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1 mayo, 2013

 

El decimoquinto BAFICI, con nueva dirección y sede central, presenta una programación amplia y variada, acaso más que en ocasiones anteriores. ¿Qué elegir ante semejante oferta? Aquí, una selección con lo más destacado del festival.

 

Por:  Julián Tonelli

El BAFICI 2013 comenzó el miércoles 10 y finalizará el domingo 21. La decimoquinta edición del prestigioso festival de cine presenta algunas novedades relevantes; por ejemplo, el arribo de Marcelo Panozzo a la dirección artística. Al igual que sus antecesores (Andrés Di Tella, Quintín, Fernando Martín Peña, Sergio Wolf), Panozzo se ha mostrado decidido a dejar una huella profunda en la fisonomía del certamen. Respecto del lugar, la designación del complejo Village Recoleta como nueva sede central puede considerarse una elección acertada. El inhóspito Hoyts Abasto venía siendo cuestionado desde hacía tiempo por sus deficiencias en cuanto a organización y seguridad, una carencia que el flamante centro neurálgico —más sofisticado, más acorde con el gusto del público— promete enmendar. Se suman, además, otras dos sedes —Village Caballito, Centro Cultural Recoleta— a las ya conocidas —Teatro San Martín, Centro Cultural San Martín, Malba Cine, Cine Cosmos UBA, Arte Multiplex Belgrano, Planetario, Fundación PROA, Anfiteatro del Parque Centenario—, para la conformación de una propuesta que, en comparación con ocasiones anteriores, parece otorgar mayor prioridad a la participación del público y a la complicidad del espectador. En la programación, cabe destacar que la sección «Cine del futuro» fue dada de baja por el surgimiento de «Vanguardia y género», una competencia cuyo nombre resulta tan contradictorio como arriesgado.

Ahora bien, ¿qué hay para ver? La oferta es aun más inabarcable que en otras ediciones, por lo cual este recorrido se propone repasar los títulos fundamentales.

Like Someone in Love (Abbas Kiarostami, Francia-Japón, 2012): la nueva película de Kiarostami, filmada en Japón con elenco de ese país, se centra en la relación entre un solitario anciano, una joven prostituta y el novio de esta. Nuevamente sobresale, en la temática del cineasta, el enigma en torno a las identidades. La delicada puesta en escena se vale de reflejos (espejos, cristales) y aísla las acciones en espacios cerrados (el interior de un automóvil), mas nunca entrega certezas sobre la naturaleza de sus personajes. Lo concreto parece ser aquello que se pierde fuera del cuadro, ajeno a la fugacidad de las apariencias. Como emanación de este engranaje visual y narrativo, Like Someone in Love evidencia su juego absurdo y melancólico, poseedor de una belleza sombría y trasnochada.

Gebo et l’ombre (Manuel de Oliveira, Portugal-Francia, 2012): merced a un elenco de figuras ilustres, como Michael Lonsdale, Claudia Cardinale y Jeanne Moreau, De Oliveira transpone una vieja obra teatral de Raul Brandao para situarla en la dramática actualidad europea. Acostumbrada a explorar y generar climas intimistas, su cámara no sale del humilde comedor familiar en el que se desarrolla la trama, concentrándose en el poder de los rostros, de los gestos, de las palabras. A sus 104 años de edad, el legendario director portugués sigue filmando. Su cine, qué duda cabe, se mantiene más fuerte y vigente que nunca.

Apres Mai (Olivier Assayas, Francia, 2012): el realizador de Irma Vep (1996) y Clean (2004) vuelve con una historia ambientada en pleno Mayo del 68. Su protagonista es un hijo de burgueses adinerados cuyo pasatiempo, al igual que el de muchos estudiantes bohemios de la época, es la lucha anticapitalista. Su aventura, en este caso, no sólo es idealista sino también artística. ¿De qué manera el arte puede subvertir el orden establecido y cambiar el mundo? Apres Mai, a fin de cuentas, es menos una reivindicación seria de las utopías maoístas que una mirada nostálgica y autobiográfica hacia la ebullición juvenil de aquellos años.

Outrage Beyond (Takeshi Kitano, Japón, 2012): con la secuela de Outrage (2010), Kitano —quizá el exponente más dotado del género policial actual— nos introduce en otra historia de policías y yakuzas, repleta de imágenes tan truculentas como estilizadas. El mayor atractivo del film, no obstante, reside en su minucioso retrato del submundo japonés, ambiente signado por múltiples intrigas, traiciones, manipulaciones y luchas de poder. La violencia, explícita o solapada, siempre está ahí.

No (Pablo Larraín, Chile-Estados Unidos, 2012): en términos retóricos, las películas de Larraín emulan eficazmente la estética visual de las décadas del 70 y del 80. Esta podría ser vista como la tercera parte de una trilogía sobre la dictadura chilena, iniciada con Tony Manero (2008) y prolongada con Post Mortem (2010). El relato, una mezcla de drama y comedia negra protagonizada por un soberbio Gael García Bernal, transcurre en 1988, año del plebiscito que determinó el fin del gobierno pinochetista y el regreso de la democracia. Nominada para el rubro Mejor Película Extranjera en la última entrega de los Oscar, No es el mejor ejemplo del gran momento que atraviesa el cine trasandino, una presencia de lujo en este BAFICI.

