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15 noviembre, 2011

“Discépolo desafía la sensibilidad de la platea”

Por: Ludmila Barbero.

Dialogamos con Guillermo Cacace e Iván Moschner sobre Mateo.

Una puesta en escena que logra transmitir al espectador la incomodidad y frustración que los personajes de Discépolo experimentan corporalmente.

 

Cacace comenzó a investigar a Discépolo como actor, en el papel de Chichilo, con la compañía Cunill Cabanellas entre 1994 y 1996. Sobre aquel proyecto, Guillermo nos cuenta: «El grotesco le reveló algo a mi cuerpo y me propuse seguir explorándolo como director». En 2008 estrenó Stefano y, al año siguiente, una adaptación de Babilonia, Sangra, nuevas Babilonias, ambas con el grupo Apacheta. El profundo interés del director por indagar esta dramaturgia se vincula con que esta lo habilita a «hacer un tipo de teatro de fuerte compromiso físico».

La vigencia del grotesco se fundamenta en su fuerte imbricación en un contexto histórico-social marcado por incongruencias y malestares que aún perviven; incluso podemos pensar que el presente pensado en la elaboración discepoliana es el que nos permite sostener y experimentar físicamente ese pasado que obtiene su fuerza del instante fugaz en que lo evocamos.

Mateo se propone afectarnos físicamente. Como afirma Cacace, el grotesco «desafía la sensibilidad de la platea… rompe con las categorías de lo cómico y lo dramático como cuestiones escindidas. Abre campos de tensión y desde allí involucra, invita al actor a jugar sin especulaciones de efectividad. Así se instala un presente en escena que horada en el presente del público sin necesidad de subrayar los nexos entre el pasado y la actualidad». Cabe afirmar a este respecto que la puesta en escena siempre involucra la invocación de los espectros de representaciones anteriores, tanto en la intertextualidad con puestas en escena de otros directores o con otras obras cercanas, como en la aparición de una misma pieza en una misma sala y con idéntico elenco. Por esa razón, el teatro se nos presenta como la vía más directa para que ese «presente en escena» poblado de fantasmas del pasado penetre en el presente de la audiencia para movilizar su sensibilidad.

Guillermo nos cuenta también que en la creación de esta puesta procuraron alejarse de la solemnidad y nostalgia que frecuentemente van asociadas a la reelaboración de arquitecturas del pasado. En este sentido, afirma: «exploramos en la violencia del material para evitar la ingenuidad con la que a veces se montan los clásicos del teatro nacional. Por suerte, tanto el equipo creativo como los actores indagaron en la potencia del material más que en el mero homenaje a un gran texto». En efecto, la «exploración en la violencia del material» es clara, ya desde el comienzo de la representación. Allí, el diseño coreográfico articula los movimientos de quienes realizan tareas domésticas con los de aquellos que gimen durante el sueño, genera un clima de violencia física que acentúa el componente incestuoso de los vínculos familiares. Al mismo tiempo, la desesperación de la familia retratada en Mateo se manifiesta corporalmente en una suerte de agresión autoinfligida que acompaña la de un entorno social del que los personajes se encuentran marginados.

Conversamos también con Iván Moschner, que en la obra representa a Loro, uno de los ladrones que hacen su aparición en el segundo cuadro. Iván comentó la indudable vigencia de una obra en la que se problematizan las dificultades comunicativas y de inserción que los avances tecnológicos acrecientan en determinados sectores de la población. Recordemos que la llegada del automóvil torna obsoleto el uso del carruaje a caballo, de donde Miguel obtenía los ingresos para sostener a su familia. Moschner también enfatizó los elementos de denuncia social presentes desde 1923 hasta la actualidad: «Lo actual no es sólo el problema que vive el protagonista, sino todo el planteo de la obra, respecto del nivel de desesperación, del hambre. Hay un tema que es “el pan”: no tienen pan para comer, no porque falte en la sociedad, sino porque ellos no tienen dinero para comprarlo. Y eso es un tema clave hoy, acá, en la Argentina».

Asimismo, al encarnar un personaje incidental, Iván tiene la posibilidad de observar la mayor parte de la pieza desde fuera del escenario. Por este motivo, pudo comentarnos sus impresiones acerca de un elemento muy interesante en la puesta en escena, la escenografía de Felix Padrón: «A mí me remitía a la imagen de cuando cayeron las torres gemelas, al final, cuando quedaron unos hierros parados. Me sonaba a eso, a una devastación general, y sobre esa devastación está montado este mundo». Se trata de una suerte de minimalismo mendaz, de la conformación de un diseño a partir de materiales precarios como tachos y chapas.

Por otra parte, el vestuario de Magda Banach contribuye a la atmósfera de desolación que se respira en el universo de Mateo. Los colores de los atuendos en la gama del negro y del gris tienen por única excepción cromática las solapas violetas del traje del funebrero, personaje que se sitúa en el umbral, entre un afuera signado por el éxito económico y la amoralidad, y un adentro en el que la miseria, la endogamia y la frustración ríen con dolorosas carcajadas.

La puesta de Cacace nutre de una nueva virulencia a un texto dramático que, como el Quijote de Pièrre Menard, nunca puede volver a producirse manteniéndose idéntico a sí mismo.

 

[showtime]

 

Ficha artística:

Autor: Armando Discépolo
Actúan: Horacio Acosta, Mario Alarcon, Max Berliner, Roberto Carnaghi, Paloma Contreras Manso, Rita Cortese, David Masajnik, Iván Moschner, Agustín Rittano, Miguel Sorrentino
Músicos: Francisco Casares, Juan Pablo Casares, Patricia Casares, Eliana Liuni, Demian Luaces
Escenografía: Félix Padrón
Iluminación: David Seldes
Diseño de vestuario: Magda Banach
Música original: Patricia Casares
Asistencia de dirección: Silvina Rodríguez
Producción: Melina Ons
Dirección musical: Patricia Casares
Dirección: Guillermo Cacace

Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815)

Entrada: Jueves – 21:00 hs. – $ 30,00

Viernes y Sábado – 21:00 hs. – $ 40,00

Domingo – 20:30 hs – $ 40,00

DESPEDIDA: sábado 26 de noviembre