Ana Lía Werthein – El Campo Inconsciente.
Por Maximiliano Turri
El horizonte como firma, la caída como posibilidad de ascensión , la producción como poética, las vacas como iconos o, así es la profunda mirada con que Ana Lía Werthein concibe y crea su obra. Un trabajo donde el amor por el campo, la historia y el psicoanálisis se funden en un campo inconsciente e infinito.
MT: ¿Qué son los Anudasueños?
ALW: “Anudasueños” es una palabra “valija” al estilo de las usadas por Lewis Carroll o Lacan. Ya había trabajado con otras palabras de ese tipo como, por ejemplo “Humanimalidad” que es una mezcla entre lo humano y lo animal y que usé en una serie sobre James Joyce. Fue una denominación que surgió junto a Roberto Harari para una muestra que tenía que ver con la conjunción/ disyunción entre el arte y el psicoanálisis. Y “Anudasueños”… bueno, la cuestión es que habitualmente trabajo con la idea de serie y eso es porque los personajes de una obra se pasan a la otra y se siguen pasando, no los controlo. Ellos saben lo que quieren, tienen su autonomía. Me piden eso y yo no tengo más remedio que hacerlo. Entonces, como este conjunto de obras iría a España, donde el psicoanálisis no está tan divulgado como en Argentina me pregunte cuál podría ser el título de esta serie, Entonces pensé lo siguiente: Si uno le pregunta a un catalán, ¿usted sueña? me va a responder inevitablemente que sí y esa respuesta sería una prueba de que hay inconsciente. Es decir, que hay “otra escena” que no es la escena de la conciencia. Finalmente fue muy interesante lo que ocurrió, para los concurrentes a la exhibición fue fascinante la idea de entrar a jugar con cuestiones que tienen que ver con el inconsciente, con la “otra escena” y con lo no literal. Esto en relación a los Sueños y Anuda porque creo, que el efecto pandémico y pos-pandémico literalmente nos desanudó. No solo a vos y a mí, sino a todos los habitantes del planeta. Por ejemplo ver Roma o Venecia vacía, invadida por animales, fue una situación que produjo un fuerte impacto sobre nuestra subjetividad, sobre la mía particularmente. Y visto desde Lacan, para mi tuvo una veta tragicómica. Porque al principio parecía que estábamos de vacaciones y que podíamos hacer lo que quisiéramos al fin, y a medida que pasaban los días, los meses, se tornó en algo más próximo a lo siniestro que al entusiasmo y al buen humor. En ese momento entramos en una etapa de incerteza, de no saber hacia dónde íbamos, ni siquiera saber si íbamos a sobrevivir. De hecho, empezaron a morirse personas no ajenas, muy próximas. Y empezó a generarse como una tremenda inquietud. En ese periodo mi rescate fue trabajar muchísimo. Hice todos los bocetos de la muestra con acuarelas con las que no suelo trabajar y con témperas para chicos, o sea con lo que tenía. Y así fui elaborando una serie, que la particularidad que tuvo a diferencia de otras, es que los personajes empezaron a perder pie. Entraron en un universo de pérdida de gravedad, de caída libre, de no saber sobre qué plataforma estaban apoyados, y empezaron, podríamos decir, a volar. En mi obra no existe punto de fuga. Nunca existió, pero lo que sí existía era un soporte de los personajes, una territorialidad que sabían sostener y mantener, y ese contexto los personajes comenzaron a ser eyectados, a volar por los aires, algunos bastante angustiosamente, otros más sorpresivamente, con algo de incomprensión por lo que estaba pasando, que era lo que me estaba pasando naturalmente a mí y a casi todos nosotros.
En ese momento me ayudaron mucho las lecturas que estaba haciendo, y empecé a tomar la incerteza y la incertidumbre como una posibilidad caótica de reanudamiento; de volver a anudarse de otra manera. De desintegración ,pero no psicótica, de partición en el espejo, pero sí de interpenetración de las cuerdas. Un movimiento de las cuerdas de los nudos, muy angustiante por momentos, donde se perdía el lugar de la falta. Un imaginario que era el que sosteníamos entre todos, con el contacto, con la conversación, con el cuerpo presente sin saber cuándo ni cómo lo íbamos a recuperar. Hasta que vino toda la cuestión post-pandémica y tuve la posibilidad de que esos personajes tuvieran como un efecto más esperanzador, más de volar por los sueños, por las ideas, por el goce de la vida. Adoro volar, a mí me hubiera gustado ser piloto, cuando era chica mi padre administraba campos, tenía una avioneta y los sobrevolaba con él. Entonces, mi mirada, siempre es como la de un patchwork, que se arma con una perspectiva aérea, donde no existe un único límite, y eso es una marca de mi obra: El límite del horizonte, ¿por qué? porque el horizonte no existe, es una construcción del ojo, y a mí siempre me encanta trabajar sobre lo inexistente, de darle un borde, una sentido a lo no existente, como interrogar las significaciones consabidas y ponerles otro limite.