Starlet (Sean Baker, Estados Unidos, 2012): Baker es cine indie estadounidense en estado puro. Su mérito aquí consiste en haber realizado una buddy movie a partir de un vínculo inverosímil. La bella Dree Hemingway (hija de Mariel, bisnieta de Ernest) interpreta a una joven perezosa que por casualidad halla una gran cantidad de dinero. La dueña del botín resulta ser una anciana viuda con la que, de a poco, entabla una extraña amistad. El film discurre lúcida y meticulosamente sobre la soledad que, en etapas opuestas de la vida, sufren ambas mujeres. El autodescubrimiento, las emociones reprimidas, el deseo imposible de comunicarse con el otro: tales son los tópicos profundizados en Starlet.

Mekong Hotel (ApichatpongWeerasethakul, Tailandia, 2012): el nuevo trabajo del director de la multipremiada El hombre que podía recordar sus vidas pasadas (2010) manifiesta todos los rasgos distintivos de su estilo autoral. En primer lugar, una premisa narrativa que evita toda convención clásica al hacer confluir pasado, presente y futuro dentro del mismo espacio. En segundo lugar, el encuentro cotidiano entre realidad y fantasía, característico de la cultura tailandesa. En tercer lugar, el motivo temático de la familia y los nexos generacionales. Como escenario, el imponente río Mekong, acaso una metáfora del paso del tiempo, de la reencarnación, de la transformación constante.

Post Tenebras Lux (Carlos Reygadas, México-Alemania-Francia-Holanda, 2012): imposible no conmoverse ante la escena que abre esta obra inclasificable. En medio de la noche, una niña camina a través del campo abierto, rodeada de animales. Progresivamente, la oscuridad invade el cuadro. De pronto, se desata una tormenta, estallido primal del onírico caleidoscopio cimentado por Reygadas. El cineasta mexicano es un pintor virtuoso cuyo rechazo absoluto hacia toda lógica narrativa se materializa en una sucesión de imágenes impresionistas y expresionistas que remiten al mejor Tarkovsky. Tamaña audacia creativa, por cierto, le valió el premio al mejor director en el último Festival de Cannes.

Call Girl (Mikael Marcimain, Suecia-Noruega-Finlandia-Irlanda, 2012): en la Suecia de los 70, donde el Estado de bienestar vela por los derechos y las libertades de los más jóvenes, todo sugiere perfección. Sin embargo, algo podrido subyace en esa estampa de sociedad impoluta. Basada en un escándalo de prostitución verídico, que involucró a las más encumbradas esferas del poder, Call Girl exhibe una reconstrucción de época acorde con los hechos narrados. A medida que avanza el relato, su atmósfera se torna cada vez más sórdida y decadente, efecto reforzado por las excelentes actuaciones de la adolescente Sofia Karemyr y de la veterana Pernilla August. En sus mejores momentos, el film de Marcimain nos retrotrae a los grandes thrillers políticos de Lumet, Frankenheimer, Pakula.

Mujer Lobo (Tamae Garateguy, Argentina, 2012): injusto sería quedarnos con las palabras de su directora, que la definió como «un policial erótico». Mujer Lobo, sin duda, es mucho más que eso. Es hardcore puro y duro. Una asesina serial (desdoblada en las performances de Mónica Lairana, Luján Ariza y Guadalupe Docampo) se acuesta con cuanto hombre se cruza en su camino y luego los mata de modo brutal. El enfoque de Garateguy ofrece imágenes de una carnalidad bestial y perversa, con escenas de sexo notablemente registradas, que trascienden todos los límites respecto de lo visto hasta ahora en el cine argentino. Un film cargado de sangre, deseo y vitalidad, que desde luego no pasará inadvertido.

La nuit d’enface (Raúl Ruiz, Chile-Francia, 2012): inspirada en la obra del escritor Hernán del Solar, la obra póstuma del memorable director chileno es un juego de asociación libre en el cual la realidad y la imaginación se aúnan para formar una sola materia, una sola sustancia a través de la cual fluyen recuerdos y fantasías de toda una vida. Con la muerte más presente que nunca, el anciano protagonista deambula por las calles y sueña despierto, su mirada se ha transformado, sus ojos de niño proyectan fragmentos de una historia que se resiste ser contada de otra manera. La nuit d’enface es, en definitiva, la despedida de un genio, su gran último suspiro.

Hemos llegado al final de nuestro itinerario. La selección de films aquí expuesta obedece, como suele ocurrir en cualquier trayecto de esta índole, criterios del todo arbitrarios; bien lo sabrá el público del BAFICI, siempre ávido de revelaciones. El cine, ese lenguaje de reformas y contrarreformas, de marchas y contramarchas, de envíos, reenvíos y desvíos, todavía permite ilusionarse con la emergencia de poéticas inéditas.

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