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8 marzo, 2012

TEATRO

 

Por: Larisa Rivarola

 

Norman Briski es un artista en cuyas creaciones no es posible disociar el hacer del ser.   Recientemente editó su primera novela, Nagasaki de memoria, excusa y a la vez apéndice de la breve y contundente obra de teatro que la acompaña, El barro se subleva. Conversamos con él sobre ese nuevo proceso creativo.

 

Norman Briski, lúcido actor y director, tiene una interesante y a veces poco difundida producción escrita, entre la que se destacan títulos como De Octubre a Brazo largo, que recoge la experiencia de 30 años de compromiso político en la creación artística y Teatrobrik, que comprende 5 obras de teatro y un excelente guión televisivo. A través de su primera novela, se muestra con la coherencia estética e ideológica que lo caracteriza, pero abordando nuevas formas de la escritura.

 

¿Cómo apareció ese primer impulso hacia la escritura?

En Córdoba, donde hacíamos un teatro experimental. Allí escribí mi primera obra de teatro, a los 17 años. Federico García Lorca fue una gran inspiración para poder escribir, esa primera obra tenía aquella música muy en consonancia con él; después eso cambió, hoy mi escritura es distinta, pero de todas maneras, si atiendo a esos primeros textos me doy cuenta de que poseen una musicalidad en el verso y también en el armado de la prosa que tiene esa vieja resonancia lorquiana. De él había leído una etapa que abarca piezas breves como Así que pasen cinco años, El paseo de Buster Keaton o Retablillo de Don Cristóbal; esas fueron mis primeras lecturas y me impresionaron muchísimo. Hoy aún conservo mis primeras obras pues sigo creyendo en ellas, en su potencia; cosa que no me pasa con otras que escribí muchísimo después a pesar de estar más cerca de mi actualidad.

 

Tal vez al inicio eras más inconsciente y con el tiempo uno empieza a mirarse y tener más prejuicios…

Seguramente, porque las razones a veces lo arruinan todo… o también por la influencia de los sociales históricos; pienso en la influencia de Arthur Miller, de Tennessee Williams, un teatro americano que aquí se afianzó mucho y que está lejos de la poética de Lorca que mencioné. Recuerdo que leía más poesía que teatro,  a los 17 años leía a Rimbaud, tenía más contacto con lo poético que con lo dramático.

 

En cuanto a Nagasaki de memoria, ¿por qué su estructura numerada empieza con el cero?

En principio, te diría que el cero fue un agregado posterior y que podría obedecer a un simple desgano para modificar el resto de la numeración; pero luego vi que tenía un valor significativo: el cero es la premisa inicial o la obertura de cualquier obra, pero a la vez está aislado. En Nagasaki de memoria ese inicio del personaje protagónico, que existe, es un periodista, es lo que impregna toda la novela. Entonces, ese cero es doblemente significativo.

 

El relato es absolutamente representable, muy cinematográfico, pues desarrolla una acción que avanza constantemente casi sin digresión. ¿Cómo fue el proceso de escritura?

En principio yo soy actor, soy un hombre de teatro, por lo que desde ese punto de vista la acción sería lo que va armando el relato o la narración, para utilizar un viejo término; entonces, yo sigo mi aventura personal dentro de la novela, porque cuando escribo actúo mi rol, que es el del personaje protagónico.

 

Entonces Nagasaki es muy autorreferencial…

Yo tengo varias formas de serlo, porque el teatro te da la posibilidad de encontrar muchas  individuaciones. Siento que tengo acceso a esa libertad que me da el ejercer una práctica que me permite tener varios cuerpos sin ser esquizofrénico.

 

Hay momentos en que uno duda, en el marco del evento al que es invitado, si el protagonista, más que un personaje es una idea o un rol genérico.

Creo que tengo aproximaciones y alejamientos a él, en tanto yo no haría cosas que hace él, pero a la vez haría unas cuantas. Todas estas reflexiones, por supuesto, son consecuencia de un privilegio que tuve dada mi experiencia real de haber estado en Cuba cuatro veces o en otros lugares diferentes y de haber participado en congresos donde siempre sentí una necesidad anarquista frente a las propuestas oficiales. El valor está en que a través de la novela yo hablo, entre otras cosas, de lo burocrático, que creo que es la ruina del mundo intelectual.

