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30 marzo, 2021

Grimhilde, la madrastra malvada de Blancanieves, atrapada en la fase del estadio del espejo

Por Maria Nieves Gorosito

Grimhilde, la madrastra malvada de Blancanieves, atrapada en la fase del estadio del espejo

Grimhilde ha quedado atrapada en la dependencia absoluta, de la validación de su espejo. Esto la lleva a querer eliminar a Blancanieves, que amenaza con quitarle la fuente de su existencia: la mirada de su espejo mágico. Sin caer en los extremos, como en el caso de esta malvada o esquizofrénica mujer, muchos no logran lidiar con esta situación que les impide una maduración del ser.

Es necesario comprender que se es mucho más que un mero reflejo y que no debe buscarse la constante aprobación de otro para existir. Es necesario dilucidar, que la real amenaza no viene desde afuera, sino desde adentro. Desde ese ideal que se ha erigido en nuestro desarrollo psíquico y al que tendremos que aprender a domeñar para conquistar una vida libre y acorde al propio deseo.

 

En el arte, los espejos suelen ser empleados como un instrumento narcisista. Por lo general, cargan en su simbología el marcado narcisismo de algún personaje o reflejan su lado oscuro. Grimhilde, la malvada bruja del cuento de Blanca Nieves y los siete enanitos, al hablar con el espejo, no parece ser la excepción:

– “Esclavo del espejo sal de la oscuridad; ¿quién es la más bella del Reino?”
– ¡Oh, reina, que la más hermosa sin duda eras!, ahora Blancanieves, allá entre los árboles del bosque, con los siete enanitos, en mil veces te supera.

Todorov, filósofo y lingüista, explica que todos los seres humanos tenemos una necesidad imperiosa de los otros, que se pone en evidencia en lo imprescindible de ser mirado y reconocido por los otros. Aunque muchos pueden pensar que esto es pura vanidad, lo cierto es que su causa proviene de que adquirimos el sentimiento de la propia existencia a través de la mirada de un Otro. Se trata de una necesidad constitutiva de la especie y no de pura vanidad. Pero lo que sí es cierto es que algunas personas pueden quedar atrapadas de por vida en este juego de validación constante de la mirada del otro.

La bruja malvada del cuento de los hermanos Grimm no sólo padecía una obsesión por su belleza, sino que tenía que lidiar con una competidora, Blancanieves, que amenazaba con robarle la mirada de su espejo. Grimhilde necesita de la validación de su espejo para constituirse como un todo, queda incompleta sin la mirada y el discurso afirmante de su espejo mágico. Cuando la joven princesa acapara la atención del espejo, la imagen de la madrastra estalla y se quiebra como un vidrio. Esta fragmentación amenaza su existencia, por creer que la imagen en el espejo era realmente ella, no puede distinguir su verdadero ser de un mero reflejo.

Esta necesidad de ser mirado es la marca de conformación subjetiva que queda en el sujeto. J. Lacan, en su texto sobre el estadio del espejo, explica esta peripecia estructural del sujeto, que va desde la insuficiencia del infans a la anticipación en la imagen especular de un yo que aún se está conformando. A su vez, esta imagen especular está sostenida por el investimento libidinal del Otro que lo asiste en su mirar.

Una escena de la vida cotidiana que podría proporcionarnos claridad a la situación es aquella cuando un niño de la edad entre 6 y 18 meses se mira al espejo sostenido por su madre. También, cuando su madre lo mira a los ojos y el niño reacciona a sus gestos. Allí, señala el psiquiatra francés, está en juego el deseo de la madre y su modo de amar al hijo. Es consecuente mencionar, que D.W. Winnicott en su teoría le otorga un rol esencial a la función materna, puesto que, cuando el niño mira el rostro de la madre, se ve a sí mismo.

 

 

A través de la imago especular comienza a establecerse la realidad del sujeto, tanto de lo interno como del entorno. El sujeto preso de una ilusión lleva su imagen fragmentada del cuerpo (el niño antes de verse en el espejo se percibe bajo la forma de miembros desunidos) debido a su natural indefensión motriz, hasta una forma ortopédica de su totalidad. Esta es la identidad alienante que le presta su madre.

El infans dependiente en la lactancia e impotente motrizmente se precipita en una forma primordial, que es la imagen que le devuelve el espejo. A esta forma, J. Lacan denomina como yo ideal, que será tronco de las identificaciones secundarias. Es decir, esa descoordinación motriz se anticipa de manera simbólica en la imagen especular instaurando el ideal de un yo. En un yo que aún se está conformando.

De este modo, la imagen especular se constituye en un espejismo hacia la maduración de su real poder. De percibirse como un montón de miembros desunidos y descoordinados, el niño, gracias al sostén de su madre y la imagen del espejo se anticipa en una Gestalt. La imagen de un todo constituido, algo que aún no es.

