La acción colectiva como un modo de habitar la contemporaneidad
Por Camila Stehling
A partir de sus pinturas e influenciadx por la estética contracultura, lx artista Carrie Bencardino propone un universo disruptivo protagonizado por personajes que resisten a la cisheteronormatividad y al mundo del sufrimiento anestesiado.
Las experiencias vividas en este último tiempo irrumpieron en lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han denominó «sociedad de rendimiento», poniendo en crisis aquella postura motivacional que intentaba ocultar algo tan humano como el sufrimiento y la inconformidad. El impacto de este discurso capitalista e individualista en un contexto como tal deja de manifiesto las falencias del sistema planteado.
Sin embargo, este acontecimiento configurado como un detonante para la movilización no es una novedad. De hecho, el filósofo francés Michel Foucault planteaba que, a partir de las rajaduras de relatos reguladores y homogeneizadores, es en donde la resistencia se hace visible, exponiendo sus propios quiebres y mecanismos de control. En este sentido, el arte ha sido un gran exponente de las luchas contra lo institucionalizado, a través de producciones y figuras que instalaron cambios profundos en el campo artístico y en los modos de percibir la propia realidad.
Sin ir más lejos, en la escena argentina del arte contemporáneo, se presentan artistas como Carrie Bencardino, quien se propone no negar las propias perturbaciones con respecto al mundo en el que se habita. En contraste a las tendencias a la mantención y demostración de un estado de felicidad, aquel «felicismo sistémico, conformista y productivista», alega lx artista. De este modo, termina explorando la subjetividad desde los afectos negativos, dejando entrever una visión atravesada por el filtro de las sensaciones que estos producen.
Mediante sus obras plásticas, Carrie retoma la estética contracultural desde su carácter rupturista: «Muchas veces, los personajes de la noche son aquellos que se despliegan en todo su esplendor, cuando se encuentran por fuera de las imposiciones diurnas». De aquí emergen las piezas que aluden a sujetos —en su mayoría, pertenecientes a su círculo afectivo cercano— sumergidos en una situación, como una suerte de ritual nocturno llevado a cabo por el aquelarre de la disidencia frente a una parte de la población que intenta —fallidamente— silenciarlxs.
Así, y bajo la premisa «ser queer desde la pintura», lx artista apela a abordajes que arremeten contra la cisheteronormatividad, haciendo uso de procedimientos que no se definen por una tecnicidad tradicional. Sus pinceladas y figuras difusas —reacias a las restricciones de los contornos y líneas determinantes— evocan a una comunidad que, desde hace décadas, ha luchado contra los mecanismos de normalización y regulación en función de un orden social hegemónico. Un gesto simbólico que evidencia «una percepción de la realidad donde no existe el límite, sino lo fusionado, aquello que puede ser una cosa u otra, o varias a la vez, o ninguna. En definitiva, a una traducción no binaria de la técnica pictórica», explica Carrie.
Lo que recuerda a las palabras de Foucault en Historia de la sexualidad 1: La voluntad del saber: «(…) si mediante una inversión táctica de los diversos mecanismos de la sexualidad se quiere hacer valer, contra el poder, los cuerpos, los placeres, los saberes en su multiplicidad y posibilidad de resistencia, conviene liberarse primero de la instancia del sexo. Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres».
Frente al biopoder y en contraposición al biologicismo, Carrie recurre a la metáfora visual haciendo hincapié en las corporalidades en modificación constante, desde la composición de personajes indefinidos hasta cuerpos con cuernos, lenguas filosas, orejas alargadas y morfologías sobrenaturales propias de un universo fantástico. En otras palabras, a través del arte, introduce un acto subversivo al permitirle «explorar mediante la creación de una imagen nueva la posibilidad de adicionar elementos y concretar así fantasías más complicadas de llevar a cabo en la vida física, reivindicando el derecho a la monstruosidad, al cuerpo en transformación infinita».
Cual potencias revolucionarias, estos movimientos disidentes evocados en sus producciones ponen en relieve las grietas de dichos discursos de carácter estático y homogéneo. Al igual que las falencias existentes en lo que respecta a la preservación de los derechos y aplicación de la justicia, en donde resuenan casos como la desaparición de Tehuel, la muerte de Santiago Cancinos y Wanda De La Fuente, y la lista continúa. Una problemática social —altamente preocupante— que abarca a una inmensa cantidad de vidas violentadas y arrebatadas en brutales actos de odio. Sin embargo, es mediante la acción colectiva donde la lucha se presentifica en busca de generar cambios estructurales en la sociedad, que ganó recientemente causas como la Ley de Cupo Laboral Travesti, Transexual y Transgénero, y la inclusión de las personas no binarias en la Ley de Identidad de Género.
De aquí, es decir, de la acción como estado y situación, parte lx artista a la hora de articular a las escenas de sus piezas, que dan la sensación de haber sido captadas por un lente fotográfico en movimiento. «Lo sedentario, la quietud, suele tener que ver con quedarse en un molde, con aceptar de forma conformista todo lo que pasa alrededor. Por ende, lo dinámico lo pienso como una reacción necesaria, como algo que repercute en el mundo y conlleva una transformación, principalmente, porque moverse suele involucrar un contacto con otrxs», manifiesta.
Estos momentos de agitación atesorados en sus piezas pictóricas, reflejan el poder en la comunidad. Un empoderamiento que emerge frente a la urgencia de que sus demandas sean escuchadas. Por esto mismo, la relevancia de un accionar colectivo, en donde la agitación se presenta, según lx artista, «como una forma de habitar el mundo contemporáneo».
Foto portada: Performance (“La valla”), Photo: La Bienal Arte Joven, 2019 © La Bienal Arte Joven, Buenos Aires