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16 mayo, 2013

 

Entrevista a la especialista Daniela Pelegrinelli.

 

Por: Gisela Gallego

 

Daniela Pelegrinelli es licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y profesora de Educación Especial. Hace más de una década viene investigando sobre la historia de los juguetes.

Convertida hoy en un referente del tema, dicta clases en diversos ámbitos informales y formales, ha sido docente del posgrado de Educación Inicial y Primera Infancia en FLACSO y es la directora del museo que rinde culto a estos objetos. Todo ese interés y años de estudio en un artefacto cultural al que ha sabido estudiar cuidadosamente —enmarcándolo en procesos subjetivos, sociales y en la historia argentina— la han llevado a escribir una obra única en su estilo, el Diccionario de juguetes argentinos.

Su tarea de indagación profunda comenzó hace tiempo e incluyó estudiar las muñecas más emblemáticas, visitar coleccionistas, entrevistar a los jugueteros, referentes de dicha industria, y vincular todo ello a los momentos históricos de aparición y auge de distintos elementos lúdicos. Sin embargo, fue en 2010, cuando salió a la luz en una detallada edición el citado Diccionario, el momento en que su trabajo cobró gran notoriedad, más allá del ámbito de las Ciencias de la Educación.

El Diccionario conserva el formato clásico (de orden alfabético), especie de catálogo que bucea en marcas y fábricas que han sido clásicos durante año y en otras no tan conocidas. Además, tiene apartados temáticos que ahondan en el contexto sociohistórico y el momento cultural en el que creció la industria juguetera en nuestro país. Como estudio social, deja entrever a los juguetes como artefactos propios de la cultura en que nacen, que lo representan casi todo moldeando las formas de jugar de acuerdo con costumbres, modos de pensar, de trabajar, de ser mujer o varón.

Su lectura puede atraer a los públicos más diversos porque no está escrito con tecnicismos ni dirigido especialmente a investigadores sociales; por el contrario, invita a todos, a los padres, a los maestros, a los curiosos y a los nostálgicos, para que aprecien no solo los aspectos interesantes allí desarrollados sino también las múltiples imágenes inéditas; algunas en blanco y negro, otras en colores. Ilustrando todo lo que atañe al juguete —fábricas, catálogos, piezas únicas, juguetes clásicos—, este Diccionario, claro está, excede con su originalidad lo que el lector pueda esperar de este formato.

Además de su labor teórica, Daniela Pelegrinelli pone en acción todos sus conocimientos en el Museo del Juguete, dependiente del Municipio de San Isidro. Allí es directora artística y curadora de una colección permanente que intenta preservar la memoria de juguetes del siglo XX, dado que son objetos con especial valor museístico; pero simultáneamente es un recorrido para la reflexión. Un paseo por la historia que también abre interrogantes sobre las formas lúdicas de ayer, de hoy y de siempre, de los modos de ser niño y del papel fundamental que tienen el juego y los juguetes en la construcción moderna de la categoría «infancia».

En una charla amena, descubrimos más sobre el interés genuino de esta educadora que —valga la redundancia— «pone en juego» todo lo que en estos años ha desarrollado sobre un mundo poco explorado.

 

¿Qué tan importante fueron los juguetes para que estén presentes a lo largo de tu vida, incluso académica?

A los juguetes los descubrí como algo interesante de grande, no tengo una relación con ellos que me ligue a la infancia.

 

Sos profesora de Educación Especial y licenciada en Ciencias de la Educación, además de docente. ¿Todo ese campo te llevó a querer teorizar sobre los juguetes, o era un interés previo?

Supongo que en parte la educación especial da un valor específico a los materiales de enseñanza, y de hecho, fueron educadores dedicados a la enseñanza especial quienes desarrollaron, en el siglo XX, materiales para la enseñanza que en la actualidad se mezclan con los juguetes. Por ejemplo, los casos de María Montessori o Decroly. Luego, al cursar la materia Historia de la Educación Argentina, en la facultad, abordé los juguetes como regalos durante el gobierno peronista. En el medio y después, hubo lecturas y acercamientos a fabricantes o coleccionistas, y de este modo fui interesándome.

¿Cómo surge la idea de escribir un Diccionario de juguetes argentinos?

