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13 julio, 2012

ARTE

La artista argentina residente en Italia presenta una instalación en el Centro Cultural Recoleta

Por Patricia Rizzo

La preocupación concerniente al paulatino deterioro que sufre la tierra crece a través del tiempo. En la actualidad, hay más conocimiento de los desastres inherentes al descuido del hombre y sus consecuencias. A través de su obra, Inés Fontenla pone en evidencia la problemática ecológica; un tema cada vez más presente en el discurso de muchos pero que pocos pugnan por solucionar.

Es difícil establecer si la artista persigue con sus trabajos establecer un llamado de atención que derive en actividades constructivas para hacer del mundo, un lugar menos vulnerable. Lo concreto es que su denuncia artística activa un pensamiento doloroso: alguna vez, la tierra fue un lugar incontaminado.

La instalación es bella y a través de elementos simples remite a varias capas de sentido. La sala se encuentra cubierta de varios centímetros de tierra fresca. Su envolvente aroma recuerda la energía que contiene, se percibe viva. Sobre ella, un planisferio de vidrio destrozado. El mapa del mundo fue impreso en él,  en un colorido dibujo desplegado a través de toda su extensión. En una instancia performática que la artista ha mantenido en privado, y en la misma sala, tuvo lugar el rompimiento del mapa.

Si bien en la lectura de la instalación puede establecerse ese momento como una instancia atractiva para compartir con los espectadores, Fontenla ha elegido realizarlo en un gesto de introspección, que se ha repetido insistentemente en la gestación de muchas de sus obras. Junto al planisferio destrozado, se proyecta un vídeo con el mapa terrestre achatado.

Entre la palpable fertilidad del elemento tierra, y la trágica visión del mapa diezmado se encuentra un goce, una belleza triste, que deja lugar a la reflexión sobre ese problema delicado. La limpidez del vidrio recuerda ese pasado que el hombre ha arruinado con el uso indiscriminado de la naturaleza; toda la imagen ubica al espectador en un espacio de palpable fragilidad.

No es la primera vez que la artista —porteña, residente en Italia desde hace 25 años— elabora proyectos conceptualmente vinculados con los desastres ambientales, centrando su discurso en la manipulación desmedida de los recursos naturales y sus efectos. Otro tópico que se repite en su trabajo es la noción de límite, la idea de infinito.

La instalación fue anteriormente emplazada en la Vía Julia, en la iglesia desconsagrada de San Filippino, en Roma.

Fotos de sala: Damián Roth

Requiem  Terrae – Instalación
Sala 10

Viernes 15 de junio al domingo 22 de julio de 2012
Centro Cultural Recoleta – Junín 1930

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