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8 mayo, 2015

«El dinero es el símbolo de la esclavitud»

Por María Fernanda Noble

«El dinero es el símbolo de la esclavitud»

Entrevista a Alberto Echegaray Guevara

Se hace llamar Cayman, y no es un dato menor el sobrenombre que utiliza Alberto Echegaray Guevara –artista emergente–, se movía como un pez en el agua en el mundo de las finanzas, en un pasado no muy lejano. Solo le bastó ser fiel a su deseo, originado por el interrogante que le produjo ver la destrucción del dinero, para saltar al terreno del arte con una creación original y que lleva, según Walter Benjamin, «la aparición irrepetible de una lejanía».

¿Cuándo aparece el arte en tu vida?

En realidad, esto aparece desde muy chico porque siempre estuve rodeado de artistas y escritores. Mi padre era deportista, fue campeón panamericano de ciclismo. A los veinte años viaja a Francia y se queda, allí termina sus estudios y conoce a Pablo Neruda, que era embajador. Se hacen muy amigos, gracias a él se frecuenta con Salvador Allende. Pasan nueve años y mi padre regresa a Venezuela, porque es Venezolano. Cuando vuelve, se encuentra con el partido comunista y no le gusta esa línea de pensamiento, le parecía que estaban muy atrasados. Decide hacer un partido político propio con un amigo, y piensa que una de las formas de comunicar es teniendo una revista, la desarrolla, y resulta que el editor termina siendo Gabriel García Márquez. Entonces, ¡tuve siempre de chico una conexión con mucha gente a través de mi padre! Estudié arte casi seis años, mi padre nos mandaba a talleres a mí y a mi hermano, aunque después tomamos otro rumbo en la vida.

Hace casi tres años el arte nuevamente llamó a mi puerta y tuvo que ver con el trabajo que yo tenía. Ocupé mucho tiempo en el terreno de las finanzas, de los préstamos a gobiernos, en un momento me cansé y me fui a trabajar al sector social. Estuve tres años trabajando en proyectos de educación, salud, derechos humanos, protección del medio ambiente, en África, Asia, América Latina, viviendo en Estados Unidos. Y eso cambió la concepción que tenía de un montón de cosas. Vi que eran dos mundos diferentes y se me hizo necesario crear estos puentes entre el mundo del sector privado y todo lo que es el desarrollo social. El valor social tiene un valor económico, claramente, desarrollar a la gente, darle oportunidades y que la gente crezca, levanta absolutamente a toda la economía, y es una responsabilidad de todos, sobre todo de los líderes. El proyecto artístico lo empecé cuando visité la reserva federal, donde se imprimen los billetes, vi las tintas que se usaban, los sistemas de seguridad… Cuando estaba ahí adentro, en un momento, veo cómo se imprimen y cómo se crean los billetes, cómo se crea el sistema monetario en un lugar que es uno de los principales del mundo, los dólares que son la principal moneda, y puedo observar que al final de la línea hay destrucción. Después de la creación, hay destrucción. Entonces me pregunto, ¿qué es esto? Me dicen, «es la destrucción de los billetes que ya se usaron. Muy pocos billetes salen mal impresos por las tecnologías que tenemos hoy, pero la mayoría de los billetes que se destruyen es por miedo a ser falsificados». Tecnología de hace 10 años se necesita para sacar los billetes viejos de circulación, porque son fácilmente «copiables». Y cuando veo todo ese dinero destruido, digo: «Acá hay algo muy interesante». Me pareció increíble pensar por dónde había pasado ese dinero, me preguntaba qué habrían comprado todas esas personas con ese dinero que alguna vez pasó por sus manos. Imaginate, profesionales, obreros y hasta gente que vive en la calle. Pensando en ese concepto de energía, empecé en el mundo del arte.

¿Y qué fue lo primero que hiciste para poder sacar todo ese dinero en desuso?