Los diccionarios son usuales en el medio coleccionista, y a mí generalmente me atraen los diccionarios, de literatura, de filosofía, etc. Me gusta el formato que tienen, la posibilidad de consultarlos «a los saltos». Lo que el Diccionario enlista son las empresas, y de este modo voy desarrollando algunos aspectos relacionados con la industria, la educación y el juego. También hay algunas entradas teóricas.
¿Podrías sintetizar dos o tres ideas/hallazgos sobre la infancia y el juego tras tantos años de minucioso estudio?

No soy una investigadora, es decir, me veo más del lado de alguien que escribe crónica, algo a mitad de camino de la literatura y los estudios culturales. Mi escritura es ensayística, así que, más que hallazgos, hay hipótesis, ideas, exploraciones, pero no intento que se conviertan en verdades; son ensayos, teorías volátiles.
Te convertiste en un gran referente en lo que respecta al mundo del juguete y de los juegos. ¿Qué trabajos no imaginados te han ido surgiendo a partir de profundizar en este ámbito?

¡Todos! Nunca imaginé trabajar en nada relacionado con los juguetes. Al menos, al principio.


¿Qué investigadores (de otros países) se han interesado en el juguete y qué aportes han hecho?

En el exterior es un campo de estudios pequeño —si lo comparamos—, pero muy desarrollado, con autores ya clásicos, como Brian Sutton-Smith o Gilles Brougere. Sutton-Smith inauguró de alguna manera el campo con un libro fundamental, Toys as Culture, que no está traducido, como prácticamente nada de lo que se escribe sobre este tema. Estos autores están pensando la cultura infantil actual, desde los juguetes a los videojuegos, el entramado completo de objetos que constituyen el mundo lúdico de los chicos. Los autores son muchos; puedo agregar a Stephen Kline, Gary Cross, pero hay muchos, en diferentes países. Casi todos los pioneros están asociados a la International Toy Research Association y han trabajado sobre todos los temas relacionados con los juguetes y el juego, mercado, violencia, género, educación, tecnología, educación especial; en fin, es amplísima la variedad de trabajos. Claro que me gustaría que otra gente siguiera investigado el tema.

¿Qué cambio introdujo la aparición de la industria del juguete frente al juguete artesanal y rústico de épocas más remotas?

Es que es el cambio en la economía lo que de algún modo va transformando lo artesanal en industrial, y son los cambios sociales y económicos los que terminan delineando a los juguetes como bienes industriales. Es un proceso complejo y cambia todo, pero no es la aparición de la industria lo que lo hace cambiar, sino que es un proceso de múltiples dimensiones que van produciéndose a la vez.

¿Qué valor tiene hoy el juguete, en el siglo XXI, frente a toda la impronta «tecnologisista» en la que celulares, consolas y demás pantallas tienen también valor lúdico?

Los juguetes transmiten diferentes valores, culturas, etc. De manera que ambos tienen valor: unos, porque transmiten historia cultural, identidad, prácticas comunitarias perdidas o casi; los otros, porque representan el flujo actual de necesidades y prácticas.

Si tuvieras que definir el espíritu del Museo del Juguete de San Isidro, en el que estás tan implicada, ¿qué nos dirías?

El Museo del Juguete de San Isidro es un emprendimiento del Municipio con la idea de generar en Boulogne un espacio para la niñez, que favorezca el acceso, que ofrezca propuestas con mucha calidad a los niños y las familias, principalmente de esa comunidad, y por supuesto de todo San Isidro. La naturaleza del Museo hace que su alcance trascienda los límites de San Isidro, y recibamos visitantes de toda la zona y del resto del país. La propuesta es amplia, pero apunta a valorar los diferentes modos de jugar, de antes, de ahora, y que adultos y niños compartan un mismo espacio. También, a que la experiencia se dé en un tiempo de largo plazo, no hay apuro, no hay rendimiento, no hay exceso de consumo. Pero sí hay tecnología, juego, talleres. La respuesta de la gente que viene es muy buena, muchas familias, o niños solos incluso, son habitués de nuestras actividades.

¿Por parte de quién/es sentiste más reconocimiento o interés en tu trabajo: comunidad educativa en general, maestros en particular, padres, etc.?

Siento reconocimiento entre colegas, pero sobre todo sentí cariño y reconocimiento de muchas familias de fabricantes a quienes entrevisté o a las que dediqué una entrada en mi libro. Muchos de ellos vinieron a la presentación, y estaban muy emocionados y agradecidos de que alguien hubiera recuperado la historia de su familia.

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