Me ayudó mucho la idea de verticalidad al estilo de Hito Steyerl, con la idea de reconceptualizar los significados trágicos de la caída, tomando la verticalidad como un lugar de poder, como una nueva posibilidad de reconfigurarse en la caída. Es decir, hay que poder caer, hay que poder soltar algo para armarse de otro modo. De ahí vino “Anudasueños” como una etapa, yo diría de resistencia. ¿cómo resistir y no dejarse tomar por un sentimiento devastador?. También ahí apareció la virtualidad, la posibilidad de los grupos con artistas de teoría del arte, como con Leila Schopp, con gente que me interesaba intercambiar ideas, bibliografía, que me acompañó mucho o la idea de Emanuele Coccia que escribió “La vida de las plantas”, donde plantea el derecho a existir de los seres más frágiles. ¿Y quiénes eran los seres más frágiles? Nosotros. Otra cosa que ocurrió en esta serie, es que empezaron a aparecer planos negros, a pesar que tengo generalmente una mirada optimista de la vida y una coloratura que no es para nada dark. Mis paisajes como fondo son muy abstractos. Me interesa la pintura abstracta, pero no la abstracción. O sea, un paisaje como percepción, no como una representación. Sobre ellos se juegan las escenas de mis personajes.
MT: ¿Hacia dónde van estos personajes ahora?
ALW: Hay un hilo que sostienen varios de los personajes, como un hilo rojo o dorado que los re-anuda a los objetos que les causaron su deseo de vivir, que puede ser su memoria, sus recuerdos, amores, animales, personas. Las últimas obras de la serie, son los equilibristas, que son personajes que vienen bajando, pero siguen jugando con la ley de la gravedad. Como que ya pueden controlar esa, digamos…dispersión ilimitada. Empiezan a tener un borde, pero con la idea de concebir el borde de otra manera. No como un borde rígido sino como un borde blando, más amable, que entra en contacto con la atmósfera, que tiene más que ver con el contacto con “lo otro”. Al estilo de Donna Haraway. Todos somos Tierra, Humus. Entonces mis bordes empiezan a ser blandos, atmosféricos, más de establecer una amistad con “lo otro”. Como la búsqueda de una integración de lo “no humano” a lo humano: La “Humanimalidad”. ¿Y por qué pasa eso? Porque volar es propio de los pájaros y mis personajes se apropian de esa cualidad.
MT: En algunas obras tuyas hay elementos que apelan a la memoria, como coches antiguos, baúles, etc. Entonces. ¿Cómo funciona la memoria en tu obra?
ALW: En los últimos años me pasó algo con la memoria bastante interesante. Durante la pandemia, realice una Clínica desde España en modo virtual, con Andrea Juan. Ella seleccionó a 5 artistas argentinos. A mí me propuso formar parte de ese grupo por mi relación artística con el paisaje. Todos tuvimos que elaborar un proyecto para comenzar.
Pero el día que comenzó la clínica, Andrea nos planteó que dejemos de lado los dossiers y que pensemos en algo sobre lo que quisiéramos trabajar completamente nuevo y allí pensé en la historia de mis abuelos inmigrantes. Para ello trabajé sobre una bitácora y realmente resignificó mi propia historia . Yo me llamo Ana, por mi abuela, que vino de Europa. Gente muy humilde que puso un hotel para subsistir mientras mi abuelo, un cosaco ruso, trabajaba colocando las chapas en los galpones de las estaciones del tren que hacían los ingleses en Ingeniero White. Y allí tomé contacto con su valentía, con el apego al campo, con su labor como cuentapropistas y el modo como se fueron haciendo a “sí mismos”… Y la clínica me permitió eso, un contacto con la evocación, con los recuerdos, con los baúles, con imaginarme cómo viajaban. Y escribí su historia de alguna manera, que fui publicando en redes sociales y que despertó mucho interés. Este acercamiento activó mi memoria, es mas en “Anudasueños” aparece el Buick que manejaba mi papá. Recuerdo que me iba a buscar con el coche a la estación cuando volvía de las excursiones del colegio. Entonces estos objetos aparecen en mi obra por que despiertan mis ganas de hacer algo artístico con esos recuerdos.