Lo primero que hice fue pedir una autorización. ¿Cómo puedo llevarme estos billetes fuera de circulación? Le pedí a mi amigo y tardó cinco meses en autorizarme, tuve que explicarle que quería utilizar los billetes para hacer una obra de arte. Y una vez que me autorizaron, empecé a trabajar mucho más el concepto, a estudiar de dónde venían los símbolos en torno al dólar, el origen del dinero, cómo el ser humano había llegado a crear el dinero y los billetes que hoy conocemos. Y encontré que todo eso tiene mucho que ver con la simbología, que es un poco lo que muestro en la obra. El símbolo del dólar tiene su origen en Grecia, aparece a través de Hermes, dios del comercio. Un dato importante que encontré es que en el siglo XV el símbolo del dólar –el que conocemos hoy– se marcaba a fuego sobre los esclavos, en las mejillas y en el cuerpo. Representa una «S» atravesada con un clavo, la «s» de spiritu con un clavo. Es el famoso es-clavo, los esclavos del dinero, los esclavos de lo material. Ese símbolo también se usa en las cofradías religiosas. Y se lo usa con un objetivo muy claro que es una veneración religiosa.

¿Por qué elijes viajar a Murano para armar las bolas de cristal que contienen el dinero triturado?

Porque Venecia es un centro muy importante de simbología –hay muchísimas logias y grupos–, y fue el centro del comercio del mundo. El vidrio realmente fue una revolución porque, básicamente,  en las casas y las iglesias dejaba que entrara el sol para que hubiera luminosidad y se dejara de usar una cantidad enorme de velas. Los vitrauxs hace seiscientos años fueron una revolución. Entonces, lo que se plantea en el proyecto es la parte conceptual. Para llevarla a cabo, tomé un curso de geometría sagrada, para ver cuándo se llega a la esfera. En ese punto es cuando se alcanza un elemento universal, de uniformidad, de unidad de lo perfecto. Yo necesitaba hacer una esfera de cristal soplado en Murano, fue muy difícil. Soplar esas esferas en vidrio es un trabajo de gente muy especializada. Una vez que iba cediendo el vidrio, pensaba en ese momento, había articulado varias cosas. Por un lado, estaba la vitrofusión y por el otro, el hecho de soplar poniendo el cuerpo. Ya se transformaba en una performance. Después esa experiencia es transmitida en un video, de esta forma, articulo el objeto artístico a la performance y, por último, queda como resultado arte y tecnología con los videos.

Hay un cuarto elemento: las cámaras que estuvieron adentro del stand de ArteBA estaban colocadas para poder observar la reacción de la gente. Lo importante es que quede registrada la imagen de lo que el espectador siente, a algunos les da felicidad, otros se quedan pensando, tal vez con un montón de preguntas.

 

¿Esta es tu primera producción artística?

Es la primera producción de mi vida. Dedicarme al arte fue una decisión difícil. Primero me decían que estaba loco, que estaba haciendo tambalear mi reputación en el mundo de las finanzas. A muchos de mi familia ni les dije porque ya sabía lo que pensaban. Traté de abstraerme de todo eso y seguir adelante con lo que yo pensaba. Me di cuenta de lo importante que es estar involucrado con el arte. La riqueza de la vida está en conocer diferentes cosas, y yo soy muy curioso. Me gusta investigar y conocer distintas corrientes, como la incidencia de la economía en la política, el arte, la historia, me encanta estudiar y eso forma parte de mí.

Una vez que te decidiste por el arte y armaste el proyecto, ¿cómo fue tu inserción? Es difícil entrar en el circuito y lograr la legitimación de críticos, curadores, dueños de galerías.

Lo primero que hice fue recorrer las principales ferias de arte del mundo y ver qué pasaba. Segundo, quería entender cómo se conformaban y pensaban las distintas tribus. Quería ver cuál era la tendencia, hacia dónde estaba yendo. Ahora, ¿quién me legitimaba? Fue un proceso que se hizo paso a paso. Realmente la obra corría un montón de riesgos y puse todo lo mejor de mí. Y, aunque el proceso queda resumido en un video que dura cuatro minutos y medio, hacerlo, me llevó mucho tiempo. Tuve que viajar, levantarme a las cinco de la mañana, buscar los lugares, programar, pensar muy bien qué hacer, qué mostrar, y también ver las reacciones.

