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¿Qué sería del Surrealismo sin el Psicoanálisis?

Por Laura Belén Arias

¿Qué sería del Surrealismo sin el Psicoanálisis?

«El surrealismo es un movimiento artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional».

 

Cuando pensamos en aquellas obras literarias, artísticas, visuales y auditivas, que trascienden la realidad, que vinculan el mundo de los sueños con el mundo real distorsionado; que nos transportan a un mundo imaginario pero que existe: un universo significante, creado, pensado, imaginado, impulsado por una profundidad única y singular, lejana, extraña y familiar a la vez, siniestra, se hace presente el surrealismo. Este movimiento artístico del siglo XX, caracterizado por su método original de creación, tiene como principales exponentes a André Breton, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Joan Miró, René Magritte, Max Ernst, Dorothea Tanning, entre otros.

Esta corriente artística – con un método parecido al de una sesión con un psicoanalista – conjuga el proceso creativo junto con las teorizaciones del padre del psicoanálisis. La escritura automática o creación automatizada de Breton, como la asociación libre y la atención parejamente flotante de Freud, nos abren un camino fácil de distinguir: hacer consciente lo inconsciente, es decir, navegar por las profundidades del ser, descubriendo, desocultando el sentido y el sin sentido; una lógica peculiar, particular, nunca universal, siempre singular. Un método impulsado por el inconsciente. Una navegación turbulenta, llena de extrañezas, llena de elementos conocidos pero deformados, quizás hasta disfrazados. ¿De dónde salen esos elementos? ¿A quién le pertenecen? ¿Qué significan? ¿Se puede habitar en esos mundos creados por estos artistas? Freud teorizó que la vida psíquica misma es eso. En su famosa obra La interpretación de los sueños nos dice que: «El descubrimiento de las ideas latentes ocultas ha confirmado, en general, que el sueño continúa los estímulos e intereses de la vida despierta»[i] (Freud, S. 1900: 702). Es decir, que los sueños toman elementos de la vida diurna, cotidiana, para elaborar algunas tramas psíquicas –además hay que tener en cuenta el papel que juegan aquellas representaciones reprimidas y afectos desplazados-.

 

La manifestación surrealista

El movimiento surrealista cuenta con un manifiesto que fue escrito por primera vez en 1924 por André Breton. Dicho manifiesto, define el surrealismo de la siguiente manera: «Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral»[ii]. (Breton, A. 1924).

 

André Breton (1896-1966). Escritor, poeta. Principal exponente del movimiento surrealista.

 

Para los surrealistas de la época, era de vital importancia dejar de lado todo aquel pensamiento, preocupación o razón que nublara el «real» pensamiento de la psiquis. Era dejarse llevar; era un estilo de asociación libre.

Para este movimiento surrealista, el descubrimiento y la teorización acerca de la existencia de un inconsciente, fue elemental. Porque sólo con este concepto el ser humano pudo comprender que es fundamentalmente guiado por algo de lo cual no tiene ningún control, y que, de alguna manera, es el «verdadero ser». Siendo lo consciente aquello que nos nubla de lo que es realmente singular, único, exclusivamente propio. Dejar fluir, florecer, aparecer, desocultar aquello oculto, resguardado, aquello de lo cual nos protege el yo, es la idea principal que mantiene el surrealismo.

Podemos observar, a modo de ejemplo la escritura automática desplegada por André Breton, con un fragmento de su poema Primero la vida, dedicado a Philippe Soupault:

«Primero la vida a esos prismas sin espesor así los colores sean más puros
Primero a esta hora siempre gris a esos terribles automóviles de frías llamas
A estas piedras reblandecidas
Primero este corazón trabado
A esta ciénaga de murmullos
Y a este blanco tejido cantando a la vez en el aire y en la tierra
A esta bendición nupcial que une mi frente a la de la vanidad total
Primero la vida»[iii]. (Breton, A.).

