ARTE
Por: Victoria Márquez
En la versión 2012 del Barrio Joven de arteBA, muchas galerías aprovechan para mostrarse por primera vez en la feria de arte más importante del país. Entusiasmo, ansiedad y una creciente profesionalización distinguen a un sector en crecimiento.
El Barrio Joven se ve distinto esta vez. Más prolijo, más pulido. Después de años de presencia en arteBA, en el contexto de una feria ya consolidada en el mercado del arte nacional e internacional, se nota que los jóvenes han asentado con más firmeza su lugar.
Las pautas brindadas para la presentación de galerías en esta edición de Barrio Joven Chandon 2012 fueron claras: mostrar hasta cinco artistas por espacio y desarrollar ejes curatoriales bien definidos. El comité encargado de seleccionar las galerías participantes fue este año integrado por la curadora Eva Grinstein, Diego Bianchi y Akio Aoki, cuyo cruce de miradas dio como resultado un interesante equilibrio entre el aparente desorden que caracteriza a las galerías de la «nueva camada» y la muy necesaria prolijidad en el montaje y la curaduría, lo que facilitó y favoreció la visibilidad de las obras.
Este año participaron del sector 18 galerías, la mayoría de ellas nacionales y de similar origen: surgieron a partir de proyectos colectivos que originalmente no se habían iniciado con fines comerciales, sino más bien con la intención de producir y compartir talleres, muestras y obras. Hoy en día es difícil que una galería surja a partir de una inversión de capital económico o que goce de algún tipo de fomento o apoyo institucional: los nombres, irónicos, resaltan ese aspecto. El MICH (Museo Internacional de Chile) o la Galería Daniel Morón (falso nombre del director del espacio, en realidad un jugador de fútbol admirado por quienes armaron la «galería», un proyecto sin sede fija), dan cuenta de ello. Si las instituciones no vienen a nosotros, nosotros somos la institución.
Rayo Lazer, Big Sur, Ruby, entre otros, son nombres de proyectos que surgieron como espacios autogestionados, alrededor de los cuales se nuclearon jóvenes que deseaban tener un espacio propio de trabajo y exhibición. En el caso de Ruby, el stand se deriva de la revista creada por Irana Douer en 2005. Lo que surgió como un simple proyecto de exhibición en forma de revista online, se transformó más tarde en un libro donde puede verse obra inédita de artistas contemporáneos nacionales e internacionales, y poco tiempo después adquirió forma tridimensional en este stand. La selección de obras es heterogénea en los medios pero se halla conectada por un mismo y muy visible criterio: la mirada que viene construyendo Douer desde que empezó a seleccionar artistas para la convocatoria inicial de la revista Ruby, en 2005.
En la mayoría de las galerías se notó que hubo un gran trabajo en cuanto a la planificación y el montaje, y en comparación con otros años, se notó un abigarramiento menor de obras que permitió apreciar con detenimiento trabajos destacables —como los cristales de Diana Drake en Isla Flotante, los pequeños muñecos en vitrinas realizados por Nicolás Miranda para la Galería Daniel Morón, las fotografías de Sebastián Desbats en Ruby o la obra de Guido Pierri en Peña—; llamó la atención una serena pecera ubicada por Mario Scorzelli en el centro del stand de Rayo Lazer, cuyo equipo decidió mostrar un número reducido de obras y privilegiar la creación de una atmósfera que los representara.
Dentro de los pocos trabajos audiovisuales del sector podemos ver un video realizado por Daniel Alva, que muestra un torneo de fútbol que se realizó entre varios equipos que formaban parte en sí de colectivos artísticos, varios de ellos presentes en esta edición del Barrio: Equipo Rayo Lazer, Equipo Isla Flotante, Equipo Proyecto Munguau. Es difícil imaginarse a los directores de las principales galerías del sector «tradicional» de la feria jugando un partido de fútbol 5. Quizás, quienes mueven la pelota en el mercado del arte a lo sumo se juntarán a jugar golf, o se cruzarán en un partido de polo, que por supuesto no filmarían —nada tan importante como la discreción y la exclusividad en las altas esferas—.
A modo de conclusión, puede decirse que en este sector de la feria no se ve arte joven (si es que tal cosa existe) ni obra de artistas «novatos» o de menor calidad. Lo que sí marca una diferencia es que aquí se respira un aire distinto. Una suerte de aire joven en un clima de no-competencia, de solidaridad y festejo. Obviamente, la ansiedad por ver un punto rojo al lado del propio nombre indicando la venta de una obra será motivo de nervios y expectativas. Pero la presión del mercado que ahoga a las galerías «consagradas» está ausente aquí, por el momento.
El espacio del Barrio Joven sabe que sólo puede ir para adelante, sólo puede crecer. Sus integrantes deberán mantenerse firmes en esa creencia para poder transitar ese largo camino que los llevará a convertirse en artistas, gestores culturales o galeristas consolidados. «Necesito creer en alguien» reza una bandera que cubre la entrada del stand de Rayo Lazer. Puede decirse con seguridad que estos chicos no necesitan creer en nadie más que en sí mismos.
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