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14 mayo, 2013

ARTE & EMPRESARIOS

Me preguntaba hasta qué punto el arte se apodera de nuestras vidas porque, aunque se jaqueen su existencia y su sentido, aparecen ciertos resplandores en la oscuridad. No son muchas las entrevistas que puedo hacer, por mis múltiples actividades; sin embargo, valió el esfuerzo: Fernando Fontenla, vicepresidente de la firma homónima, me dio una clase magistral de vida, porque esta entrevista dice más de lo que él pretendió decir. 

 

Por: Margarita Gómez Carrasco

 

¿Cómo nace Fontenla? 

En realidad, la empresa la empezó mi abuelo hace 65 años; exactamente coincidió con el nacimiento de mi padre. Mi abuelo ingresó al mundo de los muebles en Flores, su barrio natal; empezó comprando muebles y revendiéndolos. Compraba muebles a los cuales nosotros denominaríamos en blanco, sin lustrar. Estamos hablando justamente del comienzo de la década del 50. Luego, se puso a lustrarlos según el pedido del cliente; empezó a orientarse guiado por lo que quería cada cliente. Transcurre el tiempo; mi padre, a eso de los 20 años, ya venía con esa filosofía. Pero, como nos pasa a veces a los jóvenes, sobre todo cuando empezamos a trabajar en el negocio familiar, el querer innovar, incorporar cosas nuevas, él sabía que era muy difícil y tuvo que luchar contra la filosofía de mi abuelo. Las nuevas ideas de mi padre, en ese momento, eran diseños más modernos; entonces decidieron abrir otro local, que iba a manejar exclusivamente mi padre.

 

¿Trabajan con arquitectos y diseñadores? 

Antes, los vendedores tradicionales de muebles no eran decoradores ni arquitectos; entonces, nos dimos cuenta de que la gente empezaba a demandar otros servicios. Tomamos esas demandas y respondimos con un valor agregado para diferenciarnos de las mueblerías tradicionales; sumamos al staff  de ventas profesionales con conocimientos de decoración. La consulta del cliente primero pasaba por un dibujante tradicional, que le hacía la perspectiva a mano alzada de lo que necesitaba para su ambiente; de esa forma, vendíamos lo que exhibíamos en ese momento. Después ingresó el decorador, quien puso otra impronta, empezó abrir un poco más el abanico; esto hizo también que nosotros abriéramos nuestro staff  de profesionales, y de esa manera empezamos a ampliar nuestra oferta de productos. Ofrecerle algo especial al cliente hace que ese producto después lo dejemos como estándar. Entonces empezamos a incorporar nuevas líneas; ya no son solamente el francés, el inglés, el imperio. Se incorpora el Biedermeier, estilo alemán que hacía años existía, pero a nosotros nos costaba meternos en eso de lo contemporáneo; bueno, cuando nos metimos, la empresa dio un giro y un salto importante.

 

¿Cómo se produce la inserción de obras de artistas plásticos que acompañan los muebles? 

Teníamos decorados los locales con obras de artistas desconocidos; no era nuestro fuerte en ese momento, ni nuestro objetivo. Era más una relación con un artista en especial, y tampoco eran muchos lo que poníamos en exhibición; a veces, nosotros mismos comprábamos algunas obras que nos servían para decorar la ambientación. Nuestra relación con el arte empieza hace unos cuatro o cinco años, cuando empezamos a ver que el público que consume arte es también nuestro público; que la decoración se valoraba principalmente cuando la acompañaba una obra de arte importante. De esa manera, el arte empezó a ser algo fundamental para la decoración, y para nosotros también es algo importante, si bien no somos conocedores de arte; entonces, para meternos, empezamos a contactar gente que podía estar más relacionada con artistas, con lo cual la relación fue básicamente decir «Bueno, estas son las paredes, son todas suyas para colgar las obras».

 

¿Cuál es la preferencia del público consumidor? 

Lo abstracto. Después va a variar según el artista y la ambientación en la que se encuentra enmarcada la obra; algunos tienen más salida que otros, ya sea por los colores o por los trazos que utiliza.

 

¿En qué tipo de ambientación incluís las obras que tienen más salida? 

