El eco de la Naturaleza
Llevada a la India a través de las conquistas persas, esta técnica milenaria de estampado y pintura textil continúa vigente. Los tintes utilizados son extraídos de plantas, árboles autóctonos y minerales, constituyendo una alternativa sustentable a los teñidos industriales.
Por: Natalia Bonaventura
La traducción literal de Kalamkari es «arte en pluma»: alude a kalam, nombre que denomina al utensilio, especie de pluma, diseñado manualmente en bambú e hilos de fibras absorbentes.
Esta técnica, aplicada sobre textiles como seda, algodón y yute, tuvo su origen en la región india de Andhra Pradesh, bajo las influencias culturales de invasores provenientes de Persia hacia el 520 a. C., y alcanzó su apogeo hacia la Edad Media.
Dado su peculiar atractivo cromático, su ductilidad como medio expresivo, así como una inalterable resistencia a los lavados, se constituyó —desde sus albores— en el recurso técnico por antonomasia para la decoración de vestimentas, sábanas, saris y todo tipo de textiles templarios.
La Naturaleza como propia fuente
Actualmente, el mercado mundial está instalando un nuevo nicho de productos eco-friendly.
Sin duda, es una toma de conciencia favorable hacia la innumerable cantidad de desechos que generamos los humanos, alienados en semejante sistema de consumo. Buena opción para minimizar el agotamiento de recursos y contaminación resultante pre y posproducción masiva de productos mínimamente degradables.
Resulta paradójico que, hace miles de años, fuera innecesario argumentar la no invasión de la naturaleza mediante un discurso externo. Ejemplos de ello nos llegan tanto desde civilizaciones orientales como americanas precolombinas. El respeto y la conciencia de otredad hacia los elementos que conviven con el hombre se daban desde un genuino sentir esas diferentes formas de existencia e interactuar con ellas compartiendo la misma fuerza vital. Y no desde «cómo recreo desde la basura que generé»…
Es así como el artista de kalamkari, con oficio magistral, en arabescos de trazo firme, siente la pulsión esencial en cada uno de los pigmentos que va utilizando, con disciplinado orden secuencial. Un procedimiento incluye varias instancias.
Todos los materiales utilizados se extraen puros, con permiso devocional hacia la madre Naturaleza.
En principio, la porosidad de la tela debe sellarse sumergiéndola en una mezcla de leche y myrobalam, fruto hindú con alto porcentaje de taninos, los cuales, junto con la caseína de la leche, generan un proceso químico en el colágeno de esta última. Se obtiene como resultado un efecto similar al curtido en el cuero.
Sobre la tela así tratada, se traza con carbón el motivo que se va a pintar.
El orden en la aplicación de los colores corresponde al procedimiento de sucesivos lavados y secados al sol. Saltear o intercambiar pasos perjudicaría el resultado final.
El tinte negro, extraído del hierro, es el primero en colocarse, dibujando contornos y pintando planos.
Seguidamente, el rojo, una mezcla de alumbre disuelta en agua, la cual no revela su color definitivo hasta el consecutivo mordentado por inmersión en agua y raíces de Manjishta.
Como tercer paso, el amarillo, extraído de la raíz sagrada de Tumeric, dará también la base para zonas verdes mediante la superposición con el azul índigo, proveniente de la flor de esta planta y último matiz aplicado.
Al secar la tela, vuelve a lavarse y sumergirse en leche, para reforzar la adherencia de los pigmentos. Se completa el proceso con un último secado a la luz solar.
También, aunque menos ortodoxo respecto de la técnica original, se utiliza el método xilográfico: la composición final resulta de la secuencial aplicación de líneas y zonas de color grabadas en tacos de madera.
Dialéctica entre la complejidad visual y el vacío
Una cualidad propia del Kalamkari es dejar en evidencia el soporte blanquecino en zonas sin pintura. Las figuras se relacionan en una Gestalt de llenos que nos remiten al horror vacui y zonas donde el vacío equilibra hacia la calma toda la composición.
La profundidad del espacio resulta de la ubicación, la superposición y el tamaño de los objetos, concepción diferenciada de nuestra mentada perspectiva renacentista.
La saturación y el brillo de los colores planos adelantan y atrasan las figuras, estableciendo jerarquías formales y simbólicas.
Típicamente, los motivos capturan la esencia arquitectónica de los templos, escenas épicas que narran pasajes del texto sagrado Bhagavad Gita o las hazañas del dios guerrero Rama en lucha contra los demonios para rescatar a su consorte Sita, secuestrada en la isla de Sri Lanka.
El hinduismo y sus dioses se hacen presentes con todo esplendor: envueltos sus cuerpos en telas de pliegues infinitos, enmarcan sus figuras abigarrados adornos óreos, lacónicos atributos cargados de simbología, vegetación exuberante de mangos, lotos y palmeras.
Otra clásica estampa es el pavo real, símbolo nacional de la India. Podemos encontrar variantes representativas del animal que van desde el naturalismo más minucioso a la abstracción más atrevida; diferentes según el contexto geográfico, pero todas íntimamente ligadas al espíritu bharat.
El diseño popular que prevalece hasta nuestros días, comúnmente aplicado mediante sellos, es la pluma de aquel ave policroma como forma de arabesco decorativo. Imposible que alguna persona en India carezca de este estampado en su guardarropa, pertenezca a la casta que sea.
Reinvindicación de las artes tradicionales en Kalakshetra
En Chennai, estado de Tamil Nadu, se estableció Kalakshetra, cuyo significado es «campo de las artes». Su fundadora, Rukmini Devi, tuvo como meta revalorizar el acervo artístico tradicional, en pos de reconstruir la identidad cultural del pueblo hindú luego de su independencia de Inglaterra.
Hacia 1950, se inaugura el Departamento de Kalamkari, como centro de investigación y laboratorio de tintes naturales. Su misión se extendía a preservar la calidad característica de los estampados textiles, que venían degradándose justamente por las innovaciones tecnológicas traídas de Occidente.
Actualmente, es epicentro en la producción y el diseño en este arte, así como también institución educativa a nivel internacional y atracción turística.
Ecos
El mundo de la naturaleza está lleno de color. Diáfanas y cautivantes paletas se expresan en flores, pájaros, montañas rocosas. Tal atracción invadió a los hombres desde los primeros tiempos que han tratado de captar su belleza efímera, adornándose a sí mismos y sus hogares. Esta respuesta al color es fundamental e innata a los seres humanos, y los diferencia de otras criaturas.
Cuando nos cubrimos, vestimos, o simplemente contemplamos las telas pintadas en kalamkari, una pulsión interna hacia la fuente natural nos atrae. Calidez de sentirnos abrazados y, a la vez, parte de esa materia.
Se expresan ecos vitales de comunión diametralmente diferenciada de una «ecoamistad».
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Sitios relacionados:
http://www.kalakshetra.in/craft_kalamkari_unit.html
http://www.thechromaacademy.com/