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4 noviembre, 2014

Entrevista a María Esther Vázquez: Estrategias de la pena

Entrevista a María Esther Vázquez:  Estrategias de la pena

Por Margarita Gómez Carrasco

Estrategias de la pena es el nombre del libro de poesías presentado por María Esther Vázquez el 8 de octubre. El libro contiene pocas páginas y, sin embargo, representa una intensa alegoría del amor y el devenir. La mayor parte de las poesías narran el vacío desgarrador que implica la ausencia de un ser amado y rememoran ‒convertidas en figuras metafóricas‒ vivencias de otras épocas. En el texto de María Esther Vázquez también se encuentra un poema titulado Floreció el Jacarandá como un himno a la vida, ¿acaso Estrategias de la pena está representado por el jacarandá? Poesías en las que anidan el amor, el dolor y, finaliza sobrevolando, el encuentro con la eternidad.
El Gran Otro quiso entrevistar a la autora para que nos contara sobre el proceso de producción de su libro.

¿Por qué le da entidad a la pena?
Es que el año pasado murió mi marido, habíamos estado juntos 47 años, 5 meses y 16 días. Y además era un gran poeta, un gran traductor de poesía, e hizo para la UNESCO, por pedido, 53 poetas del siglo XX italiano. Cómo te puedo decir, he tenido muchísima suerte en la vida, fui muy afortunada en todos los sentidos, y con él no nos separamos nunca en esos tantos años. Nos gustaban las mismas cosas, yo tengo un carácter muy apacible y él tenía un carácter lindísimo, un hombre muy bueno, muy generoso… Estuvo en el suplemento literario del diario La Nación y ayudó a todo el mundo, a casi todos los poetas que aparecían, si tenía la oportunidad, los publicaba en el diario. La cuestión es que se enfermó hace seis años de cáncer, se operó y estuvo fantástico, después la enfermedad volvió y ahí empezó a perder la voz ‒que fue una tragedia porque siempre estaba leyendo versos‒ y bueno, se fue. Pero hasta último momento no tuvo ningún dolor, porque le busqué la mejor medicina para el dolor que existe.

Después de que él murió me pasó una cosa rarísima, tuve una amnesia, de todo el asunto del velorio perdí todo, perdí la memoria, no supe nada de lo que pasó hasta el responso en la Recoleta. Todo ese tiempo lo tengo en blanco.

Fue como quererse olvidar.
Vos que sos psicoanalista, te darás cuenta de que es una especie de defensa.

Sí, sí, por supuesto.
No es la primera vez que me pasa. La otra vez fue hace muchos años, estaba con mi madre.

A veces es preferible perder para ganar.
No gané nada.

No sé, algo se hizo con esa pérdida; por ejemplo, haber gestado y publicado este interesante libro de poesías. ¿En qué tiempo se elaboró el libro?
En un año, lo comencé en junio, principios de julio, y lo terminé este año.

En el libro están narrados en forma de poesía los ciclos de la vida, hay una figura de una viejecita que le da de comer a los gatos del Botánico, pero que no aparece el día de lluvia, en esa figura y en esa espera se encuentra el pulso de una rutina de la vida misma.
Probablemente sí, hace muchos años vi a una señora darle de comer a los gatos. Además, cuando yo tenía cinco o seis años me llevaban al Jardín Botánico, se levantaba muy temprano mi madre y a las ocho, cuando abrían, ya estábamos allí. A las 12 regresábamos. Un día le pregunté a mamá ‒yo era muy chica‒ si nosotros éramos pobres o ricos, pregunta que la dejó totalmente asombrada, le pregunté si ellos tenían 100 pesos y me dijo «bueno, si me esfuerzo puedo tener 100 pesos, ¿pero para qué los querés?», entonces le respondí que era para comprarme el Jardín Botánico y llevármelo a casa.