Uno de los modos esenciales de funcionamiento de los procesos inconscientes, nos comenta Freud, es la condensación, que refiere a que «una representación única representa por sí sola varias cadenas asociativas, en la intersección de las cuales se encuentra»[iv] (Laplanche, 2013). Freud trata este término por primera vez en La interpretación de los sueños, explicando que puede producirse de diversas formas: en un tema o persona, en personajes compuestos, imágenes difusas, contaminadas o distorsionadas. En la condensación existe el efecto de la censura – represión – y al mismo tiempo una forma de escapar de la misma. En algunas pinturas surrealistas, como por ejemplo las de Salvador Dalí o Joan Miró, podemos ver el trabajo de la condensación: elementos distorsionados, mezclados, familiares, algunos conocidos, otros no tanto, algunos identificables, otros aberrantes.

 

La persistencia de la memoria, Salvador Dalí, 1931.

El carnaval de Arlequín, Joan Miró, 1924-1925.

 

Otro modo de funcionamiento de los procesos inconscientes es el desplazamiento que «consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa»[v] (Laplanche, 2013). En palabras más simples, hay una cierta independencia entre el afecto y la representación, por lo que pueden separarse: la representación puede ser reprimida o censurada, y el afecto quedar libre para unirse a otra representación que se asocia con la primera reprimida, sosteniendo, así, un sentido único singular. Es curioso que, años más tarde, Lacan retome estas reglas del inconsciente freudiano y las transforme en las leyes del Lenguaje, pero en este caso, con distinta denominación: la metáfora y la metonimia.

Hacer consciente lo inconsciente, parece la premisa fundamental tanto para el psicoanálisis como para el surrealismo. Permitir que el inconsciente se exprese a través del arte, le da a la obra autenticidad y fuerza; un mayor poder que aquello que deviene de la consciencia. Revelar sentimientos y deseos ocultos aparecen como un ideal del surrealismo; sin limitaciones de la razón, de la cognición, del pensamiento más natural u ordinario, común. Poder llegar a la matriz del pensamiento más «puro». La preocupación inicial de aquellos artistas, era la originalidad, evitar el aburrimiento de los procesos creativos y la vaguedad de sus productos. Para Freud los sueños entrañan «un sentido y un valor psíquico»[vi] (Freud, S. 1900: 680), por lo tanto para los artistas que siguen las enseñanzas de Freud, las obras también adquirirán un sentido y un valor original. Este valor y este sentido son, en esencia, puros, ya que no se crean contaminados por ninguna racionalización de ideas, ni pensamientos intelectualizables. La creación en este punto, deviene indialectizable.

Las pinturas, los poemas, las creaciones, las obras de arte devenidas surrealistas, se sustentan en el núcleo mismo del ser. Son formas que adquieren presencia física, material, a través de un proceso comandado directamente por el inconsciente. ¡Qué espectacular hubiera sido si Freud se hubiera dedicado a la interpretación de éstas obras! «(…) jamás podemos estar seguros de haber agotado la interpretación de un sueño»[vii] (Freud, S. 1900: 517), como así jamás podremos estar seguros de haber arribado a una total interpretación de las obras de arte.

 

Por Laura Belén Arias
laurabelenarias@gmail.com

 

[i] Freud, S. (1900). Psicología de los procesos oníricos. En La interpretación de los sueños. Volumen 5. Buenos Aires: Siglo Veintiuno editores, 2013.
[ii] Breton, A. (1924). Manifiestos del surrealismo. Buenos Aires: Argonauta, 2001.
[iii] Breton, A. Primero la vida. Consultado el 3 de enero del 2020 en http://www.contranatura.org/literat/biblioteca/Breton-Poemas.htm
[iv] Laplanche, J. (2013). En Diccionario de psicoanálisis. Ciudad autónoma de Buenos Aires: Paidós.
[v] Laplanche, J. (2013). En Diccionario de psicoanálisis. Ciudad autónoma de Buenos Aires: Paidós.
[vi] Freud, S. (1900). Psicología de los procesos oníricos. En La interpretación de los sueños. Volumen 5. Buenos Aires: Siglo Veintiuno editores, 2013.
[vii] Freud, S. (1900). La elaboración onírica. En La interpretación de los sueños. Volumen 4. Buenos aires: Siglo Veintiuno editores: 2013.