Plantas de interior: pequeñas raíces en casas viejas
Por Julieta Strasberg
Crítica teatral
Por Julieta Strasberg
Es una casa antigua, en algún barrio porteño donde todavía quedan patios con plantas, techos altos, lavaderos compartidos y demasiada luz en verano. Una de esas casas que se resisten al tiempo. Que no terminan de volverse pasado ni presente, y donde cada habitación guarda el eco de una historia a medio decir.
Ahí transcurre Plantas de interior, una obra escrita por Sol Rodríguez Seoane y dirigida por Aye Del Valle, que gira en torno a seis personajes que entran y salen de ese espacio común como si se tratara de un invernadero emocional. Algunos florecen, otros se marchitan. Otros simplemente resisten. Como las plantas que pueblan la escena —en macetas humildes, sobre estanterías de madera rústica hechas de pallets— los personajes necesitan ciertos cuidados: luz tenue, silencio, agua justa y algo de afecto.
Pero no todos habitan ese lugar. Algunos irrumpen para traer el afuera: el pasado, el futuro, o ese futuro que ya fue. Martín Lerner interpreta al vecino enfermo, el más frágil, el más necesitado de cuidado… y sin embargo, también el que cuida, el que observa y une con la tibieza de su estar. Agustín Friedt es el hijo pródigo, que vuelve sin un peso pero con la habilidad —casi encantadora— de sobrevivir sin demasiado esfuerzo. Aunque, en el fondo, lo que verdaderamente parece costarle es vivir.
Su personaje encarna una figura muy reconocible: la del hijo único de madre sola, sobre quien recae todo el deseo, toda la expectativa. Se lo proyectó músico, talentoso, alguien “destinado a”. Pero la promesa se diluye entre el miedo al fracaso y el miedo al esfuerzo. Y entonces no hace. Se detiene. Se va. Vuelve. Se refugia. Como una planta que no se atreve al sol y tampoco puede echar raíces del todo.
Cristina Parpaglione da vida a esa madre que es abrigo y cárcel, faro y sombra. La que impulsa, la que acuna, la que cobija hijos propios y ajenos, pero también la que enloquece un poco si no tiene a quién cuidar. Julia Ferreiro le da cuerpo a la ex nuera, habitante del espacio de la queja, del reproche, del gesto endurecido. Es fuerte, es bella, es exitosa. O eso dice la apariencia, dura en su supuesto éxito. Parece no amar, no extrañar, no quebrarse nunca. Pero todo en ella es armadura. Jazmín Casaux interpreta a la nueva novia: fresca, deseante, imitadora. Quiere encajar, como quien busca la mejor luz en una casa ajena.
Facundo Tablar completa el cuadro con un personaje que irrumpe y desordena. Porta el deseo, el recuerdo, un vínculo que se adivina y no se dice. Como muchas plantas de interior, no exige demasiado, pero cuando aparece, transforma. Deja huella.
Las actuaciones se despliegan con una naturalidad conmovedora. No hay sobreactuación ni afectación: hay verdad en los gestos mínimos, en los silencios, en un vaso con agua que se alcanza, en un té compartido, en la forma en que alguien se sienta. Todo fluye con esa verdad de lo vivido, de lo que no se ensaya sino que se habita. Esa verdad que se construye cuando hay escucha, tiempo y respeto por la escena.
- PH: Julieta Strasberg
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La escenografía acompaña esa fragilidad con materiales nobles y austeros: madera cruda, plantas reales y artificiales, objetos que parecen reciclados del mismo vivir. Un living hecho de retazos, una mesa con un rompecabezas a medio armar, un cuaderno manuscrito como programa de mano sobre un piano de pino. Todo habla de lo precario, pero también de lo vital.
La obra transcurre en un tiempo anacrónico, impreciso: se mencionan estaciones, veranos, primaveras… pero ocurren en otro país, en otro hemisferio. El tiempo es líquido, como las emociones. Pasa, inevitable. Y deja marcas. Como en las plantas: nada cambia de golpe, pero todo cambia. Incluso ese girasol que alguna vez se cayó, se desarmó, pero terminó brotando fuerte. Las transformaciones solo se revelan al final, cuando notamos —como con las plantas de interior— que algo creció, que algo mutó. Aunque no hayamos sabido verlo mientras sucedía.
Plantas de interior es una pieza íntima, de esas que piden silencio para florecer, cercanía y atención. Una conversación que sólo aparece cuando baja el ruido. Y como las plantas, también nos recuerda que hay formas de vida que solo prosperan en la sombra: lejos del exceso, pero cerca del cuidado.
Ficha técnica
Timbre 4
Viernes 18/4 y 25/4, 23:15 hs
Fotografía portada : Norberto Damián Salazar