¿La publicación del libro es tal vez el puntapié para empezar a curar la pena?
Las penas no se curan nunca: si esa presencia pesó en tu vida, la ausencia nunca deja de sentirse de una manera muy próxima. Cuando la gente dice «el tiempo lo cura todo», es mentira, el tiempo no cura nada, ni las humillaciones que hayas sufrido en tu vida ‒porque todo el mundo las sufre‒ ni las pérdidas. Después de que Horacio murió me puse a trabajar como loca, saqué un libro de él de pequeños ensayos sobre poetas argentinos, muy lindo libro. Hicimos una gigantografía para ilustrar, el libro se llama Aventura de la palabra, Borges y otros mitos. Y la gigantografía la traje y la puse en el piso de arriba, así que todos los días paso y está ahí. Además la casa está llena de fotografías. El cuarto de él y el escritorio están llenos de fotografías mías; nosotros fuimos muy felices, no recuerdo haberme peleado nunca con él.

¿Cuándo se inició en la poesía?
Me inicié con un libro de poesía, discreto, nada del otro mundo, hace mucho tiempo. Lo presenté al Premio Municipal de Inéditos y sacó el Primer Premio, con lo cual fue una maravilla. Después con un libro de cuentos saqué otro Primer Premio, pero en otro género. Y ahora termino el ciclo con un libro de poemas.

¿Cómo fue el proceso creativo?
Uno no se inspira, yo creo que es un error pensar que te inspirás, un día te gusta un tema y lo largás, empezás a trabajar sobre ese tema. Ahora, estos poemas de este libro, no fue intención mía publicarlos ni escribirlos, fueron saliendo solos. El libro tiene 22 poemas, aunque eran más. A mí no me importa el éxito, uno escribe porque necesita hacerlo, jamás en la vida pensé en eso; la gente que busca el éxito y el dinero es deleznable. Es más, en la presentación del libro, yo regalé montones de ejemplares.

Hoy día es difícil vivir de la literatura y más del género poesía.
De la literatura vivieron Borges, Cortázar, García Márquez, vive Vargas Llosa… Hay escritores excelentes que nadie lee; por ejemplo, en la Fundación Ocampo ‒de la cual soy presidenta‒ tenemos ganas de hacer una colección con grandes cuentistas argentinos. A Benito Lynch nadie lo lee, por ejemplo, te digo ese autor como puedo decirte Arturo Cerretani, porque el argentino es más cuentista y poeta que novelista, en Salta el 99 por ciento son poetas; Jorge Calvetti era una maravilla, muy poético.

Hay una industria de la literatura donde prima lo chabacano y lo semipornográfico: del libro que fue un éxito hace tres meses, hoy, ya nadie se acuerda. Vivimos en una sociedad que ha avanzado mucho en materias técnicas y de ciencia, vos leés los premios Nobel de ciencia y te quedás asombrada porque descubren cosas recónditas. Y si volvemos atrás, a cuando el Dr. Fleming descubrió la penicilina en el período de entreguerras, en los años ‘40 una tuberculosis era fatal, pero ahora resulta más difícil curar una bronquitis que una tuberculosis, que es una enfermedad infecciosa. Aunque ahora ha tomado mucha fuerza en lugares muy paupérrimos donde la gente no tiene qué comer ni con qué vestirse, estamos hablando de Chaco, Formosa… Pero hay una franja de jóvenes, que está alrededor de los 20 y los 30 años, que todavía lee los libros que deben leer, no las novelitas románticas.

¿Qué más nos quiere contar sobre Estrategias de la pena?
Hay dos poesías que salen de ese ambiente melancólico, una es Floreció el jacarandá, la otra es Macías el enamorado. Aunque, en general, el libro es un tema melancólico.

En su última poesía usted está hablando de otro tipo de vida…
El último poema es bastante doloroso. El más allá del que hablo es porque soy creyente. Cada persona que tiene fe, de cualquier religión que fuere, tiene una esperanza abierta.

Estrategias de la pena es una fascinante obra que trae al ruedo el género de la poesía. Palabras nacidas de la pérdida de un ser querido, como un homenaje al amor, y como la elaboración del duelo necesario para nacer a otra etapa de la vida.

 

 

María Esther Vázquez
María Esther Vázquez trabajó y forjó una amistad con Jorge Luis Borges. En 1965 se casó con el poeta y ensayista Horacio Armani. Es autora de libros de cuentos, ensayos y biografías, y fue columnista del diario La Nación. Recibió el Premio Konex, el Premio Comillas de la Editorial Tusquets en España y el Premio de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.