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27 marzo, 2012

 

ARTE

 

Entrevista a Guillermo Roux

 

El refrán «persevera y triunfarás» se aplica perfectamente a la vida de Guillermo Roux. Joven enamorado del arte, estudió en la Universidad, viajó por el mundo y enseñó en escuelas rurales antes de poder dedicarse de lleno a la pintura.

 

Por Guillermina Flores

 

Su padre, el ilustrador Raúl Roux, lo introduce desde pequeño en las concepciones básicas del dibujo y la pintura. Egresa de la Escuela de Bellas Artes allá por 1948. Con cuatro muestras retrospectivas en su haber, una en el Museo Nacional de Bellas Artes y tres internacionales, Guillermo Roux continúa trabajando a sus 83 años como el primer día. Coordina un taller de enseñanza de más de 200 alumnos desde 1997 y sigue trabajando en sus propias obras en el taller de Martínez.
Marcado desde el comienzo por grandes personalidades del mundo de la pintura, como Umberto Nonni, para quien trabajó de asistente en Roma, Benito Quinquela Martín, «el pintor de La Boca» y Cesáreo Bernaldo de Quirós, gran artista argentino que seria también presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes, Roux forma parte de esa liga de pintores-maestros de nuestro país que merecen toda nuestra atención y reconocimiento.

 

 

¿Qué elementos aportó su padre en su formación artística?

Desde que nací vi a mi padre dibujar. Esa era su profesión y vivíamos de su trabajo. Esta es una enseñanza y además, la ética del oficio, la vocación, el respeto a lo que uno es.

 

Tuvo la oportunidad de conocer a Benito Quinquela Martín, Cesáreo Bernaldo de Quirós y a Umberto Nonni. ¿Cuáles fueron las cosas más significativas que le han aportado cada una de estas personalidades?

A Quinquela lo vi pocas veces en su taller de La Boca. Pintaba con una espátula que era como una cuchara de albañil. Mientras hablaba, no paraba de trabajar. Tenía un delantal gris donde limpiaba el color sobrante. Él me dijo: «Vaya a Europa, vea lo que se ha hecho. Es la única manera de saber dónde uno está parado». Yo tendría unos 19 años. Quirós era otra cosa. Lo visitaba en su casona de Vicente López de la calle Monasterio, más o menos por la misma época. Gran presencia. Alguien me había dicho que tenía mal carácter. Conmigo fue siempre muy respetuoso. ¿Qué me transmitió? Algo que conviene interpretar bien, el orgullo y la dignidad del artista. De Nonni, en Roma, otra cosa. Era de una extrema humildad, un inmenso amor por el arte, sin condiciones. El agradecimiento por amar el trabajo cotidiano.

 

Cuando regresó de Europa decidió irse a vivir a Jujuy y ejercer como maestro. ¿Qué tipo de búsqueda pictórica lo lleva a experimentar en lugares tan distintos uno de otro? ¿Por qué eligió Jujuy?

Cuando volví de Roma, bastante antes de los 30 años, me encontré con un Buenos Aires chato y sectario. El arte era pro y contra. La política también. O de un lado o del otro. Yo no encajaba, lo mío, lo que sentía, era otra cosa. No podía plegarme a nada, solo seguir mi camino.

Tampoco tenía medios económicos. Lo que yo hacía no le interesaba a nadie. Decidí apartarme para ir descubriéndolo. Jujuy apareció como una opción. El título de Profesor de Dibujo me sirvió para esto.

 

Usted habla de la importancia de la imaginación durante el proceso creativo. ¿El proceso es el mismo en todas sus obras? ¿Se siente más libre cuando no responde a pedidos particulares o eso no limita su libre albedrío, como por ejemplo cuando le piden que realice una obra para la Legislatura de Santa Fe?

