Poesía de la vida cotidiana / Poesía urbana
Por Maxi Moncalvillo
La poesía se abre camino y encuentra nuevos espacios para ser expresada en la ciudad de Buenos Aires y, sobre todo, para ser compartida con otros. Se puede participar en ciclos de lectura casi todos los días de la semana, por lo general son autogestivos, con un público fiel que habita los lugares en donde se llevan a cabo, dotándolos de identidad y también de construcción colectiva de sentidos, significados y nuevas subjetividades. Las redes sociales, también ofician de plataformas para publicar textos de diferentes géneros con alcances impensados para el escritor que se aventura en los territorios de la virtualidad.
Centros culturales barriales, centros culturales del Estado, bares, cafés, plazas, parques, y hasta departamentos particulares, suelen ser escenarios del circuito actual de la poesía en la ciudad de Buenos Aires. Reúne a distintas generaciones que se ven convocadas por la liturgia de la palabra, los versos, la metáfora y también, por historias que se cuentan, se recitan o se narran con la vertiginosidad que genera la improvisación o la escenificación cuando se lee un poema, una poesía, en voz alta y compartida con otros.
El presente de la poesía porteña encuentra entre los diferentes poetas un matiz de influencias y tradiciones que se pueden remontar a la poesía gauchezca, nutrida en coplas, muy presente en peñas folklóricas que pueden encontrarse tanto en el barrio de San Telmo como en el de Palermo, hallando también vislumbres por la poesía de comienzos del siglo pasado, en donde el modernismo y el sencillismo cobran presencia en los textos que denotan una marcada influencia de escritores europeos. Pero, así como se encuentran poetas más “ortodoxos” o con rigurosidad técnica y estética, también se pueden encontrar aquellos que rompen con los cánones más estrictos, y es ahí cuando surge lo que denomino poesía urbana o poesía de la vida cotidiana. En ella, se relatan, se describen, situaciones y vivencias que tienen que ver con la vida en la ciudad, con escenarios urbanos, que en muchas oportunidades se observan manifestaciones de sentimientos y emociones, y otras veces podemos encontrar expresiones del malestar social, injusticias, denuncias, a través de recursos que abarcan tanto a la metáfora, la personificación, la hipérbole, como así también a la ironía, a la paradoja, el chiste y las imágenes sensoriales, entre otras. Esta poesía urbana (o, de la vida cotidiana) ha encontrado su mejor escenario en las redes sociales. Facebook, Twitter e Instagram, son las plataformas preferidas para comenzar a realizar publicaciones e intercambios con un público que cada vez demanda más la presencia de textos breves ante la abrumadora contaminación con información de poco o nulo contenido literario en particular, ni tampoco contenido cultural, en general. Desde los diferentes lugares físicos en los que se publica o lee (espacios presenciales o publicaciones en libros) hasta en las redes sociales, la poesía comunica y tiene mucho para decir. Organizada en torno a los llamados ciclos o tertulias, los temas convocantes son diversos, pero coincidentes en dos puntos que son centrales para los tiempos que corren en la Ciudad de Buenos Aires y en el país: expresión y construcción. Es decir, por un lado los y las poetas expresan sentimientos, historias, futuros utópicos, futuros distópicos, relatos, y por otro lado, también se observa un gran auge y desarrollo de la poesía social, que en tiempos de crisis socio-económicas como la que atraviesa nuestro país, la poesía se apoya en la realidad para construir una metáfora de la actualidad, buscando no solo la belleza, sino un cierto fin ético y social que permita cuestionar la realidad y confrontar a los lectores. De esta manera, el poeta oficia de portavoz de un otro u otros que se supone no la tienen, y también sostiene valores que en tiempos de crisis coyuntural suelen verse esfumados en una ambigua gama de grises. Por lo tanto, trasciende aquello que lo liga a lo endogámico de su decir, a lo doméstico de su creación, para exteriorizarlo exogámicamente a un afuera con toda la fuerza capaz de ejercer una polifonía de voces, diciendo aquello no-dicho por el conjunto de padecientes, sufrientes. Encontramos así, que la virtud de la poesía de corte social radica en la construcción de nuevas tramas y sentidos que permitan en primer lugar cuestionar al lector, y en una segunda instancia, que el propio lector pueda dar lugar a la reflexión social y modificar así algo de su propia realidad y entorno.
De esta manera, la poesía urbana o de la vida cotidiana tiene un propósito subyacente transversal a la expresión y a la construcción de nuevos sentidos que va más allá de las palabras y que tiene estrecho vínculo con los sentimientos intensos y profundos de los lectores: emancipar los mismos y rebelarse a lo normativo de la realidad, pero también de la formalidad que ejerce el texto académico.