LEO CARUSO & CLUB MONDRIAN «Colores Primarios»
Por Zully Carrasco
«El arte, lo mismo que la realidad que nos rodea, puede resurgir a una nueva vida, como una definitiva emancipación del hombre». Piet Modrian
El piano desgrana acordes y la música llena el espacio, la imagen de otra época sobrevuela, transportándonos a un tiempo sin tiempo parecido a la eternidad. El color de la voz de Leo Caruso envuelve al público, y una sensual fusión de la nostalgia del tango y la melancolía del blues se apodera del ambiente, así comienza el show de este excelente pianista. El blues de Leo Caruso es la construcción de un singular eclecticismo de sonoridades que da vida a Colores Primarios.
¿Cómo nace Colores Primarios? Colores primarios como disco tiene un proceso largo, en el 2001 armé el Club Mondrian, que antes se llamaba el Club de la Serpiente y tenía otros integrantes, le había puesto ese nombre por Cortázar y Rayuela, por ese juntadero de locos que escuchaban jazz y eran existencialistas. Un día tocaba en el Café Tortoni –fue en diciembre del 2001– y por milagro de la vida, había una grabadora de disco en el sótano y de ahí sacamos una primera grabación en vivo. Lo que necesitaba hacer era la edición de una tapa, todavía no estaba planeado el disco oficial. Empecé a investigar, hasta que encontré a Saul Bass y su proyecto Preminger, trabajaba con algo parecido a lo que a mí me gustaba y era con el suprematismo de Mondrian y Malevich. Luego empecé a copiar este sistema gráfico, y cambié el nombre El Club de la Serpiente por Club Mondrian. Después me enteré que en los 40, escapando del nazismo, Mondrian se fue a vivir a Nueva York y allí conoció el boogiewoogie –que era como el reguetón de hoy–, uno de los subgéneros del blues basado en el piano, a tal punto llegó su fanatismo que hizo dos cuadros, uno se llama Victory Boogie-Woogie y el otro Broadway Boogie-Woogie; encontré esa relación, por eso llamé al grupo Colores Primarios. Otro motivo por el que me inspiré en Mondrian es que había creado, en los 20, el neoplasticismo en el que pintaba figuras geométricas con colores primarios. Encontré una cosa más, el blues tiene tres acordes básicos –y en eso encontré una similitud con los colores– y es con lo que se creó casi toda la música popular de Europa y aquí el rock argentino, que tiene las mismas raíces, luego aparece una primera experiencia de que el blues sea en castellano y no en inglés. Otra cosa que encontré es que también había colores primarios en esos primeros blues, incluso está en el primer experimento de blues en castellano, en Avellaneda Blues, una canción del grupo de rock argentino Manal. Así fue la génesis y de ahí se armó Colores Primarios.
Tu música se caracteriza por tener arreglos musicales que son tu propia marca… En realidad me agarré de una época, fue la época del 40, no te olvides que el blues originalmente como género en los EE.UU. es un género migrante, empieza en Misisipi con la esclavitud. Hay un momento en que los negros buscan trabajo y van a Chicago, uno de los grandes lugares donde se tocaba blues en los 40 y luego se produce un gran movimiento en la costa oeste, California, allí no había segregación. El blues se fue refinando y aparece el West Coast blues en la costa oeste de los EE.UU., es un tipo de música influenciada por el jazz y el jump blues, este estilo fue tomado por Nat King Cole, Ray Charles, Charles Brown, George Gershwin, es más intimista, porque son tocados por grupos más pequeños.
¿Cómo llegás al blues? No te lo puedo precisar muy bien. En 1971, cuando recién empecé a tocar piano, a los seis años, estaba en los primeros palotes en el piano, en aquel entonces salió la película El Golpe y el tema principal era de Scott Joplin, –si bien hablamos de ragtime que es un género previo al blues, ya que el blues es de los años 20, la música es del 1900– esa película me enloqueció, me pareció lo más hermoso que había escuchado en mi vida y trataba de interpretarla todo el tiempo, recuerdo que una vez le pregunté a mi mamá, viendo a Ray Charles en televisión: «¿Qué es esto?». Y ella me respondió: «Blues», y luego no pregunté nada más. Con los años, llegaron los Beatles, los Rolling Stones, y ahí tomé contacto desde el rock con el blues, no te olvides que los Stones y los Beatles entran en contacto con el primer repertorio de los artistas de blues de los años 40/50 a través de los discos que entraban por barco y por la radio.
