Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

25 septiembre, 2011

dOCUMENTA (13), la mayor cita mundial del arte contemporáneo, propone una maratónica exploración del universo creativo de nuestro tiempo. Visita guiada por el evento que define hoy el arte del mañana.

 

Rodrigo Carrizo Couto*, corresponsal en Kassel

 

El visitante penetra en una inmensa sala blanca vacía. Tras el desconcierto inicial, y mientras busca objetos reconocibles para observar, nota algo curioso. A pesar de estar dentro de un edificio, sigue soplando una suave brisa. Dado que no hay ventanas abiertas, ya no caben dudas de que está ante la pieza inaugural del Museo Fridericianum, concebida por Ryan Gander, una obra cuya intención es «limpiar» al recién llegado de las influencias externas y prepararlo para la experiencia que le espera. Viento y vacío. Como aperitivo, no está nada mal.

Más tarde, nuestro héroe llega a una casona en la que se presenta la obra sobre la que murmuran con admiración todos los iniciados, una habitación a oscuras en la que se oyen voces, soplidos y sonidos diversos. Uno reflexiona sobre lo admirable de la tecnología alemana…hasta que se da cuenta de que este sonido se mueve alrededor del visitante. No está experimentando una instalación sonora, sino a seres humanos reales que cantan, bailan y evolucionan, improvisando en la más absoluta negrura alrededor del público desconcertado. Se trata de This Variation, una «situación construida», creada por el enfant terrible del arte de vanguardia europeo: el anglo alemán Tino Sehgal; un momento especial, que deja al viajero inmerso en una sensación mágica y desestabilizante.

El perfume de lo invisible

Como dato, no deja de ser interesante que dos de las obras más emblemáticas de esta dOCUMENTA (13) no puedan ser fotografiadas, copiadas, filmadas o reproducidas. Brisa en un salón desierto, e improvisaciones en la penumbra, toda una exploración de lo efímero que solo deja huella en la memoria de quienes pudieron sentir en carne propia la experiencia. Debe ser eso tan manido de «vivir para contarlo».

Según narran los iniciados del Gran Arte, dOCUMENTA es la «madre» de todas las citas artísticas habidas y por haber en el mundo mundial. Es el encuentro en la cumbre que marca «el arte del mañana» y que dicta las directivas que triunfarán en ferias y galerías del mundo entero. De ser eso cierto (y lo más probable es que lo sea) es inevitable notar una tendencia que confirma la coronación de acciones, performances o instalaciones como epicentro de la creación de hoy; y todo con carga política.

Arte en los bunkers

Es esta una ciudad poco agraciada, carente de encantos evidentes, más allá de la serenidad de los jardines del Karslaue. Por ello, solo cabe aplaudir la visión que tuvo Kassel, cuando tras la II Guerra Mundial creó de la nada la que iba a ser la mayor y más prestigiosa cita del arte contemporáneo planetario. Por cierto, no olvidemos que Kassel fue un importante centro industrial de producción de tanques durante la Alemania nazi, lo que motivó que de esta ciudad, otrora conocida como «París del Norte», no quedaría piedra sobre piedra, cortesía de los bombardeos de alfombra de la RAF. Y eso se nota, pero los laboriosos teutones han sabido incluso convertir su desgracia en parte de la gran fiesta del arte. Así utilizan los antiguos bunkers, trágico recordatorio de sus desgracias bélicas, como improvisadas salas de exposiciones. En los refugios antiaéreos del Weinberg (a los que se entra con casco) encontramos una pieza a medio camino entre lo hilarante y lo fascinante. Una videoinstalación de Allora y Calzadilla que presenta a una etnomusicóloga tocando el instrumento más antiguo jamás hallado: una flauta prehistórica hecha a partir del hueso de un buitre. ¿Su público? Un grupo de visitantes y…un buitre vivo, tataranieto lejano del ave que involuntariamente cedió sus huesos a nuestro antepasado con veleidades musicales.

Elogio de la confusión

Como ya comprende el lector, Kassel es un caótico cajón de sastre en el que se dan cita todas las formas de la creación actual, una tempestad de talento que se abate sobre la aburrida ciudad provincial. Todo es mérito de la americana Carolyn Christov-Bakargiev y la española Chus Martínez, ambas curadoras de esta titánica exposición, imposible de ver en su totalidad. De hecho, se comenta que solo estas dos mujeres han podido ver todas y cada una de las piezas presentadas en Kassel. Y nadie más…

Christov-Bakargiev ha sido curadora del Castello di Rivoli en Turín, y se ha ocupado igualmente del mítico PS1 neoyorquino. La responsable de dOCUMENTA (13) explicó a los medios de comunicación su particular visión: «La confusión es algo verdaderamente maravilloso y asumo el riesgo de desconcertar a muchos. Esta edición carece de concepto. Ante el hecho de que existe una multitud de verdades válidas, nos enfrentamos permanentemente a interrogantes insolubles. De ahí la posibilidad de no elegir, o de elegir algo que sabemos también parcial o inevitablemente falso. Lo que veremos en Kassel será arte o quizás no». Como definición, no deja de ser interesante, sobre todo para los que necesitan un manual que les diga qué pensar en cada momento. Todo y nada. Arriba y abajo. Abreviando: lo que usted quiera.

