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8 mayo, 2012

 

TEATRO

 

Por Ariana Pérez Artaso

 

Varias décadas tuvieron que pasar para que la obra de Raúl Damonte Botana, alias Copi, ganara un modesto espacio en las bibliotecas, librerías y escenarios argentinos. Su universo absurdo y descarnado se asoma así entre nosotros plantando la bandera de la provocación y sosteniendo la premisa de reírnos de nuestras certezas.

 

Tatiana Santana conoció el mundo de Cachafaz cuando tenía apenas dieciséis años; nunca más pudo desprenderse de él. Comenzó entonces una búsqueda intensa de todo el material del autor que estuviera a su alcance, tarea nada fácil por ese entonces. Como resultado, hoy la directora encabeza su propia versión de Cachafaz en una puesta lúcida, cruda y con lugar para la ternura.

 

¿Quién fue Copi para vos?

Alguien con una gran necesidad de exteriorizar todo lo que percibía, que supo convertir su extrema sensibilidad en trasgresión a través de la actuación, sus dibujos, novelas y obras de teatro. Fue un tipo con una gran capacidad de síntesis e ironía. Era muy inteligente y audaz. Se supo reír de todos, incluso de sí mimo. Ante su obra siempre te podés parar desde un ángulo distinto e interpretar algo nuevo. Es sumamente versátil y eso para mí es genial. Muy pocos artistas tienen esa capacidad.

 

Sin embargo, fue poco reconocido en su momento.

Sí, no lo fue. Pero creo que eso es lo que pasa con este tipo de artistas. Al ver las cosas con tanta profundidad, la gente no se banca tan fácilmente lo que tienen para decir sobre ella.

 

En la Argentina todavía es un autor poco conocido.

Sí. Cuando empecé a interesarme por Copi, era muy difícil encontrar sus textos. Cada vez que aparecía algo era como tener una joyita entre manos.

Además, hay una gran confusión sobre su figura. Incluso mucha gente cree que era uruguayo. Él pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Uruguay. Luego volvió unos años a la Argentina, para irse después a París y ya no volver. De ahí que no se sintiera del todo argentino, uruguayo ni francés. Era una mezcla, y a partir de la distancia pudo ver más claramente muchas situaciones que se daban en el Río de Plata.

Afortunadamente, se está dando una lenta reactivación de su obra porque hay una actitud más permeable para escucharlo.

 

¿Su obra Eva Perón fue una bisagra en su relación con Argentina? 

Sí, con esa obra cayó sobre él una especie de estigma. Entiendo que, a pesar de hablar desde un lugar supuestamente antiperonista, Eva Perón y Cachafaz son textos peronistas. Se nota su admiración por Eva. Claro que la representó con un travesti y tomó a Perón como un histérico cascarrabias, pero me parece que hoy se puede descubrir el otro lado de las cosas e ir superando ese tema.

 

¿Qué fue lo que más te atrajo de Chachafaz?

Me conmovió la relación amorosa entre sus personajes protagónicos: la Raulito y Cachafaz. Cuando uno lee la obra, lo primero que salta es la grosería y la crudeza, pero ahondando en ella se descubren terrenos de ternura y sensibilidad. Cachafaz cuenta una historia de amor muy particular en un contexto fuerte, poco propicio para una relación homosexual. Esa es la gracia que tiene la obra. La pareja es casi como Romeo y Julieta: van en contra de todo. El equipo que arman es lo que le da el tono político a la obra y señala cuán fundamentales fueron para personajes como Perón o Néstor las mujeres que estuvieron a su lado. La Raulito y Cachafaz tienen intereses conjuntos y logran convertirse en líderes porque se dan fuerza mutuamente. Cachafaz no sería nadie si la Raulito no lo alentara a emprender la acción; y la Raulito tampoco porque necesita a Cachafaz para sentirse mujer.

Sumado a esto, me parece encantador que todos los personajes sean tan ingenuos. Siempre están soñando y siguen vivos gracias a eso: Cachafaz sueña con irse a Buenos Aires para vivir del tango —aunque no pueda escribir ni uno—, la Raulito sueña con ser mujer, las vecinas con que sus hijos sean presidentes.  Ese es otro espacio por el que se filtra la ternura en la historia.

Además, me gustó que la obra estuviera escrita en verso. Es tan ridículo y creativo que suena a poesía. Lo que hace extraordinario al texto es el disparate y cómo te permite entrar en él y estar de acuerdo con lo que propone. La obra, como mínimo, te pone en contradicción: no te podés quedar sentadito escuchando. No da respiro.

 

¿Cuánto pudiste jugar con el texto original?

Me apasiona tomar un texto, cortarlo y destrozarlo. Pero en este caso me pareció una obra tan maravillosa que no le quise tocar ni una coma.

 

¿Cómo construiste el universo de Cachafaz?

Cuando uno toma Cachafaz, advierte que en sí no dice nada, hay sólo unas pocas acotaciones como «conventillo de medio mundo» o «Segundo acto», nada más. Es un terreno baldío; pero a partir de su lectura, muchas imágenes me golpearon, como la presencia de los vecinos y las ánimas en escena. Copi pone a estos personajes en off, pero yo supe desde el principio que los quería en el escenario, cantando y bailando, y en el centro del movimiento tenían que estar Cachafaz y la Raulito.