¿Cómo llegas a ArteBA?

En una oportunidad hablé con Daniel Abate, entonces me di cuenta de que era una persona a la que le gustaba romper con lo tradicional. Además, es un galerista de arte muy reconocido en Argentina, que se dio el lujo de poner en ArteBA un enorme pato que después terminó flotando en los lagos de Palermo. Y me dije: «Este tipo que conocí puede ser “el” hombre». Entonces lo llamé y le dije: «Te quiero mostrar algo que estoy desarrollando». Se lo muestro y, al principio, se queda pensativo y no me dice nada. Y cuando abre la boca, dice: «Esto es increíble, te voy a  apoyar».  Y él fue el que me dio el primer empujón para presentarlo. A Daniel le debo muchísimo por todo el apoyo que me dio, todo lo que me dijo se cumplió.

¿Qué te dijo?

«Esto va a ser algo diferente, por lo menos, en el mundo del arte de Argentina». Y terminó saliendo en todas las noticias a nivel global, la BBC de Londres, el Washington Post, en Business Week, y en todos los noticieros de España. Un amigo que estaba en Indonesia vio por televisión el video. Fue una noticia que se viralizó. Es algo que me trasciende, esa aceptación. Las instalaciones que hago van más allá del objeto, tienen que ver con un concepto. El concepto parte de cuando se termina el patrón oro en el mundo, un sistema en donde cada moneda tenía respaldo en oro y plata. Y a partir de 1971, todas las monedas del mundo son solamente impresas: euros, yenes, dólares, monedas africanas, monedas latinoamericanas, todas. Por ejemplo, al peso argentino le sacaron 16 ceros. Esto tiene que ver mucho con las crisis financieras que se han dado en todo el mundo. Y me parece que hay mucha gente pensando en sistemas monetarios alternativos que sean más transparentes, que no estén controlados por los gobiernos, que sean mucho más eficientes.

Escuché por ahí que se está pensando en reemplazar el dinero por un chip que se instalaría en el cuerpo…

Bueno, eso es un sistema de distribución. El dinero es el símbolo de la esclavitud inicialmente, pero también habría que vincularlo con el futuro. Un ejemplo de base es el celular, como elemento de distribución de mayor penetración. El 65% de los habitantes del planeta tiene un celular, y este va a terminar integrado en el cuerpo humano. Están los que te ponés en el oído, también hay relojes que son celulares. Luego van a terminar en un microchip –ya existe la tecnología– con una capacidad enorme y con un montón de información: cuentas bancarias, salud, tu vida ahí adentro. Y esa es la nueva marca de la esclavitud. La misma marca, que ponían a fuego a los esclavos, es una marca de la contemporaneidad, que alguien va a controlar. Ese es el paralelismo que yo hago, en el que soy muy optimista, porque hay muchísima gente pensante en el mundo que quiere cambiar el sistema para mejorar la realidad, me parece que es una nueva forma de pensar la actualidad.

¿Dónde se realizarán las próximas muestras?

En Dubai, en Estados Unidos… En España hay un proyecto que tiene que ver con los euros y con la crisis inmobiliaria. Estamos pensando algo muy interesante. En Asia, primero los Emiratos. El tema es ver cómo nos alcanza el año.

Al finalizar el reportaje, me alejo pensando en el símbolo del dinero, en el cuerpo atravesado por un clavo desde el comienzo de la historia. Pienso en los esclavos de otras épocas y en los de ahora, en los millones triturados que yacen en bolas de cristal trasformados en obras de arte, y en la linda Venecia, antiguo centro comercial de Europa, que me trae a la memoria el libro de Marshall Berman: Todo lo sólido se desvanese en el aire.