«Oscilo sobre mi eje como un edificio que se mueve para no romperse»
Entrevista a Lisa Giménez
Por Marifé Marcó
Tal vez se trata de resurgir, de bucear en el dolor para hacer emerger arte, poner el cuerpo y ocupar un espacio, por tal motivo, El Gran Otro quiso entrevistar a Lisa Giménez.
¿Cómo nace la serie titulada Tamaño real?
Es uno de los pocos trabajos que nació de manera impulsiva. Sabía qué imágenes quería lograr, aunque no podía conectarlas directamente a un concepto. Eso fue algo que surgió luego de la revisión y edición de las imágenes. El impulso primario fue el de poner el cuerpo en mi obra que, hasta entonces, no había sido una necesidad. Venía de realizar series caracterizadas por espacios deshabitados y objetos que eran parte de mi historia y mi memoria; la ausencia como recorrido.
¿Qué nos podés contar a cerca de su nombre?
El título responde a la necesidad de representación de la obra. Consideré que el grado de expresividad que buscaba se lograría si respetaba la escala 1:1, solo ésta, al resultar familiar para otros, podía adquirir la capacidad de evocar sensaciones.
¿Por qué elegiste plasmar imágenes sobre planchas de acrílico?
Porque el juego de transparencias y opacidades me permitía generar las capas que se observan en la instalación.
Una vez que la obra se encuentra «terminada», entre comillas, ¿con qué inmediatez deseás mostrarla?
¡Soy bastante ansiosa! Pero depende, fundamentalmente, de la oportunidad de exhibición. Creo que algo que nos pasa a los que trabajamos con fotografía es que, por cuestiones de costo, no copiamos o imprimimos hasta que surge la ocasión. Mientras tanto, la obra queda en suspenso en una computadora. En el caso de esta serie, era necesario hacerlo para ver cómo funcionaba el soporte. Por suerte, no tuve que esperar; la ocasión surgió inmediatamente.
¿En cuántos lugares presentaste la serie?
La primera vez que expuse algunas piezas de esta serie fue en BAphoto y, a continuación, en Scope en Miami, ambas ferias en el 2011. No tenía formato de instalación, estaban sujetas al muro. En el 2012 se presentó como instalación en arteBA, con la galería BSGR arte contemporáneo, en casa FOA; y, en noviembre, en el CCR con un total de 12 piezas en acrílico y dos fotografías impresas en papel (persianas).
En 2016 se exhibieron en «Una Obra. Un Artista», vidriera en Palermo dirigida por Milagro Torreblanca.
La disposición de las piezas de la instalación relata una escena, contanos de qué se trata.
Más que una escena, es una superposición de distintos «habitares» del espacio…
Me atrevería a decir que la instalación bordea lo onírico y lo fantasmagórico, ¿en qué momento de tu vida hunde sus raíces esta serie?
Fue un momento reflexivo, casi un estado de suspensión de un tiempo interno. «Oscilo sobre mi eje como un edificio que se mueve para no romperse». Un intento por recuperar el equilibrio en un momento de mi propia vida que se vio agobiado por formas que no servían más.
La instalación que se realizó en el Centro Cultural Recoleta tenía diversas entradas, se la podía abordar de distintos ángulos, y el más inquietante era el de la mujer desmembrada, puntualmente sin cabeza.
¿Este desmembramiento tiene que ver con una situación de cuando uno pierde la cabeza?
Creo que, en la instalación, tanto la fragmentación como las transparencias nos señalan la imposibilidad de fijar una experiencia que roce lo performático.
¿Por qué decidiste que tengan tanta pregnancia las plantas, el sillón vacío…?
Por el contraste que produce su quietud en contraposición a la figura humana en movimiento, además de contextualizar la escena. La hace doméstica.
Una posible lectura: la persiana entreabierta parece habilitar al público para que interactúe con la escena artística. ¿Podrías contarnos cuál es la importancia de la ventana en la instalación?
Sí, claro, lo hace partícipe de la instalación desde adentro; es otro cuerpo entre «fantasmas» y, desde ahí, solo puede ver el exterior como una ilusión.
¿Pensás que la instalación aún tiene cosas por decir? Te pregunto esto porque aún pienso que esta instalación y serie insiste en mostrarse y resignificarse.
Sí, cada espacio la resignifica…
En breves palabras, ¿podés contarnos tus futuros proyectos?
Desde 2013 estoy trabajando en Inconsciente óptico, una serie de retratos en apariencia clásicos.
La última serie de Lisa Giménez retoma el punto de vista del filósofo alemán Walter Benjamin en Pequeña historia de la fotografía (1931), y la artista le cuenta a El Gran Otro cómo logra esta intersección.
«El procedimiento mismo inducía a los modelos a vivir no fuera, sino dentro del instante; mientras posaban largamente crecían, por así decirlo, dentro de la imagen misma y se ponían por tanto en decisivo contraste con los fenómenos de una instantánea…». Este párrafo disparador de Benjamin nos habla de un mundo perdido. Aquel de las primeras placas, donde era necesaria una larga exposición, donde el retrato requería de un tiempo.
¿Cómo recuperar la profundidad, la solemnidad incluso de ese estar en la pose, sostener el aliento y los ojos abiertos, esperando el disparo, en este presente atravesado por la velocidad y la comunicación instantánea?
Después de varios intentos, encontré un dispositivo posible: si bien el disparo es de 1/2 segundo, hice posar a los modelos durante 20 minutos, haciendo de esta captura ya no un instante, sino una experiencia habitada de esa relación.
A diferencia de los retratos del siglo XIX, donde las tipologías compositivas respondían a una clasificación a priori de los roles al interior de la familia burguesa, en Inconsciente óptico la pose responde a la singularidad del vínculo; el resto permanece neutro.
Todo ese resto es lo que Benjamin llamó «inconsciente óptico». A diferencia de los retratos pintados que comienzan y terminan en la voluntad de un autor, la fotografía nos enfrenta a «algo nuevo y singular». «La técnica más exacta puede conferir a sus productos un valor mágico que una imagen pintada ya nunca tendrá para nosotros. A pesar de toda la habilidad del fotógrafo y por muy calculada que este la actitud de su modelo el espectador se siente irresistiblemente forzado a buscar en tal fotografía la chispita minúscula de azar, de aquí y ahora, con la que la realidad ha chamuscado por así decir su carácter de imagen».