 

La novela es una crítica al rol del intelectual frente a la realidad…

Sí, es una crítica muy seria y muy grave de mi parte. Por suerte, conservo esta cosa liberal de no sentirme un intelectual; entonces, puedo referirme a los intelectuales como si yo no lo fuese. Claro que esto es complejo y contradictorio, pues tengo mis dudas respecto de mi propio lugar en este momento en la Argentina, donde no encuentro un pensamiento afín.

 

Al ser actor, director, escritor, docente; cuando desarrollás cada una de estas disciplinas, ¿lo hacés asumiendo cada rol sin pensar en los otros o alguno de ellos es una constante sobre el resto?

Cuando digo que me muevo como actor significa que pongo el cuerpo en el desarrollo de cada actividad, no me quedo mirando lo que hago ni cómo lo hago, pues eso sería para mí la destrucción de la singularidad; cuando uno está componiendo está destruyendo la posibilidad de lo distinto. Cada rol va siguiendo su lógica y cada uno es muy distinto; por ejemplo, cuando escribo me meto en el cuerpo del escritor sin jugar ni tomar partido y me aventuro. Después, claro, puedo reflexionar sobre el resultado, aunque de todos modos lo que a mí me interesa es el devenir, más que el resultado, el proceso es lo que lo hace gozable.

 

Junto a Nagasaki se publica la obra El barro se subleva. ¿Qué los liga?

El barro se subleva es una obra de teatro compleja. El protagonista, que es el mismo, vuelve y toma decisiones determinantes que no están desarrolladas, entre ellas una ruptura familiar. Hay una clara bisagra, un antes y un después en la vida del personaje de la novela y cuyos efectos aparecen en la obra de teatro. Esta bisagra no es explícita, pues intento que el lector la dilucide, y hace que el protagonista tome una determinación fundamental a raíz de la experiencia del viaje. En realidad la novela está escrita para componer y dar cuenta de la biografía y el recorrido del personaje de El barro se subleva, es la explicación de dónde viene…

 

Es un apéndice para el actor que interprete El barro se subleva

Exactamente.  Mi intención era dar cuenta, luego de todas las situaciones que va viviendo el protagonista, del modo en que finalmente se despoja de la realidad, de cuál es su visión sobre la sociedad; esto dicho en términos muy concretos, para nada kantianos. A este sujeto lo cooptan, cosa que recuerda mis épocas de militancia, donde uno se cuestionaba con mucho cuidado cada paso que daba. Cuando mi protagonista se encuentra en Nagasaki, se da cuenta de que por su formación liberal e intelectual no tiene vocación para entrar en la militarización que, a la vez, considera único medio de justicia social. Este relato tiene una encarnadura de mucho dolor.

 

Como lectora vinculé la novela a la película Hiroshima mon amour y a su planteo sobre el recuerdo traumático de la protagonista, cuyas imágenes nunca terminan de armarse del todo, es decir, no logra recomponer su memoria precisamente por lo traumático del recuerdo…

Yo no considero a los recuerdos tan traumáticos, sino imposibles de completar. Dada la ausencia de un social histórico que lo posibilite, podrás completar el recuerdo en el marco de una sociedad libertaria, pero en una sociedad como la nuestra no, porque no tendrías con qué elaborarlo, morirías. Dentro de una sociedad capitalista tenés que negar para sobrevivir.

 

Tras 25 años de Calibán, tu escuela ¿Qué importancia tiene para vos la formación en la vida una persona?

La importancia de la formación tiene que ver con cómo la buscaste, porque no es vertical, hay que buscarla. En un principio, la formación te toca en función de instituciones como la escuela primaria, la familia; eso te llega y si te marcan mucho es porque no te defendiste bien. Pero la formación tiene varias índoles y creo que la que sirve es la que uno elige, esa es la más legítima de las búsquedas; es como el amor, uno hereda un falso romanticismo pero después puede aventurarse y buscar el verdadero amor.

 

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