Arte en cuatro continentes

Que no falte ambición, parece ser la consigna. Tan es así que nuestras dos damas han logrado llevar dOCUMENTA (13) a los cuatro confines de la Tierra. Este año, la fiesta expande sus sucursales hasta Kabul (Asia), Egipto (África) y Banff, en Canadá. En cuanto al cuartel general en Kassel, se utilizan todos los escenarios urbanos posibles para exponer: desde estaciones de tren hasta hospitales, pasando por jardines, lagos, puentes, escuelas, viñedos y cafeterías. En total, una cantidad de kilómetros capaz de destrozar a base de caminatas al más voluntarioso art lover.

El corazón de dOCUMENTA es el Museo Fridericianum, junto al cual se encuentran la Documenta Halle y el Ottoneum. Algo más lejos está la Neue Gallerie, a las que se suman la bella Orangerie en los jardines de Karslaue, los alrededores de la Hauptbahnhof (estación central de trenes), las terrazas del Weinberg (donde imperan las esculturas del argentino Adrián Villar Rojas) o la Casa de los Hugonotes, entre muchos otros espacios puestos al servicio de la creación.

 

Algunas perlas aleatorias

Asumamos que toda selección es arbitraria. Pero, aun así, lo cierto es que ha habido una (relativa) unanimidad de criterio entre los especialistas a la hora de destacar algunas obras. Comencemos haciendo una espiral desde los suburbios hasta el Fridericianum, punto final del recorrido.

En la Estación Central vemos El rechazo del tiempo, de William Kentdridge, imponente instalación de video que sirve de preámbulo a los paisajes postapocalípticos de la italiana Lara Favaretto: toneladas de hierros retorcidos que cumplen función de homenaje y recordatorio arqueológico de los orígenes industriales de esta rica región alemana.

En los jardines del Karlsaue nos esperan algunas de las obras más emblemáticas, empezando por la propuesta de la brasileña Anna Maria Maiolino, quien propone una instalación sonora en un bosquecillo, doblado de sus características formas en arcilla que ocupan la totalidad de una casona. Otra «perla» (y una de las obras más aplaudidas) es la macro instalación de Pierre Huyghe, en la que impera una estatua clásica con un panal de abejas por cabeza, rodeada de tierra revuelta en la que merodea un inquietante perro pintado de rosa. Sería interesante saber cómo hacen los organizadores para convencer al cánido en cuestión para que participe de la obra hora tras hora. ¿O habrá muchos perros de color rosa en Kassel?

Llegando al centro, se destacan las inmensas telas de Julie Mehretu presentadas en el Documenta Halle, la obra del chino Yan Lei, repleta de referencias al arte occidental más celebrado, el colosal avión de Thomas Bayrle, la instalación sobre las lesbianas sudafricanas propuesta en la Neue Gallerie, y el inmenso collage realizado a partir de revistas por Geoffrey Farmer.

Ya llegando al Fridericianum encontramos a los argentinos Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg, cuya peregrina idea consistió en traer a Kassel un meteorito desde la provincia del Chaco. De más está aclarar que la iniciativa fue frustrada por los celosos servidores del bien público. Pero, al menos, la instalación presenta las cartas intercambiadas con las autoridades a tal efecto, fotos y un hilarante vídeo.

En un tono más serio, sobresale la imponente (y muy perturbadora) instalación de Kader Attia. Centrada en los gueules cassés (soldados franceses con gravísimas heridas en la cara durante la I Guerra Mundial) el artista argelino explora el universo de las cicatrices y la reparación a través de máscaras africanas, fotos históricas y obras fabricadas con balas. Sin duda, una de las obras más angustiosas en Kassel.

A pocos metros, nos espera un espectacular mural de Goshka Macuga. La pieza (un tapiz realizado con una técnica que asusta) ocupa un hemiciclo del museo. En la obra vemos a un grupo de afganos en Kabul que observan a los espectadores en Kassel. La otra mitad puede verse en Afganistán, donde los visitantes pueden espiar a su vez a los ricos alemanes que los observan desde el complejo tejido en blanco y negro.

A la hora de las despedidas, el visitante se deja seducir por una obra que tiene unos 4500 años. Se trata de unas maravillosas princesas de Bactriana, de apenas 15 centímetros de alto y realizadas en piedras semipreciosas. Testigos de la historia de una de las regiones más torturadas del mundo, entre Afganistán y Uzbekistán, las pequeñas esculturas casi translúcidas, de un gusto y una delicadeza exquisitas, dejan al viajero reflexionando sobre el tenue hilo creador que atraviesa los siglos.

Esta larga historia continuará en cinco años, cuando la dOCUMENTA (14) abra sus puertas una vez más para explorar nuestro universo, hecho de arte e ideas.

 

 

[showtime]

Fotos: Rodrigo Carrizo Couto

Tapiz de Goshka Macuga en la rotonda del Museo Fridericianum

Instalación sobre lesbianas sudafricanas de Zanele Muholi en la Neue Gallerie

Macro collage de Geoffrey Farmer en la Neue Gallerie

Vista general del Museo Fridericianum y la Friedrichplatz

 

 

* Rodrigo Carrizo Couto es periodista y fotógrafo. Trabaja como corresponsal en Suiza del diario El País (España) y colabora con diversos medios de Europa y América.

info@rccouto.com

http://www.rccouto.com