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22 septiembre, 2025

Enrique Fornieles «El leve límite de lo real y lo virtual»

Por Elena Oliveras

Enrique Fornieles «El leve límite de lo real y lo virtual»

Como en etapas anteriores, en su nueva producción Enrique Fornieles nos invita a internarnos en el camino que marca el límite de lo Real y lo Virtual. La representación del paisaje, sugerida por la división virtual de la superficie de la tela en dos zonas (tierra y cielo), convive una vez más con la presentación -real- de distintas materias protagónicas.

 

Ya no se trata de la arena, la rama o la semilla sino de la madera pintada y cuidadosamente cortada en bloques poliédricos o cilíndricos. Fiel a sus condiciones de arquitecto y urbanista, Fornieles los ordenará de acuerdo con una estructura y montaje minuciosos. 

La materia compacta convive con otra materia inmaterial -la sombra- sumándose, en  esta oportunidad, un nuevo elemento, el voile. Un efecto “mágico” inédito es el que produce esta tela que envuelve la composición y desvanece la definición espacial de la forma-color. Dice Fornieles: 

La tela (voile) que cubre todo el cuadro es la que genera la gran diferencia. La tela esfuma los límites y modifica el cuadro en su conjunto. Dependiendo de dónde se coloque el observador se pueden ver distintas versiones del mismo cuadro. 

Al ojo-cerebro del espectador, que activa recursos del cinetismo óptico, se suma la intervención de todo su cuerpo. El desplazamiento corporal permitirá transformar la captación de materias, sombras o reflejos y alterar el ilusionismo inherente a la representación del paisaje, también desintegrado por su suspensión en el marco incorporado. 

 

 

Materiales compactos con sus sombras y telas semitransparentes marcarán un hiato o una grieta que interrumpe la mímesis. De acuerdo con la ontología platónica, se subiría un escalón en términos de verdad. Recordemos que el pintor –mimetés– se ubicaba por debajo del carpintero o del constructor de barcos ya que lo que producía era solo ilusión, como las imágenes  en el espejo. 

Una temporalidad compleja dinamiza las composiciones de Fornieles. Diferente del formalismo “en acto” de los bloques de madera, el informalismo de la sombra evanescente  requerirá del paso del tiempo. No sabemos en qué momento preciso la zona de sombras, generadas por el bloqueo de los rayos de luz, pasará de la potencia al acto, es decir, a la realidad de su  presentación. Todo depende de la fuente de luz (natural o artificial), de la incidencia de los cuerpos compactos sobre ella y del mayor o menor velamiento del voile según el punto de vista relativo del espectador. 

Las pinturas “escénicas” de Fornieles ponen en juego un ojo relativista que es síntoma del humanismo descentrado contemporáneo. Ese ojo revela que la res  extensa –clave en la clasificación cartesiana- está lejos de ser inmutable La extensión en el espacio no llega a determinar la identidad de las cosas. No hay en ella “claridad ni distinción” dado que está sometida a una inestabilidad esencial dada por la movilidad perceptiva. 

A la visión horizontal (la más común) y a la vertical (la del urbanismo) se agrega la que Le Corbusier llamó “la quinta fachada”. De este modo se expande la perspectiva incluyéndose el enfoque  desde abajo,  por ejemplo desde el pié, y desde lo alto, como el de un dron o el de un avión.  No habrá eje perceptivo privilegiado para un tipo de ojo “anti-brunellischiano” que ya no mira en una sola dirección. 

 

«Las cosas que me conmueven»

 

Protagonismo de la luz y del cuerpo del espectador

Fornieles pone en el centro de sus obras al receptor sabiendo que toda obra necesariamente lo implica. Se comprueba, una vez más, la eficacia de lo que Alain Badiou, en Elogio del amor, llamó “la regla del dos”. Se trata de un contacto “amoroso” que destruye “la regla del uno”, el principio egocéntrico que subsume a gran parte de la humanidad contemporánea. De acuerdo con la “regla del dos”, obra y  receptor forman una unidad inalterable. Frente a una obra de arte, nunca estaremos solos y esto resulta un perfecto antídoto para el “solitario definitivo” (Virilio) característico de nuestro tiempo.

Las escenas creadas por Fornieles apelan a un espectador activo.  Como ya observamos se dirigen al ojo-cerebro, para resolver efectos ópticos, y a la totalidad de su cuerpo como motor de transformaciones “atmosféricas”. Ellas nos acercan a la atmósfera (Stimmung) de las pinturas metafísicas de de Chirico donde las sombras del crepúsculo disuelven los cuerpos de las esculturas en el espacio urbano. 

En el caso de Fornieles la disolución refiere al paisaje natural como sitio de cambios asombrosos de luces y de sombras. Los encontramos tanto en el plano bidimensional del suelo como en la tridimensionalidad de plantas, árboles y diferentes objetos.

La perfecta imbricación de formas-colores-sombras deshace el principio de individuación que intentaba separar lo sólido y lo inmaterial, lo real y lo virtual. Es lo que Fornieles detalla en sus dibujos y pinturas. Asimismo es lo que sirve de estímulo en sus proyectos arquitectónicos y urbanísticos que se alejan de la rigurosidad de la línea recta favoreciendo el desarrollo de formas blandas y a veces caprichosas, como las de la misma naturaleza.

La labilidad formal sugiere la presencia de una veta musical, entre rítmica y melódica, en la producción tanto del artista como del arquitecto y del urbanista. Afirma Fornieles: “en mis últimos cuadros las maderitas son como los edificios en el urbanismo y conviven con el paisaje horizontal representado en el canvas.” Asimismo señala que “el paisaje horizontal y el paisaje vertical se juntan en el infinito”.

 

 

¿Quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte?

Sin duda, Nietzsche es el autor más citado por los filósofos postmodernos. Se ha resaltado, en particular, la vigencia del aforismo 125 de La gaya ciencia donde expone su provocativa tesis de la “muerte de Dios” (o mejor, de la Verdad con mayúscula). Se trata de un texto que da testimonio del poder imaginativo del filósofo (aunque su epítome suele ser considerado en el arte). Allí leemos: 

Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? ¿Todavía hay un arriba y un abajo?

La “muerte de Dios” no es algo de lo que debemos lamentarnos. Por el contrario, “no hubo en el mundo acto más grandioso” (sic) ya que coloca el sujeto en el centro de la escena del conocer.  

En un mundo sin Verdad “no hay hechos sino interpretaciones”.  En concordancia con tal situación las obras de Fornieles son máquinas de sentido que interpretan  el escepticismo contemporáneo. Son metáforas de un mundo sin Verdad. Un mundo de identidades cambiantes, familias de geometrías variables e ideologías impuras. Un mundo en el cual el ser humano debe resignarse a no llegar al límite de sus posibilidades habida cuenta de que la Verdad es sólo un estado transitorio de las cosas. 

Fornieles plasma esa transitoriedad en obras transformables que son lúcidas metáforas de la  naturaleza como physis o energía siempre renovada. Ponen de relieve la necesidad de encontrar la verdad en un develamiento paulatino, como el que permite el voile al atenuar el paso de la luz en el juego siempre abierto de los objetos con sus sombras. En consonancia con tal apertura, el espectador es invitado a jugar su propio juego disfrutando de nuevas perspectivas en los pliegues de su percepción y su imaginación.


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