¿A qué edad comenzaste a armar tu banda? A los 13 años, y empecé a trabajar como profesional a los 19 como músico de sesión, fui pianista de Marikena Monti. Un día tocamos en el San Martin, hasta que paramos en Bar Latino, en ese momento, Marikena Monti plantea un espectáculo en homenaje a Chico Buarque y me llaman para que sea el pianista, ahí es donde empecé a trabajar profesionalmente, tenía 19 años. Luego fui tecladista de la banda del bandoneonista Aldo Altairac.
Muy joven… Sí, muy joven, en el 89 tuve una banda de rock, un proyecto importante donde trabajé mucho, luego tuvimos la crisis del vinilo, y no había forma de tener un contrato discográfico que no fuera pagando el vinilo, pero en ese momento se me hacía imposible. Después seguí trabajando en otras cosas, seguí trabajando con algo que sigo haciendo, que es música para Brasil, para el teatro, y pos 2001 empecé a trabajar para producciones americanas de cine porque acá estaba todo parado, cosa que sigo haciendo hasta hoy. Y desde el 2001 en adelante aparecen Colores Primarios y el Club Mondrian.
Vamos más atrás en tu historia… ¿cómo fue que encontraste el piano? El piano es un hecho bastante curioso, yo acompañaba a mamá a esas visitas que se hacían a los amigos, iba a ver a las hermanas de su cuñado, en esa época había tiempo para hacer esas visitas; iba cada 15 días, y yo me aburría muchísimo, andaba por toda la casa y un día abro una puerta y veo el piano, entonces lo abrí y le puse un dedo y fui a preguntar si podía tocar, me respondieron: «Hace lo que quieras». Entonces me senté y sentía que lo que hacía era lindísimo y probablemente era un zafarrancho, pero para mí era lindísimo, esa fue la primera relación que tuve con el instrumento. A partir de ahí un día, en un acto en el colegio dije: «Yo puedo tocar el himno» (risas)… Yo ya tenía un piano, así que toqué partes del himno, lo aprendí de verle las manos a la profesora.
Es importante tener una familia que te apoye, por lo visto tu mamá lo hacía… Sí, muy importante, aunque en realidad el piano lo compraron para que estudie mi hermano mayor, y él no siguió. Yo seguí con Raquel, mi primera profesora, en realidad se me hizo la vocación con el tiempo. A mí me atraviesa la música –como para pensarla como una profesión– a los 17 años, ya escuchaba la música de una manera muy activa, admiraba a los Beatles, Charly García, Spinetta, para mí eran dioses y creo que eso me atravesó por completo, así que me dije: «Hay que estudiar». El camino del arte exige mucho compromiso y estudio… El camino no es fácil para nadie en cualquier profesión, lo difícil es no poder mostrar lo que se hace en el arte, lo bueno es que pudimos hacer un gran mercado de música independiente y no depender de las discográficas. Con mi mujer hicimos un equipo.
¿Qué te pasa antes de salir al escenario, antes de empezar tu show? Los dos primeros minutos son de una angustia tremenda, pánico, una vez pasado esos dos primeros minutos me divierto muchísimo, juego, paso a ser un chico y soy tremendamente feliz con el contacto con la gente. Siento que el público es una sola mente que interactúa. Hay una especie de gran inconsciente cuando se consigue comunicación.
Con el nacimiento de las vanguardias surge la exigencia subjetiva de forjar una salida para la transformación profunda de la cultura. En este escenario, Mondrian formuló la unidad interior entre la nueva forma plástica y una nueva realidad humana y cultural. A partir de esta unidad, emerge el ideario abstracto del neoplasticismo como un nuevo realismo plástico. Este concepto, que además comprende los signos apocalípticos de un nihilismo histórico, es tomado por Leo Caruso para crear Colores Primarios, esa mística que motivaba al pintor es la misma que encontró Leo, con un ideal de arte que trascienda la realidad y la búsqueda de la esencia de lo universal.