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8 marzo, 2013

Río de Janeiro es uno de los destinos más buscados por sus playas paradisíacas. Pero lo que no todos saben es que, además, ofrece una muy interesante vida cultural.

Por: Carolina Reznik

Brasil es uno de los destinos clásicos de Sudamérica por sus hermosas playas. Pero esto no es lo único que este país tiene para ofrecer. Cada una de sus ciudades ofrece una combinación ideal entre playas paradisíacas, lugares por excelencia para el descanso, y un interesante mundo cultural que mezcla historia local con arte. En este artículo nos centraremos en Río de Janeiro e intentaremos descubrir la impresionante vida cultural que esconde detrás de sus imponentes playas.
Río de Janeiro es en la actualidad uno de los principales centros económicos del país. Esto no es una novedad, ya que desde la época de la Colonia cumplió una importante función. La ciudad fue fundada en 1565 por el militar portugués Estácio de Sá y bautizada con el nombre de São Sebastião do Rio de Janeiro (San Sebastián de Río de Enero). Por mucho tiempo, fue un lugar estratégico para el tránsito de barcos entre Brasil, las colonias de África y Europa. En 1763, la autoridad colonial portuguesa se mudó a la ciudad, y en 1808, la familia real se trasladó a ella escapando de la invasión napoleónica; la ciudad fue declarada capital de Portugal. De esta manera, Río de Janeiro se convirtió en la única capital europea fuera del continente. Esta inusual condición duró hasta 1815. En 1822, el príncipe Pedro I declaró la independencia de Brasil, y la ciudad se convirtió en la capital del nuevo Imperio. Finalmente, en los últimos años del siglo XIX, Brasil fue proclamado República, y la ciudad sufrió un gran y desordenado crecimiento demográfico.
Esta interesante historia se puede observar en el llamado «centro histórico» de la ciudad. En él conviven edificios de los distintos períodos políticos de Brasil. La mayoría de ellos, hoy convertidos en museos o centros culturales, fueron cambiando de función. Entonces, en un mismo espacio, uno puede apreciar los distintos momentos históricos del país. Imperdible de visitar es la catedral antigua (Igreja de Nossa Senhora do Monte do Carmo da antiga Sé), que sirvió como capilla real, imperial, y fue catedral de la República. Fue construida en 1761, y su interior —en madera estilo rococó— fue realizado por Inácio Ferreira Pinto, uno de los artistas cariocas más importantes del siglo XVIII. Otro ejemplo de esta superposición de periodos históricos es el Palacio Imperial. Originalmente, fue construido para ser la residencia de las autoridades coloniales pero, cuando la familia real se trasladó a la ciudad, fue su vivienda. En la época del Imperio, se transformó en el palacio de la ciudad de sus monarcas, quienes no lo utilizaron como morada sino como lugar de trabajo. Actualmente es un centro cultural.
Además de los edificios históricos, en el centro de la ciudad se encuentran varios museos, entre ellos el Museo Nacional de Arte y el Museo Nacional de Historia.

