Judith Ghashghaie, compromiso lúdico con ideas y formas
Reside en Miami, pero apartada en su propio mundo. Sus respuestas son una explosión de creatividad, anécdotas, ideas, imágenes y conceptos congruentes con su vida y obras.
Por Gerardo Serra, corresponsal en Miami
Sus experiencias han sido intensas, desde muy joven ha sorteado toda suerte de obstáculos para coexistir en, por y para las artes plásticas, la literatura y lo académico. Esta venezolana, quien ha vivido en Estados Unidos por 25 años, ha obtenido varios reconocimientos: la beca Tigertail Productions, Inc. & Miami-Dade County Department of Cultural Affairs; fue «Artista en Residencia» para Arts Council of Oklahoma City, por lo cual daba clases y seminarios en varias universidades y escuelas; y obtuvo el premio Nona Jean Hulsey Art Gallery Award de Oklahoma City University. Sus obras se encuentran en colecciones privadas e institucionales de España, Italia, Inglaterra, México, Colombia, Ecuador, Venezuela y Estados Unidos. Realiza pinturas, dibujos, esculturas e instalaciones en los que se encuentran pies y zapatos, fetiches polisémicos que apuntan a diferentes direcciones significativas: los zapatos, extensión de nuestros pies, tienen que ver con sexualidad, poder, autoridad, tránsito, movimiento. Pies y zapatos abrevian o extienden el arraigo o desarraigo de ella como emigrante, movilizan o paralizan su espacio-tiempo en el planeta. Desde hace algunos años, se ha dedicado también a elaborar libros de artista. Algunos de los eventos en los cuales ha participado con sus libros de artista son: «Azul» y «México en la Mirada» curadas por Jim Lorena; «Aspettando la Biennale del libro d’artista» curada por Gennaro Ippolito y Giovanna Donnarumma; «Homenaje a Luciano Morandini: lo sguardo e la ragione»; «Di carta/Papermade» en el Palazzo Fogazzaro curada por Valeria Bertesina; «Bienal West England» curada por Helen White.
¿Desde cuándo creas libros de artista y por qué es el género al cual dedicas más tiempo actualmente?
En 1979 Luis Navarrete Orta, profesor de literatura, trajo al salón de clases un curioso libro-objeto que circulaba secretamente en Santiago de Chile titulado La poesía chilena, el cual fue publicado en 1978. Hojear dicho poemario me impresionó más que todas las noticias que había leído y escuchado sobre los asesinatos de Pinochet. Entonces comencé a interesarme por estos libros-objetos, la poesía experimental, concertista, fonética, y todo tipo de manifestación artística que uniera dos o más artes. La razón por la cual me he dedicado más a crear libros de artista es porque permiten integrar pintura, dibujo, escultura, escritura, música. Exploro simultáneamente el espacio bidimensional/tridimensional, lo abstracto/concreto, lo visual/poético, lo obvio/secreto. Es un género de las ambivalencias y del pareo complementario, tiene más excepciones que reglas, estas características van con mi personalidad. Algunos libros de artista son manipulables, esto quiere decir que la experiencia sensorial del espectador es directa, envolvente.
Contradictoria y curiosamente, el libro de artista es una nueva forma expresiva que es bastante antigua: las tablas de Moisés con los diez mandamientos ‒yo diría que‒ son el primer antecedente; entonces, es «divino» en ambos sentidos del significado. El libro de artista es ecléctico, ilegal, híbrido y bastardo, ningún arte ha asumido su paternidad. Todas estas características me atraen profundamente.
¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?
Ahora mismo me inspira la celebración de Halloween; las calaveras, brujas y calabazas con las cuales decoran las tiendas me hacen pensar en los estudiantes sumados a los 25 mil muertos y desaparecidos en manos del hampa en Venezuela (uno de ellos fue mi primo), en los 2000 muertos del conflicto entre Israel y Palestina, los 1500 de la guerra de Afganistán, los 3000 en Ucrania y los 200 mil cadáveres de Irak. Ya hice un libro de artista que contiene petróleo y pequeños cadáveres con cuadernos que son miniaturas. Sobre la paz israelita-palestina elaboré un libro-objeto que contiene diversos elementos, entre ellos: una paloma de la paz enana con todo y caquita, una pluma calva, postales de las diferentes etnias de la zona, un par de fetos plásticos, y epigramas sobre la paz que yo he escrito. No pretendo convencer a nadie de nada con respecto a estos dramas, cada quien tiene su propia visión del mundo y el arte ayuda a auto-reconocerla. En lo particular, me siento menos abrumada y más combativa cuando elaboro algo con mis manos que exprese mis sentimientos.
¿Solo te inspiran problemas sociales que narran algo?