Nací cuando mis padres eran grandes pero sin embargo, diríamos que eran modernos, abiertos, siempre fueron respetuosos de mis elecciones. Tengo una actitud de gratitud con la vida, parecida a la que tengo con mis padres, que me dieron la oportunidad de tener una educación amplia. O de haber tenido encuentros significativos, como con Rodrigo Alonso, quien me hizo una de sus primeras críticas, y luego se transformó en el “curador” de mi obra y de casi toda mi producción. Ello me impulsó mucho a cambiar, a cuestionar mi producción como artista. Por ejemplo, me sentí autorizada a instalar una silobolsa de 20 metros en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, que en este caso la muestra estuvo curada por Elio Kapszuk. La idea partió de concebir la silobolsa como un canvas y dibuje, pinte e imprimi sobre ella. La gente estaba muy desconcertada. Ello fue en el 2012. Fue una muestra muy curiosa. Tuve una muy buena devolución de la crítica y el público, y hasta los creadores de la Silobolsa, Ipesa Silos y sus dueños, la familia Klass, financiaron un libro sobre estas obras que se llamó “Hacia una poética de la producción”.
MT: Y justamente, ¿cómo sería una poética de la producción?
ALW: Bueno, amo la producción. No se puede distribuir lo que no se produce primero. ¿Cómo le das de comer a la gente si no sembrás el trigo? Descubrí que la producción tiene una poeticidad. ¿Qué quiere decir eso? Que la gente no advierte su belleza. Por ejemplo
La belleza de estos tipos montados a caballo en el campo o los trabajadores arriba de los tractores. Las chatas, las tranqueras, los gauchos “metafísicos”, son íconos. Así como el medioevo tiene su iconografía, las pampas chatas, también la tienen. Todo ello es poético y poca gente transmite la poeticidad del acto productivo. Y como sabrás, para los psicoanalistas el lugar que tiene el “acto” y esto es acto, puro acto. Todo esto lo he volcado en mis pinturas y fotografías.
Es interesante entender la poética de la producción porque generalmente no se tiene en cuenta todo el impulso, el amor y la potencia que hay en ello. Como decían los artistas de las vanguardias “el arte enseña a ver la realidad”. Varias personas me han comentado que a partir de la muestra, han visto las silobolsas en los campos y empezaron a entender la revolución que generaron. Porque antes, alguien con un pequeño campo, hacia una cosecha y sí o sí, tenía que enviarla a una planta de silo que se las almacene, les cobre un porcentaje y disponga del precio de la cosecha. En cambio ahora, con las silobolsas podes guardar tu cosecha en el campo durante un año por lo menos, y venderla cuando quieras, cuando te sea conveniente. Eso hizo crecer mucho al campo . Y hasta estéticamente, la política de poder ver un objeto producto de la producción humana en el medio de la naturaleza es muy impactante y modifica el paisaje.
MT: ¿Como fueron tus comienzos como artista?
ALW: Comencé tarde. Ocurrió lo siguiente: Concursé en la facultad para ser profesora de Arte y Psicoanálisis, en la materia, Psicología del Arte y salí segunda en el concurso. Y me pregunté ¿qué voy a hacer ahora?, ¿me voy a quedar haciendo papers en la facultad? Y ello me llevo a entender que lo que quise siempre fue pintar, ser artista. Es interesante como una situación adversa te lleva a un lugar productivo, porque soy artista gracias a esta situación. Y fue muchísimo mejor que ser profesora, todo ese tiempo lo dediqué a formarme. Iba tres veces por semana al taller de Viviana Zargón. Toda mi vida estudie arte. Fui a los talleres de Urruchua, Yuyo Noé, Miguel Dávila…siempre iba como curioseando espacios y así me formé en total libertad. Y si bien no tengo una formación académica, sí tengo una fuerte formación teórica. Comencé a exponer en 1995.
Por ejemplo, En Pinta Buenos Aires Photo de este año, expuse una serie nueva de fotografías. Soy fotógrafa, pero nunca estudié fotografía, y soy instaladora, pero nunca estudié instalaciones. Dentro de mí se fue construyendo una artista visual, que no es ni fotógrafa, ni instaladora, pero es un poco todo. Esta posición me sirvió para beneficiarme de todo lo que le ofrece la contemporaneidad. La serie nueva de fotos digitalizadas se llama “Apuntes de la Naturaleza” y es un cruce entre la fotografía y el grabado.
MT: A propósito del psicoanálisis, ¿dónde entra el psicoanálisis en tu obra?.