Yo creo en el trabajo. Ni un día sin una línea. El que quiere ser novedoso, genial, inspirado, así, de golpe, no va a ningún lado. La inspiración debe encontrarse en la tarea cotidiana. No existe el aburrimiento para el espíritu creativo. Encargo o no, en todo lo que se haga hay un interés, algo nuevo o diferente. De todas maneras, a veces solo basta con hacer las cosas bien. La pintura para Santa Fe coincidió con una necesidad mía de afirmación y pertenencia. En un mundo donde parece que lo más importante es el beneficio, yo encuentro que lo imprescindible es la certeza de nuestra identidad. A esta convicción está dedicada la pintura.

 

¿Existe la inspiración?

Siempre, disciplina de trabajo, para todos los trabajos sin distinción. Algunas veces, si tenemos el don, las cosas salen mejor. A esto llamamos inspiración y aparece sin que nos demos cuenta.

 

Vendió su primer cuadro a los cuarenta años. Durante todo ese tiempo de incertidumbre, ¿ha experimentado frustración o deseos de abandonar la pintura y dedicarse a otra cosa que le redituara económicamente?

 

Vendí tarde mis pinturas. Ya lo dije. Primero, porque en ese momento lo mío era diferente y luego, ya se sabe, porque se vende lo más fácil, lo que está de moda. Viví de ilustraciones, viñetas y de todo trabajo que cayera sobre mi tablero, pero siempre dentro de mi oficio. Nunca hice otra cosa fuera de él. Pintaba de noche y dormía poco.

Nunca, ni en los peores momentos dejé de amar mi trabajo y siempre, aun dentro de aquello más humilde, traté de hacer lo mejor que podía. Por lo tanto, tuve la suerte de no desear lo que no me pertenece.

 

¿Cómo ve y cómo definiría su relación con el mercado del arte?

Sería tonto negar el mercado. Existió y existe. Pero hoy, ¡cuánto daño hace! ¡Cuántos talentos se pierden por correr detrás de él! Si quiere pocas palabras, aquí van: primero es el artista, luego el mercado y no al revés.

 

¿Compra arte?

Compro lo que me gusta, sin mirar tanto la firma.

 

Si bien tiene un grupo de docentes que trabajan en su taller, ¿hace un seguimiento de los trabajos de los alumnos? ¿Cree que las obras de las generaciones jóvenes carecen de planteos teóricos o contenidos que las sustenten o más bien todo lo contrario?

Creo que en este momento el taller de los alumnos tiene unos 200 que van a diversos cursos. Manejan el taller exalumnos míos que comparten las mismas ideas, sin que esto signifique que nos atemos a preconceptos. Quiero decir, estamos abiertos a todas las ideas y tratamos de integrarlas canalizándolas.

En el taller ponemos todo el énfasis en la práctica, minimizando la teoría. Pocas palabras, mucho hacer, que es justamente lo que quieren los alumnos que vienen.

Las generaciones jóvenes —tenemos cada vez más jóvenes en el Taller— traen sus inquietudes. Los ponemos a trabajar y allí ellos mismos encuentran su forma, en diálogo con los maestros. Hay todo un mundo nuevo en formación, y hay talentos maravillosos.

Los maestros siguen a cada alumno en su recorrido, es un enorme trabajo. Pero como se habrá dado cuenta, aman lo que hacen.

 

El lugar que tiene en la Historia del Arte de nuestro país, ¿es el lugar que quiere?

No se me ocurrió. Esta idea no me pertenece.

 

¿Un pintor argentino?

«Uno» de cada cosa es difícil. No creo que haya «uno». Hay momentos, hay necesidades de respuesta.

 

¿Un músico, además de Bach y Mozart?

Es lo mismo, pero en este momento, Monteverdi, Palestrina.

 

¿Un escritor?

Los clásicos. El drama griego, por ejemplo. La Eneida, La Odisea.

 

Una palabra o frase que defina el estado que experimenta durante la creación artística.

Siempre que trabajo estoy contento, o mal. Es una relación pasional. No hablo de «creación artística», porque me parecen palabras grandes. Mejor dejar que el tiempo lo diga. Es un juicio que no nos pertenece.

 

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