Mis trabajos aluden a situaciones o cosas que me inquietan o me llaman la atención; por ejemplo, tengo una serie de piezas realizada con maderas, ramas, fibras, son figuras abstractas que aluden a los elementos naturales con los que se fabrican los textos. Liberación de Ángeles es una obra mística-lúdica. Tengo una serie de libros con dibujos que remiten al amor y a lo macabro, otra serie de cajitas recicladas que contienen reflexiones sobre la palabra poética. La serie, que se expuso este año en la Universidad de Jaén, remite a la libertad: a la casa, la ciudad y el país que son una jaula. Esta idea no es mía, sino que parte de un proyecto colectivo que se llama Ley de Erradicación de la Vida Desatenta, el cual me gustó mucho y por eso sigo trabajando con la idea y la misma gente. Es decir, la preocupación social en mi obra es importante, pero no es lo único.
¿Qué proyectos tienes a corto plazo?
Estoy investigando maneras de reproducir las obras con las cuales voy a participar en la «Feria de Libros de Artista: Ley de Erradicación de la Vida Desatenta, Cinco Sedes». La artista argentina Liliana Gerardi y yo somos las artistas organizadoras de la sede Lauderhill Arts Center aquí en Florida. El evento se llevará a cabo del 13 al 16 de noviembre en cinco países; luego, las obras continuarán presentándose por un año de manera virtual. Estos libros de artista son de importantes creadores de España, Latinoamérica y Estados Unidos. Antonio Damián y Jim Lorena son los organizadores generales. Artistas y profesores en cada sede trabajamos mancomunadamente y nos repartimos las tareas en nuestra comunidad para dar a conocer nuestra producción y fomentar un mercado sostenible.
Con nuestras obras hemos logrado llamar la atención de instituciones que ahora proveen promoción, catálogos y espacios expositivos: la Universidad de Jaén, el Museo de Jaén y la Escuela de Arte José Nogué en España; el taller La Pintadera de Toluca, la Asociación cultural LIA de Guadalajara, la Cátedra de Gráfica de la Facultad Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia) en México; la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Tecnológica de Pereira en Colombia; el Postgrado de Lenguajes Combinados del IUNA en Argentina. El Condado De Broward aquí en Florida nos apoya, y esperamos que otras instituciones locales y del resto de Estados Unidos nos abran sus salas, para que se expanda esta iniciativa que sale de nosotros, los artistas.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del arte?
Sospecho que la vocación artística es una regresión incurable que responde a un deseo infantil reprimido por querer jugar siempre. Cuando era niña iba a la biblioteca comunitaria ‒era la única del vecindario que iba todos los días‒, allí leía y dibujaba, para mí era lo más divertido del mundo. De adolescente quise estudiar un bachillerato combinado con artes, pero mi madre no aprobó la idea, le parecía que me pondría más rebelde de lo que era y me juntaría con gente rara que me iba a empujar por el camino equivocado. Me internaron en un lejano pueblo colombiano, allí conocí a Sor Cecilia, una brillante monjita partidaria de la Teología de la Liberación que me prestaba libros de Ernesto Cardenal, Hermann Hesse, Walt Whitman y otros; yo no entendía mucho, pero seguía leyendo. Al salir del internado me hice novia de un muchacho que estudiaba matemáticas, fanático del cine-ensayo, que leía a Sartre, Kafka, Camus, y me llevaba a los museos y galerías. Era justamente el prototipo de melenudo raro que mi madre me había querido prevenir, ese chico me siguió empujando por el temido camino de las artes.
Qué personas o hechos influyeron en tu formación?
Mis amigos influyeron, algunos eran un poco mayores, yo los imitaba. Estudié Arte en el Departamento de Artes del Instituto Pedagógico de Caracas, asistía a los talleres de Carlos Prada, Miguel Sanoja, Alicia Patiño, Irama Guanipa. También estudié literatura en la Universidad Central de Venezuela. La persona que más influyó en mí como artista plástico, docente y persona fue Luis Domínguez Salazar, maestro de maestros, irreverente, vital, anarquista, vertical. Era un adelantado a su época, amante del dibujo pintado y del humor negro, fundó y colaboró con muchas instituciones de arte a pesar de ser el ser más anti-institucional del universo. Tuve además la suerte de conocer personalmente y escuchar a Marta Traba, Juan Acha, Adolfo Sánchez Vázquez. Me formé en la Venezuela de los ’60 y ’70, en la Caracas del momento había gran pasión por el arte cinético, el minimalismo y el arte óptico avalado por lo institucional; paralelamente, se desarrollaba el arte neo figurativo, el cual fue el que más me ha interesado. Este contexto y personas influyeron en mi formación y manera de pensar.
En la relación creador–receptor, ¿qué es para ti lo más importante?
Lo más importante es que el espectador tenga un rol activo y protagónico para deconstruir/construir mis piezas. Me da mucho gusto cuando las personas contemplan con atención mis obras, arman sus propios rollos, buscan significados ocultos, ignoran «lo que yo quise decir» y me convencen de sus hallazgos.