría King Kong de Virginie Despentes. Con funciones a sala llena y ovaciones de pie, el espectáculo dejó una marca profunda en el público porteño.
Traída al país gracias a una alianza entre el Teatro Picadero y el Teatro NESCAFÉ de las Artes de Chile, la pieza representa una de las versiones más viscerales y políticas de este texto fundamental del feminismo contemporáneo. Sobre el escenario, las consagradas actrices chilenas Patricia Rivadeneira y Alexandra Von Hummel encarnaron, con fiereza y sensibilidad, los pasajes más crudos y lúcidos del libro: la violación sufrida por Despentes a los 17 años, su decisión de prostituirse, su incursión en el cine pornográfico, y sobre todo, su decisión de narrarlo todo desde la potencia de una mujer que no pide permiso.
La fuerza del testimonio
La puesta en escena —a cargo de la propia Von Hummel, con dramaturgia de Manuela Oyarzún— logra lo que muchas obras buscan y pocas consiguen: conmover sin manipular, incomodar sin aleccionar, interpelar sin solemnidad. El dispositivo escénico se sostiene en el cuerpo, la palabra y una intensidad que no decae. La obra no fragmenta el texto en monólogos como en otras versiones: aquí el relato se despliega de forma unificada, como una confesión furiosa, sin cortes ni concesiones.
La escena inicial es, ya desde el primer momento, una declaración estética y política. El telón se abre y las dos actrices están allí: estáticas, vestidas con conjuntos idénticos de estilo Chanel —sacos entallados, faldas cortas, sombreros amplios—, en tonos claros que contrastan con la oscuridad del fondo. La imagen evoca cierta feminidad normativa, blanca, burguesa, casi de revista. Aquí, el blanco no es pureza sino ironía. No hay inocencia en esa imagen, sino una crítica punzante: el atuendo recuerda a los íconos de una feminidad domesticada, la mujer de portada, la señora bien, la que se porta como debe y calla donde corresponde. Pero aquí, esa mujer, esa figura idealizada del deber ser femenino, está a punto de romperse.
Lo primero que se rompe es el maquillaje: los labios están desbordados de carmín, es la prueba del exceso. La pintura manchada, como si hubieran sido besadas con violencia o se hubieran borrado la boca de tanto gritar o llorar. Esa estética deliberadamente desprolija —en un cuerpo que todo el tiempo se nos exige prolijo— instala la disonancia entre la forma y el fondo, entre la apariencia cuidada y el relato feroz que se avecina. Incluso los anteojos negros que ocultan la mirada, entre la elegancia y la búsqueda de ocultar los ojos, ¿o tal vez el llanto?
Y nos reciben en el teatro con humo, mucho humo. Una neblina densa cubre el gran escenario vacío, salvo por dos sillas. El contraste entre la vastedad del espacio y la economía de elementos refuerza una tensión latente. ¿Cuántas veces el cuerpo de la mujer se vio obligado a habitar espacios que no fueron diseñados para su palabra? Esa primera imagen, tan potente, cifra el eje de la obra: una voz femenina, dolida, furiosa y lúcida, que viene a ocupar el centro, aunque el mundo siga siendo escenografía hostil.
La obra abre así, con un gesto que es también un manifiesto: las mujeres que el sistema quiso prolijas, decorativas y silenciosas, se vuelven cuerpos políticos que dicen lo que nadie quiere oír. En esos primeros minutos ya está todo: la violencia, el artificio, el desborde, el derecho al exceso.
Un cruce potente entre Chile y Argentina
Esta visita a Buenos Aires marcó la cuarta temporada de “Una mujer llena de vicios” en Chile, consolidándola como una de las propuestas más relevantes del teatro feminista latinoamericano actual. El cruce cultural entre ambos países resuena en un contexto donde el discurso feminista continúa enfrentando resistencias, a la vez que se fortalece con redes de colaboración internacional.
No es casual que esta obra haya pisado el escenario del Picadero, un teatro con historia de resistencia, memoria y compromiso político. Allí, la voz de Despentes encontró un eco urgente en las gargantas y cuerpos del público, en su mayoría mujeres, jóvenes, activistas, artistas, estudiantes.
Sobre las protagonistas
Patricia Rivadeneira, con una trayectoria que abarca cine, televisión, teatro y gestión cultural, fue condecorada por el gobierno italiano por su labor como agregada cultural. Su presencia en escena es arrolladora: precisa, sobria, implacable.
Alexandra Von Hummel, directora y cofundadora de La María, una de las compañías más relevantes del teatro chileno contemporáneo, alterna dirección y actuación en un trabajo que conjuga inteligencia escénica y visceralidad.
Ambas demuestran que no hay militancia más potente que la que se hace con arte. No es una obra que pida permiso ni se cuide de incomodar: es una obra que arde.
Ficha artística
Una mujer llena de vicios
Obra basada en el ensayo Teoría King Kong de Virginie Despentes
Elenco: Patricia Rivadeneira, Alexandra Von Hummel
Dirección: Alexandra Von Hummel
Dramaturgia: Manuela Oyarzún
Producción: Teatro NESCAFÉ de las Artes