Sin duda, en la línea contemporánea; es la que más sale. Desde que amueblamos el Faena, nos tienen como referentes. Obviamente que esos muebles no los podemos hacer para el público, porque son marcas registradas, pero sí nos obligaron a ir creando otras líneas que tuvieran ese estilo, el plateado a la hoja, el dorado a la hoja, el marfil.

 

¿Cuál es el balance de 2012? 

Para nosotros fue un año bisagra, un desafío, un año difícil. Luchamos para tratar de crecer y de agrandarnos. Cuando otros tal vez piensan en achicarse si viene una recesión, una crisis, nosotros siempre hemos tenido la filosofía de no achicarnos, de tratar de ocupar espacios porque las crisis, si uno es inteligente, sirven para crecer. Entonces, obviamente uno piensa: «Si no hubiera habido tanta recesión o si no me hubiera pasado esto, ¡cuánto más podría haber crecido!». Uno se puede lamentar o decir «veamos el lado positivo». El balance, si lo tengo que pasar en blanco, es de bueno a muy bueno.

[showtime]

 

¿Proyectos para este año?

Tenemos varios. Primero, cambiar la imagen de la empresa. Hablo no tanto de lo relacionado con el arte, sino en lo global; en el arte, seguiremos por el mismo camino, eso de ir armando eventos cada vez que tenemos que presentar nuevos artistas. Hace quince años fue bisagra para Fontenla cuando decidimos meternos con lo contemporáneo; luego esa producción superó a lo clásico. Aunque hay mucha gente que todavía dice «Fontenla hace muebles de estilo inglés», no queremos encasillamientos, porque somos eclécticos; estamos trabajando desde hace varios años para dar a conocer nuestra línea contemporánea. Otro de los proyectos que tenemos es la venta online para los que deseen comprar vía Internet; ese punto lo estamos empezando a desarrollar. Ya implementamos con un muchísimo éxito la compra telefónica con tarjeta, y esto nos ha ampliado muchísimo las ventas en el interior del país. Preferentemente, en el sur de la Argentina, porque la gente del sur no es tan de viajar a Capital como la gente del centro y del norte; no me preguntes por qué, pero la gente del sur está muy acostumbrada a comprar por catálogo, entonces compra mucho por la Web. También la incorporación de productos importados nos ha ayudado bastante.

 

En diciembre, hicieron una subasta de arte en para la fundación Flexer. Contanos al respecto.

Hace años, hicimos otros eventos también. En 2008 hicimos una exhibición de unos espacios que estaban armados por diferentes decoradores, como si fuera una especie de Casa FOA; luego, en otra presentación, fabricamos una serie de aproximadamente diez sillas y le dimos una a diferentes artistas plásticos, Marta Minujín, Clorindo Testa, Guillermo Roux y otros (espero que me sepan disculpar porque no me acuerdo en este momento del nombre de todos); cada uno la intervenía como quería, a su estilo. Esas sillas, después, fueron exhibidas en un evento y posteriormente subastadas en un hotel céntrico; lo recaudado fue donado al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez; para nosotros, fue una experiencia nueva, muy gratificante, por la donación a un nosocomio que siempre está necesitando ayuda. Más allá de que nos pareció interesante, nos conmovió lo que estábamos haciendo. Es reconfortante dar. En 2012 dijimos: «vamos a repetir la idea»; consultamos a nuestra comunicadora de prensa y nos sugirió la fundación Flexer, que trabaja con niños que sufren de cáncer. Entonces buscamos algunos artistas plásticos; cuando empezamos a contactarlos, comenzaron a sumarse bastantes famosos. Nos conmovió muchísimo, como nos conmovió la muerte de Eduardo Pla, que intervino una mesa redonda, y me dijiste que fue también quien les diseñó la tapa de su primera revista de El Gran Otro. Espero que podamos, en este 2013, hacer algo similar. También ayudamos a escuelas de de la zona, con mueblecitos. Cuando se inauguró una frente al Autódromo, le donamos juguetes de madera; siempre estamos haciendo alguna cosa. Los hombres pasan; las acciones y las ideas quedan.