ALW: Creo, a mi modo ver, que la obra parte del inconsciente. Pienso que en mi obra los personajes deciden si sigo la serie o no, si se pasan de una obra a otra o si se repiten… y creo que la intencionalidad es inconsciente: que pareciera que se parte de la conciencia, pero el inconsciente esta allí motorizando. Está en el nudo y me parece que es protagónico en la creación y en la invención . En relación a la incidencia del psicoanálisis hice un cuerpo de obra que me pareció muy divertida. A partir de lo que dijo Lacan “el campo es Freudiano, el inconsciente es Lacaniano” desarrolle la serie “El Campo Freudiano”, donde se observan los divanes, sillones, bibliotecas típicos de los consultorios psicoanalíticos en el medio del campo. Hice fotos y videos sobre esta idea. Pienso que soy un artista conceptual, con un conceptualismo “blando”. Creo que así como para muchos artistas el arte nace de la materia, para mí nace de las ideas. Tengo ideas, sueño ideas.
Por ejemplo, te cuento cómo surgió la muestra que realice en New York: “La Pampa satelital”. Por un lado es lo que veía con mi padre: Amaba los satélites, estaba alucinado con lo que era la comunicación de avanzada. Por el otro lado, si investigas, todo el campo está atravesado por los satélites. La producción se realiza a través de la mirada satelital. En 1997 aproximadamente estando en el campo, subo a la cosechadora y veo que al costado del operario que la maneja hay una pantalla, le pregunto para para qué es y me cuenta que desde un satélite se está decodificando la salinidad del suelo. Allí se cayó el campo romántico (risas) y entonces apareció “La Pampa Satelital”: La pampa atravesada por las matemáticas, por la topología, por las curvas, por las líneas, por los fractales. Esta serie fue premiada en Alemania, en un concurso, que se llamó “2.000 razones para amar la Tierra”.
Y como decía anteriormente, las figuras que aparecen en mis obras son como “íconos” de la Pampa. No es la vaca, es un ícono. Tiene una significancia distinta a una vaca. Identifica nuestra historia, como todo ícono. Si bien tengo un origen europeo, soy argentina.
Otro concepto en mi obra es el de horizonte como corte. Teniendo en cuenta lo que es “el corte” para los psicoanalistas. Un corte de la mirada. Con los significantes del campo: sequía, vida, el alba, agua… soy bastante minimalista como artista. Esta es mi letra. Por ejemplo en el el “Cow Parade”, que eran unas esculturas de vacas intervenidas por artistas me ocurrió lo siguiente: Caminando hacia la obra que intervine, que estaba expuesta en Puerto Madero, junto a mi había unas chicas jóvenes que iban en la misma dirección y una de ellas dijo , “mira un Werthein!” Me emocione, sentí que era mi firma y Yo no firmo la obra.
MT: Hablando de horizontes, ¿cuál sería el horizonte soñado o deseado?
ALW: La movilidad. Estar en movimiento y tener movilidad intelectual. Por ejemplo, estar en la Escuela Freudiana de Buenos Aires (EFBA) me impulsa muchísimo. Siempre trabajo ese nicho entre el arte y el psicoanálisis. Me gusta trabajar en ese borde de estas preguntas como las que me hiciste: ¿Cuál es el lugar del inconsciente? ¿Es un motor? y estar atenta al flujo de las oportunidades como fue la muestra en Barcelona, o que me seleccionaran en Pinta BA Photo y producir mi obra con un formidable equipo: Carla Rey, Santiago Raffo y otros colaboradores en distintos rubros de producción.
MT: Volviendo al arte y psicoanálisis. ¿qué es lo que te atrapa de estos dos conceptos?
ALW: Me atrapa el “Losange”. Esto de que no se completan, no se recubren, ninguno de los campos puede decir todo sobre el otro, pero juntos se potencian . Creo profundamente en lo inconsciente. Soy Freudiana-Lacaniana. Estudie psicología después de hacer historia del arte y hacer toda la carrera académica en la UBA. La psicología apareció cuando estaba trabajando de guía en Ingles para el Museo Nacional de Bellas Artes, Preparaba los textos para la muestra de Chagall que hizo el Museo, y estando en la biblioteca, con el museo cerrado me di cuenta que me encantaba conversar con la gente y pensé ¿Por qué no estudio psicología? Y comencé mi carrera como psicóloga primero y luego me formé como psicoanalista con Santiago Dubcovsky, También tuve muy buenos análisis, lo cual me impulsó muchísimo.
MT: ¿Qué otro proyecto tenés ahora?
ALW: Inauguré en la Escuela Freudiana una muestra: “Corporal 2”. En mayo del 2025 inauguró en Dain, Usina Cultural, una muestra que va a ser de nuevas fotografías, y también me voy a Japón con un grupo de artistas textiles. Por supuesto estoy abierta a los nuevos proyectos que vengan. Además seguiré con mi trabajo en el consultorio como psicoanalista.
Para conocer más acerca de la obra de Ana Lía Werthein: https://analiawerthein.com.ar/