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Saliendo de la parte estrictamente histórica de la ciudad, pero aún en el centro, nos encontramos con la confitería Colombo. Inaugurada en 1894, esta confitería es una de las más tradicionales y hermosas de la ciudad. Decorado en estilo Belle Époque, su salón está coronado por una hermosa cúpula ovalada de vidrio y adornado con antiguos muebles de madera, mármoles italianos y espejos belgas. Su vajilla es de plata portuguesa y porcelana china. A lo largo de sus más de 100 años de historia, ha recibido a grandes personalidades, como la reina Isabel de Inglaterra y el rey Alberto de Bélgica. Además de esta distinguida decoración e historia, en la confitería se pueden disfrutar deliciosos productos locales e internacionales, elaborados con antiguas y exclusivas recetas.
Si seguimos recorriendo el centro, el próximo destino imperdible es el Teatro Municipal. Ubicado frente a la plaza Floriano, y con una capacidad para 2.357 espectadores, el edificio fue construido entre 1905 y 1909. Está inspirado en la Ópera de París, y los materiales para su construcción fueron traídos directamente desde Europa. Su decoración es exquisita y exclusiva: las pinturas y las esculturas que lo adornan fueron creadas especialmente por artistas brasileños como Eliseu Visconti y Rodolfo Amoedo. En un principio, el teatro estaba destinado únicamente a recibir compañías extranjeras, pero desde 1930 tiene un cuerpo de ballet, un coro y una orquesta sinfónica propios. Actualmente, su programación combina espectáculos internacionales con los más importantes artistas nacionales.
La ciudad tiene muchas hermosas iglesias, pero hay una que no se puede dejar de visitar: la Catedral Metropolitana. Construida entre 1964 y 1976, es una asombrosa construcción cónica de 96 metros de diámetro y 75 metros de altura. Su interior es impresionante; cuatro series de vitrales ocupan sus paredes desde el suelo hasta el techo, y su altar es colgante, con una enorme cruz. El edificio es imponente de por sí por su forma —inusual para una catedral—, pero de noche la iluminación externa enfatiza su silueta, que recuerda a las pirámides mexicanas.
Muy cerca de la Catedral, se encuentra el barrio de Lapa. El comienzo del barrio está marcado por el Acueducto Da Carioca. También conocido como los Arcos de Lapa, fue inaugurado en 1750 por el gobierno colonial, para abastecer de agua a la ciudad. Consta de 42 arcos, tiene 270 metros de largo y 64 de altura. Desde 1896, el acueducto sirvió como vía del bondinho, tranvía que subía por el morro Santa Teresa hacia el barrio del mismo nombre. En un principio, el transporte era tirado por burros y tiempo después comenzó a ser eléctrico. En agosto del 2011, el transporte dejó de funcionar debido a un terrible accidente que causó 5 víctimas fatales y 30 heridos.
El barrio de Lapa es la cuna de la vida nocturna de la ciudad. Desde 1950, es el lugar elegido por artistas e intelectuales locales por sus típicos bares y cabarets. Sus calles concentran pubs y restaurantes, y los fines de semana se cierran al tránsito y se llenan de artistas callejeros y de gente de todas las edades que quiere disfrutar de la vida nocturna carioca.
Otro de los límites del barrio de Lapa está dado por las Escaleras de Selaron, que lo conectan con el barrio de Santa Teresa y conducen al Convento del mismo nombre. Realizada por el artista chileno —radicado en Brasil desde 1983— Jorge Selarón, estas imponentes escaleras tienen 125 metros y 215 escalones. Están decoradas con más de 2 mil azulejos de todo el mundo. Fue caracterizada como una obra viviente y mutante, ya que su creador iba agregando piezas propias o que recibía de los turistas que visitaban las escaleras. (En enero del 2013, Selarón fue encontrado muerto al pie de la obra. Aún no se esclarecieron las causas, pero se sospecha que fue un homicidio, y el principal acusado es un exayudante que desde hacía tiempo lo amenazaba por cuestiones de dinero).
Por último, nos queda el barrio de Santa Teresa. Ubicado en las laderas del cerro del mismo nombre, el barrio se organizó alrededor del Convento homónimo y, en principio, fue una zona exclusiva de la clase alta carioca. Si bien actualmente dejó de serlo, todavía se pueden observar hermosas mansiones, muchas de ellas convertidas hoy en restaurantes y ateliers de artistas. El barrio tiene pequeñas y serpenteantes calles; y, por estar en lo alto del morro, la vista es imperdible. Actualmente la zona concentra a artistas locales, artesanos y exclusivos restaurantes. En el barrio se encuentran, además, dos museos. El Museu da Chácara do Céu cuenta con obras de importantes artistas, como Matisse, Jean Metzinger, Eliseu Visconti y Di Cavalcanti, entre otros. En el año 2006, varias pinturas fueron robadas y aún no se han recuperado. En el Museu do Bonde, por su parte, se puede observar la historia del bondinho, integrante típico del paisaje del barrio hasta el terrible accidente.
Por último, antes de terminar debemos hacer una referencia obligada. Nos referimos al Cristo Redentor, la más reciente de las nuevas siete maravillas del mundo moderno. Esta impresionante estatua es uno de los destinos más populares de los visitantes de la ciudad. Ubicada en la cima del cerro Corcovado, se accede a ella luego de un hermoso paseo por la impactante vista y vegetación del morro, en el ferrocarril de Corcovado. Es la estatua art decó más grande del mundo. Inaugurada en 1931 y realizada por el escultor francés Paul Landowski, la imagen tiene 38 metros de altura y está situada a 709 metros sobre el nivel del mar. Además de la estatua —realmente impresionante—, desde sus pies el turista puede tener una vista privilegiada de la ciudad de Río.
Hemos llegado al final de este (parcial) recorrido por los atractivos culturales de la ciudad de Río de Janeiro. Seguramente no quedaron dudas de que la ciudad tiene mucho para ofrecer, además de sus hermosas playas. Pero, más allá de todo esto, el visitante nunca puede estar seguro de las sorpresas que le deparará. Ejemplo de ello es el recital que organizó el gobierno para la Navidad del 2012: Stevie Wonder y Gilberto Gil, a orillas del mar y con entrada gratuita.