Se produce la unificación de un yo primordial (yo ideal), que tiene en contracara el reconocimiento de ser precedido por la imagen del otro. Así es, que la imagen queda en la encrucijada tanto del poder de fascinación por creerse en completitud por la mirada del otro, y la amenaza de fragmentación si alguien le quita esa mirada.

En este punto, es que se relaciona la agresividad como constitutiva del hombre. Una agresividad original, que J. Lacan ejemplifica con una idea de San Agustín. Quien explica que el niño, aun antes de hablar, es absorbido por el espectáculo de su hermano mamando del seno de su madre. Imagen de frustración primordial, que desencadena una mirada envenenada. Se trata de la misma mirada que Grimhilde tiene sobre Blancanieves, cuya belleza amenaza con quitarle la atención de su espejo mágico.

De esta manera, el infans experimenta la circulación del deseo: hacerse reconocer, hacerse desear y desear el deseo del Otro.
Es decir, la tensión entre la imagen que se le presenta y su insuficiencia motora instala la rivalidad con la imagen, la tensión agresiva con el semejante.
Como resultado, surge un yo paranoico, que manifiesta la tendencia a eliminar su rival especular. De este modo, el vínculo fraterno cobra características de: competencia, hostilidad y deseo del deseo del otro solo para sí. Esta es la tensión agresiva natural que instaura la agresividad como parte estructural del psiquismo y defina al yo como especular, narcisista y paranoico, lo cual no implica que el sujeto lo sea.

El estadio del espejo nos muestra la constitución del yo a través de la imagen, propia y ajena, en una relación especular. El reconocimiento que realiza el niño en el espejo, señala la radical exterioridad de la imagen en la configuración de un yo. El cual es exteroceptivo y donde el Otro funciona como espejo.

Según Winnicott, una madre “suficientemente buena” mira a su niño con una mirada de reconocimiento y amor. Discierne su singularidad con la del niño, aceptándolo como tal y no como una prolongación suya. Para que esto suceda, la madre o adulto a cargo del niño, debe tener una personalidad medianamente saludable, capaz de renunciar a su propio narcisismo, para así brindarle su tiempo y amor incondicional.

Se requiere ser mirado con una mirada de aceptación para un desarrollo del psiquismo saludable. Algunos fanáticos del cuento le atribuyen a la madrastra una grave enfermedad mental. Una paciente esquizofrénica que sufre alucinaciones porque escucha voces en su espejo y se siente amenazada y perseguida por Blancanieves.

 

 

Comprendemos entonces, que no se trata de una devolución lineal especular y directa, sino más bien de una función que realiza el Otro, que nos asiste en la construcción del yo.

Sin embargo, ese lazo tan fuerte debe ir cediendo. La madre debe comenzar a producir fallas paulatinas y moderadas en su asistencia, para permitirle a su hijo ir abandonando la constante necesidad de ayuda, hasta lograr su independencia.

Grimhilde, por su parte, ha quedado atrapada en la dependencia absoluta de la validación de su espejo, no puede prescindir de su constante validación. Esto la lleva a querer eliminar a Blancanieves, que amenaza con quitarle la fuente de su existencia: la mirada de su espejo mágico, sin la cual no logra sentirse una unidad. No puede comprender que ese reflejo no es ella, que en realidad, ella se encuentra del otro lado de la imagen especular.

Este personaje parece acreditar una patología severa; no obstante, se puede pesquisar esta tensión en el sujeto neurótico, pero en menor grado. La agresividad hacia el semejante y la necesidad de la mirada de Otro, se encuentran también en sujetos sanos. Son aquellos que pueden lidiar con la situación, comprender que son mucho más que un mero reflejo y que no necesitan la aprobación constante de otro. Entienden que la real amenaza no viene desde afuera sino desde adentro. Desde el ideal que se ha erigido en su desarrollo y al que tendrán que aprender a domeñar para la conquistar una vida libre y acorde a su propio deseo.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan, Jacques (2009). Escritos I: “El estadio del espejo como formador de la función del yo(je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. México. Editorial Siglo XXI.
  • Casas de Pereda, Myrta. “Entorno al rol del “espejo. Winnicott, Lacan, dos perspectivas”. https://querencia.psico.edu.uy/revista_nro4/myrta_casas.htm
  • J (1998). “La imagen reina”, Elucidación de Lacan, charlas brasileras. Buenos Aires, Barcelona, México EOL, Paidós.
  • T (1995). “La vida en común”. Editorial Taurus.
  • Winnicott D.W (1971), Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño, en Realidad y Juego. España. Editorial Gedisa S.A.