Adicionalmente, el verso —que de por sí suena como un cántico— me ayudó a descubrir que le quería poner música en vivo a la puesta para que le aportara color, Río de la Plata, progresión a las escenas y un contexto a cada situación. Finalmente, escuché mucho lo que tenía para proponer el equipo. Entre todos llegamos a una comunión que armó este mundo de Cachafaz.

 

¿Cómo imaginaste a la Raulito?

La asocié siempre con la imagen que tengo de Copi. Se llama igual que él. Es un personaje tierno, muy dedicado a su hombre; un pilar fundamental de la pareja y de la acción. Si bien Cachafaz es el que da la cara para decir un montón de cosas, la Raulito es la que está detrás, como su sombra. Tiene todas las caras. Nunca se sabe bien por dónde va su cabeza.

Lo cierto es que Copi no termina de decirte ni qué ni cómo es la Raulito. Puede ser un transexual o una mujer machona. Yo elegí que fuera un travesti, porque sentía que potenciaba la amoralidad de la pareja dentro del contexto en el que se mueve. Asimismo, me gustaba que su imagen fuera poco clara: es un hombre pero tiene puesto una enagua y usa tacos; no es un transexual con imagen de mujer, ni es una mujer vestida de hombre. Pensé en Claudio Pazos para representarla y fue como descubrirla pólvora. Estaba en la horma de su zapato el personaje y cuando empezamos a trabajar eso estuvo claro.

 

De todas formas, lo que va sucediendo en la obra hace que uno deje de preguntarse sobre la identidad de la Raulito.

Sí, y a partir de la decisión que toma con Cachafaz se ve que son personajes muy fieles a sí mismos, no se traicionan nunca y son honestos: no se comen a los vecinos, sino al enemigo.

 

En ese punto es donde uno puede empezar a aceptar sus actos, por más terribles que sean.

Entiendo que sí. Para eso fue fundamental definir cómo sería el policía al que atacan primero. La imagen desagradable del enemigo define la postura de la obra, moral y ética.

 

Más allá de esa  postura, el único final posible para Cachafaz y la Raulito es la muerte, como si ya no hubiera lugar para ellos en la sociedad.

La obra es una tragedia. Cachafaz comete el error trágico de matar al tío de la Raulito, que es un policía que los protege. Eso es lo que los lleva al final. Su situación es efímera, no puede durar mucho tiempo. Además, Cachafaz dice que ellos no le tienen miedo a la muerte, porque su vida ya es tamaño infierno.

Pensando en Cachafaz, él se dice macho y no se deja llamar puto, aunque esté con la Raulito. Así y todo, el tango se lo enseña a bailar ella…

Esa es la marca de Copi. Le da tanta vuelta a las cosas que termina mezclando todo, y es genial. No te deja colocarte en ningún lugar. Cachafaz dice que no es puto, peor, lo es. Y el otro es un hombre vestido de mujer que le enseña a bailar el tango. No hay que intentar buscarle una lógica. Copi está poniendo en jaque todo lo que uno da por sentado para mostrarte que no hay que quedarse tranquilo con lo que se tiene y se sabe.

 

Por otro lado, Cachafaz señala que la esencia de la mujer es haber nacido rica, ¿qué está queriendo decir?

Según él, las mujeres del conventillo crean hijos maricas porque les hacen creer que la vida es una cosa que no es, con una realidad muy distinta a la que les toca. Además, las que tienen valor para las vecinas son las mujeres sin pito, pero termina siendo Raulito la que acepta resolver el problema concreto que todos ellos tienen: el hambre. Las mujeres sin pito no lo hacen, ellas sólo sueñan, mientras que la Raulito es la que alimenta al conventillo. Y es un hombre. Las mujeres no están nutriendo, no cumplen su rol femenino. Éste está siendo consumando por un travesti sin matriz.

 

¿Por qué elegiste usar melodías alegres cuando en escena suceden cosas terribles?

Porque es parte de la ironía. Además, no sentí necesario resaltar con la música lo aterrador que ya se muestra con las acciones. Si se canta con alegría sobre lo que está pasando, seguramente el espectador pueda escucharlo y digerirlo mejor.

 

Hay quienes dicen que Cachafaz forma parte de la gauchesca, ¿estás de acuerdo con eso? 

Sí. El hecho de que sea en verso ya remite a la payada. Se dice también que tiene características de sainete y es una tragedia. Se produce una mixtura.

 

¿Por qué pensás que Copi usaba en sus textos su propio nombre?

Se incluía para poder reírse de sí mismo. Las historias de Copi tienen mucha peripecia y todo está en cambio constante. Creo que le resultaba divertido estar en el medio de todo eso, exponiéndose.

 

Con esa exposición no buscaba la aprobación.

No. Me parece que tampoco se propuso dar el mensaje que dio, ni escribir una obra parala humanidad. No tiraba panfletos. Él escribía lo que le gustaba, lo que tenía ganas: si al lector le gustaba bien, y si no, también.

 

 

Cachafaz se presenta todos los sábados a las 22:00, en el Teatro del Sur (Venezuela 2255). 

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